Por Martín Granovsky
Una rápida lectura de las 338 páginas que están en celoso depósito en el Senado permitía ayer, ya, una conclusión doble. Primera parte de la conclusión: el juez Carlos Liporaci tiene elementos como para seguir seriamente con la causa, e indicios ciertos de que los sobornos existieron. Segunda parte: puede haber entre senadores unos careos de tal intensidad que dejarán como un recuerdo pequeño los contrapuntos del caso María Soledad. Y la clave de todo, además de la declaración de Antonio Cafiero, es la del senador correntino Angel Pardo.
Después de rebotar entre el Senado y la Casa Rosada (ver aparte), el expediente recaló entre los senadores para que uno a uno pudieran examinarlo en busca de nuevos elementos que ayudaran a decidir los desafueros reclamados por Liporaci.
En el caso de Pardo, se trató también de un acto de defensa propia. Cafiero había contado al juez que consideraba claves a tres senadores, �A�, �B� y �C�. �C� es el mismo que Cafiero encontró viajando a una ciudad del interior y a quien el bonaerense advirtió, según su propia declaración en el expediente, �que el periodista Morales Solá tenía pruebas, a lo que este senador me contestó que cualquier investigación iba a estar condenada al fracaso porque en esta operación habían intervenido altas autoridades nacionales, del bloque de senadores de la Alianza y del bloque de senadores justicialistas, y finalizó diciéndome en tono fraternal y amistoso, aproximadamente así: �Antonio, te estás tirando contra todo el poder político del país��. Después agregó Cafiero, ante una pregunta específica de Liporaci, que �C� �algo conocía para haberle respondido de esa manera�.
Funcionarios judiciales revelaron que �C� esconde la �P� de Pardo, y dos senadores confirmaron a Página/12 que el propio Pardo había reconocido el diálogo en conversación con ellos, después de que aparecieron públicamente los primeros indicios.
En el expediente, Pardo fue el menos parco de todos los declarantes, lo cual se convirtió ayer en motivo de asombro en la Cámara alta, formada por una mayoría de abogados acostumbrados a testigos más bien lacónicos, sobre todo cuando corren peligro de pasar, en cualquier momento, de testigos a imputados.
El senador justicialista por Corrientes dejó ante Liporaci estos puntos para que el juez siga investigando:
Pardo dijo que Cafiero a su vez le habló de que el presidente provisional del Senado, el radical José Genoud, presuntamente habría recibido dinero.
También mencionó que Cafiero le había sugerido nombres involucrados en el escándalo, entre ellos los del jefe de la SIDE Fernando de Santibañes, del senador peronista por Salta Emilio Cantarero.
Citó otra vez a Cafiero como fuente informativa para implicar a Augusto Alasino, senador peronista por Entre Ríos.
Otro de los que quedaron involucrados en el relato fue Alberto Tell, justicialista por Jujuy.
Lo mismo ocurre con el justicialista rionegrino Remo Costanzo.
Citó a Cafiero hablando de Mario Pontaquarto, el secretario parlamentario del Senado, relacionado con el transporte de dinero, una actividad por cierto ajena a su función.
Deslizó cifras de soborno, en una escala que comienza en el millón y medio de pesos, sigue en el millón, baja a 700 mil y luego desciende en una escala que remata en 50 mil dólares.
Al comparar una y otra declaración en el sumario, la de Cafiero y la de Pardo, es sencillo constatar que el primero no incluyó con nombre y apellido ninguno de los personajes de los cuales sospecha realmente. O los colocó dentro del �A�, �B� y �C� (una lista que al margen de Pardo abarcaría a Eduardo Bauzá y Ramón �Palito� Ortega) o los ignoró en su declaración. En cambio, mencionó a varios que podrían ser citados, y lofueron, como testigos. Es el caso del senador frepasista Pedro del Piero, la popular neuquina Silvia Sapag, el radical Horacio Usandizaga y el periodista Joaquín Morales Solá.
El juez tiene certeza, a esta altura, de que el encuentro clave entre Cafiero y Pardo efectivamente se produjo. El testimonio de Pardo es tan detallado, y por momentos hasta florido y coloquial, que ahora Liporaci puede disponer de preguntas para una segunda ronda, o directamente para la indagatoria si encuentro elementos para procesar a alguno de los senadores, o tal vez para un careo.
Si Pardo dijo la verdad, y Cafiero sabía más de lo que contó al juez, ¿confirmará o desmentirá a Pardo?
¿Contará Cafiero a Liporaci detalles que aparentemente soslayó en su primera declaración?
¿Detallará más nombres, ya sea diciéndolos con todas las letras o escribiéndolos en otro complejo juego de referencias? Para decirlo en términos del expediente que se guarda secretamente en el Senado, ¿Cafiero procederá en este acto, de posición sentado y con la mano derecha, a escribir en una hoja membretada la identidad del llamado �Senador Z�?
En el expediente queda claro que Liporaci se abstuvo de las repreguntas. Solo preguntó de modo más o menos general, como si buscara una primera aproximación al tema. Pero, más allá del posible careo entre Pardo y Cafiero, ya tiene abundantes elementos para seguir adelante. Según Cafiero, �el senador �A� me manifestó que recién en ese momento (o sea mucho después de la sanción de la ley de reforma laboral) había tomado conciencia de que un dinero por él recibido, con posterioridad a la sanción de la reforma laboral, y entregado por alguna de las autoridades de su bloque, podría ser ilícito y que de haberlo sabido no lo hubiera aceptado�.
La reflexión de Cafiero sirve para apuntar, como rasgo decisivo, la aparente habitualidad de la circulación de dinero �dinero sucio, o dinero sin control� en la Cámara de Senadores. ¿Es común que circulen sobres en la Cámara alta? ¿Es rutinaria la entrega de sumas que solo después quedan justificadas por una acción concreta?
Bauzá, que es un actor político de Primera A �y no de Primera B como Ortega�, tiene experiencia como para responder. Fue diputado nacional, secretario general de la Presidencia y ministro del Interior y de Acción Social, es senador y actuó como el tesorero de las campañas electorales de Carlos Menem, un puesto que solo puede desempeñar alguien de extrema confianza del candidato y con dotes de negociación y reserva extrañas en el mercado político. En su corta declaración por escrito, apenas cinco líneas, Bauzá plantea que no sabe nada, que no le ofrecieron nada y que no le consta, para nada, que haya habido sobornos. El mismo eje argumental que repitieron en sus presentaciones ante el juez el resto de los senadores justicialistas que no se llaman Pardo.
Si quiere profundizar la pesquisa, Liporaci también podrá completar el cotejo de declaraciones del tándem Pardo-Cafiero con preguntas al ex gobernador Eduardo Duhalde y al propio Ortega. Cafiero citó una reunión entre Duhalde y �Palito� en la que el bonaerense refirió que sabía de la versión de coimas porque se lo había contado el �Senador B�, �interpretando quien habla (Cafiero) que el Senador B tenía la misma sensación que el exponente en cuanto a la posible existencia de actos de corrupción en cuanto a la aprobación de la ley laboral�.
El sumario deja claro que, al no haber sido denunciante, Cafiero cobra importancia como testigo. Es un testigo calificado, porque comenta hechos y dichos que presenció.
El expediente deja un papel importante, también, a la periodista María Fernanda Villosio, de La Nación, quien escribió que Cantarero le había admitido que recibió dinero. Villosio optó por no centrarse en su propio papel en términos personales sino en explicar por qué, a su juicio, correspondía periodísticamente publicar el nombre de Cantarero porqueéste, dijo, había violado un presunto pacto periodístico previo al desmentir que había sido él quien confesó, el día anterior sin ser identificado, que aceptó dinero.
En cuanto a los choferes de los senadores, que el anónimo que circuló en el Senado nombraba como testigos privilegiados, al parecer marcaron el punto máximo de prolijidad y, casi, de profesionalidad como testigos. Hablaron poco, corto y no se dejaron seducir por las anécdotas.
�Estaban bien preparados� fue la conclusión de un senador que leyó el expediente ayer por la mañana.
Y un funcionario acostumbrado a las investigaciones de Tribunales acotó, resignado ante la imposibilidad de extraer nada concreto del testimonio de los conductores del Senado:
�Acá parece que los cuadros políticos son los choferes.
Tampoco aportaron elementos distintos de los públicos, en principio, el vicepresidente Carlos �Chacho� Alvarez, Genoud y Del Piero.
Alvarez se limitó a describir el cuadro completo, apelando a citas de Cafiero y Morales Solá.
Genoud mantuvo su nivel habitual de articulación. Historió largamente cómo se había gestado la ley laboral, que vueltas parlamentarias dio y cuán prístino y transparente es el Senado de la Nación. El legislador mendocino insistió en que no hubo cohecho ni soborno y declaró que igualmente debía investigarse a fondo.
Del Piero relató su reunión con Cafiero, aunque en un ballottage de preguntas el juez debiera interrogarlo por detalles que uno cita y otro omite.
El bonaerense Jorge Villaverde cumplió su papel módico de apoyatura de Cafiero y no salió del círculo que une a su compañero bonaerense con la información publicada por Morales Solá: uno escribió, otro sospechó.
Pontaquarto, el poderoso secretario parlamentario, aún no fue interrogado por Liporaci, pero la ronda del juez con él promete ser jugosa. Casi la coronación de la primera etapa. O el prólogo sustancioso de la segunda.
DENUNCIA POR EL �VIAJE� DEL ESCRITO DE LIPORACI
Todos unidos contra Chacho
El Senado aprobó ayer la presentación de una denuncia por la supuesta violación del expediente en el que se fundamentaba el desafuero de once legisladores. La moción fue impulsada por radicales y justicialistas y es un ataque a Carlos �Chacho� Alvarez, a quien estaba dirigido el escrito que, antes de llegar, recorrió un sinuoso camino lleno de confusiones.
Todo comenzó el lunes por la tarde, cuando Carlos Liporaci envió a nombre de Carlos Alberto Alvarez las 338 fojas del expediente. El juez juró que lo había mandado al Senado. Y así fue: llegó poco antes de las cuatro de la tarde y fue recibido por un ordenanza en la puerta del despacho del vicepresidente.
Según aseguraron fuentes del Frepaso, el ordenanza no quiso firmar el recibo que exigía el empleado judicial. Apeló a una empleada administrativa, que firmó el recibo y, luego de comprobar que se encontraba bajo secreto de sumario, ensobró y selló el expediente. La empleada se comunicó entonces con Chacho Alvarez, que estaba en la Casa Rosada. El escrito llegó minutos después a Balcarce 50, en un auto oficial y con un hombre de confianza del frepasista para custodiarlo.
Una vez que accedió al material y comprobó que se trataba del expediente, Alvarez hizo sacar tres copias que mandó a tres altos empleados administrativos del Senado: entre ellos el prosecretario de Coordinación Institucional, Víctor Vanini, y el prosecretario Parlamentario, Alejandro Colombo. Los funcionarios guardaron el expediente en el Salón de Lectura y establecieron una custodia policial para evitar filtraciones. Sólo lo pueden consultar �sin fotocopiarlo� los senadores.
El extraño derrotero y las versiones que indicaban que el escrito había sido violentado pusieron en estado de alerta al peronismo. Para embrollar aun más el asunto, el vicepresidente señaló ayer por la mañana que los papeles llegaron directamente a la Rosada. �Sí, el expediente llegó aquí y se guardó en una caja porque era reservado y se mandó al Senado a la Dirección de Asuntos Jurídicos, como correspondía�, sostuvo el jefe del Frepaso. Minutos después, sus voceros aseguraban que se había �equivocado� y emitieron un comunicado para aclarar la situación.
No bastó para serenar a los senadores. Una de las primeras medidas que adoptaron ayer en la sesión fue la aprobación de un pedido del justicialista Alberto Rodríguez Saá, quien consideró que �posiblemente se cometió un delito penal en el itinerario que hizo el expediente�. Fue un tiro por elevación al vicepresidente, quien encabezó la ofensiva que desató la tormenta en el Senado. �No hay que empezar a hacer hincapié en cuestiones secundarias. Creo que hay una búsqueda de temas que no hacen al nudo de la investigación, un intento de poner otros ingredientes que nos desvíen del núcleo central de la investigación�, sostuvo Alvarez.
senadora silvia sapag
�Yo no pienso en renunciar� |
Tuvo un lugar fundamental en la denuncia. Ahora teme que se diluya la
investigación. |
Por Susana Viau
El timbre llama a sesión. La senadora por el Movimiento Popular Neuquino, Silvia Sapag, despide en el pasillo a su hija y a su nieta. Al finalizar su entrevista con Página/12 recibe el llamado de sus padres, a los que no tutea, preocupados porque no la ven en la transmisión televisiva. Es que la senadora del MPM ha tenido un rol de primer orden en la denuncia de los hechos, respaldando las declaraciones de Antonio Cafiero. Ahora teme que �lo corporativo� enturbie la investigación de las presuntas coimas y la cuestión se diluya en discusiones sobre los límites del desafuero.
�¿Cómo es hoy la situación de la Cámara?
�Empiezan a pesar cuestiones corporativas. Después de días de desconcierto, ayer, en esa larga reunión secreta de asuntos constitucionales, sentí que aparecen lo corporativo y la dilación como recurso. Se fueron las horas viendo si se levantaba o no el secreto del sumario y cuál es el alcance de los fueros. Hoy el expediente está a disposición pero no se pone fecha para la sesión que otorgue o no los desafueros y esto urge.
�¿Usted qué piensa hacer?
�Yo no pienso renunciar. Y no es que esté atada al sillón, ni siquiera estoy acostumbrada a este lugar. Pero si tengo que renunciar, también quiero saber antes quiénes cometieron delitos. De lo contrario, los delincuentes desaparecerán en el montón. Sería injusto, porque hubo senadores que no estuvieron en la votación, uno que juró después y otros que votamos porque, sin estar convencidos del todo, era una ley razonable.
�¿Confía en el juez?
�Es la Justicia que tenemos.
�¿Cómo llegó a usted la versión de los sobornos?
�Del Piero me dijo que había hablado con Usandizaga y me propuso ir a ver a Joaquín Morales Solá e intentar que nos diera una pista sobre lo que había publicado. Como me habían comentado que Morales Solá se había entrevistado con Cafiero aquí, en su despacho, temí que le cayera mal que no le avisáramos. Además quería darle mi solidaridad. Cafiero nos recibió y nos aclaró que en la reunión estaría también Villaverde. Hizo tres veces el relato de lo que sabía: a mí, luego cuando llegaron Usandizaga y Del Piero y una vez más cuando apareció Villaverde. Le pregunté por sus �certezas� y contestó que se había equivocado al hablar de �certezas� puesto que no tenía pruebas y debió haber dicho �sospechas�. Al final, nos reveló que un senador le confesó haber cobrado y que había cinco en esas mismas condiciones. Cafiero remarcó el cinco con los dedos. Agregó que no tenía pruebas y sería su palabra contra la de ellos. Al final planteó: �Y le voy a pedir juicio político a Flamarique�.
�¿Cuál fue el motivo del cortocircuito con Cafiero?
�Es que empezó a hacer declaraciones en un sentido contrario. En agosto me llamaron de una radio, me pasaron una grabación de Del Piero y yo confirmé que Cafiero había hablado de �cinco� senadores. Después, viendo por televisión la sesión de la Comisión de Asuntos Constitucionales del Senado, escuché que decía que yo tenía problemas auditivos y me caracterizó de �liviana y ligera�. En la sesión en la que apareció Flamarique le recordé que él había contado que los senadores sobornados eran cinco, que en el cuerpo hay 69 y por lo tanto había 61 que no estaban sospechados. Le pedí que diera los nombres. Le leí el diario donde había sostenido que su intención no era salvar a la República sino liberarse y liberar al Senado. Le expresé que si no lo decía sólo iba a conseguir uno de los objetivos, que era liberarse él. Le insistí para que nos diera la punta de este ovillo. En ese momento, alguien �no recuerdo si él o Villaverde� me dijeron que yo no tenía códigos. Al llegar Flamarique me dirigí nuevamente a Cafiero y le pedí autorización para revelar el tramo de nuestra conversación vinculado al ministro de Trabajo. Me preguntó:�¿Lo tiene grabado?�, le contesté que no. El aludió a mi memoria y al final, planteó: �Entonces dejémoslo así�.
�¿Qué piensa de la actitud del presidente del Senado?
�Creo que si las primeras figuras del país, sobre todo el vicepresidente, se comprometen para esclarecer una cuestión como ésta, hacen que la gente se sienta respaldada cuando denuncia los delitos. Pero sería ingenuo pensar que se acaba con la corrupción de la noche a la mañana.
|