El País de Madrid
Por Enric González
Desde Nueva York
Nunca un presidente se despidió de la política mundial ante un auditorio de tal envergadura. Bill Clinton aprovechó ayer la Cumbre del Milenio para leer algo muy parecido a un testamento diplomático. A cinco meses de abandonar la Casa Blanca, Clinton dijo haber aprendido en los últimos ocho años que Estados Unidos no podía ejercer su inmensa fuerza sin contar con el resto del planeta. Y proclamó que la Organización de las Naciones Unidas (ONU), muy poco popular entre los electores de la gran superpotencia, debía desempeñar un gran protagonismo en el siglo XXI.
El alegato de Clinton en defensa de la ONU, una organización desprestigiada por sus recientes fracasos en Bosnia o Ruanda y crecientemente esclerótica, marcó el tono de la primera jornada de la cumbre. La mayor concentración de poder político registrada nunca en la historia se plasmará en una sucesión casi ininterrumpida de intervenciones que se prolongarán hasta hoy por la noche y en miles de contactos bilaterales desarrollados en la propia ONU, en hoteles, en restaurantes o en casi cualquier lugar utilizable en una ciudad casi colapsada.
Incluso el presidente de Estados Unidos, visiblemente ojeroso, debió sentirse impresionado por el público al que se dirigía. Todos estaban allí: el ruso Vladimir Putin, el chino Jiang Zemin, el británico Tony Blair, el francés Jacques Chirac, el alemán Gerhard Schroeder. Más de 150 máximos dirigentes, entre los que figuraban viejos enemigos de Washington como el presidente cubano Fidel Castro, o Tarek Aziz, el incombustible jefe de la diplomacia iraquí.
�Aquellos que en mi país, o en cualquier otra parte, creen que podemos prescindir de la ONU o imponer nuestra voluntad sobre ella �dijo�, malinterpretan la historia y no comprenden el futuro.� Clinton ya está liberado de la necesidad de satisfacer a sus electores, pero, aún así, sus palabras en defensa de la ONU fueron un acto valiente. El Congreso de Estados Unidos mantiene bloqueado el pago de los casi 1700 millones de dólares que Washington debe a la ONU, y con frecuencia se oyen voces destacadas proponiendo que se expulse de Nueva York al gran foro mundial.
�Nos guste o no, somos cada vez más interdependientes. Debemos buscar soluciones en las que todas las partes implicadas puedan sentirse parcialmente victoriosas, y alejarnos de aquellas opciones en las que se exige la total derrota de alguien�, sostuvo.
Bill Clinton afirmó que la ONU debía protagonizar la lucha contra las guerras, la pobreza y la enfermedad y encabezar el esfuerzo por dotar de educación a todos los niños. No obvió las dificultades legales (�las guerras ya no suelen enfrentar a distintos países, sino a distintos bandos dentro de un propio país�) de la ONU para prevenir conflictos o interponerse en ellos, pero pidió al resto de los asistentes a la cumbre que no escatimaran el dinero. La lucha por la paz, el bienestar y la salud en la aldea global �tiene una etiqueta con un precio �explicó Clinton�, y todas las naciones, inclusive Estados Unidos, deben pagarlo�.
Una de las grandes reformas que el secretario general de la ONU, Kofi Annan, deseaba impulsar con ocasión de la Cumbre del Milenio era precisamente la presupuestaria. Estados Unidos es el principal contribuyente, pero no paga; otros países que se han enriquecido mucho en los últimos cincuenta años, como Japón, Arabia Saudita o Singapur, mantienen un aporte mínimo, correspondiente a lo que eran cuando concluyó la Segunda Guerra Mundial. Pero esa reforma, y otras de gran importancia planteadas por Annan, como el desbloqueo del Consejo de Seguridad (siempre sujeto al veto de las grandes potencias) o la creación de un código penalmundial aplicable de forma automática en las zonas donde la legislación local fuera inservible, tendrán que esperar al menos otro año.
Annan volvió a insistir el miércoles, sin embargo, en la urgencia de aprobar los cambios. �Estamos aquí�, dijo, �para reforzar y adaptar esta gran institución, forjada hace 55 años al terminar la guerra, para que pueda hacer lo que se espera de ella en una nueva era; una era en la que el imperio de la ley debe prevalecer�.
Annan, un diplomático nacido en Ghana que ha conseguido el respeto del Tercer Mundo sin enfrentarse frontalmente a los países ricos, repitió por enésima vez un mensaje duro: �En una era en la que hemos aprendido el código de la vida humana y cuando podemos transmitir nuestros conocimientos de un continente a otro en unos pocos segundos, una madre no puede entender porqué su hijo debe morir de malnutrición o por una enfermedad que pudo prevenirse. Estos desafíos no pueden ser afrontados por un solo país o un solo gobierno �siguió�. Y los cambios no pueden ser detenidos por las fronteras�.
Kofi Annan, que habló inmediatamente antes de que Bill Clinton abriera el turno correspondiente a cada país, rogó a los asistentes que fueran conscientes de la solemnidad del momento: �Este es un acontecimiento único. Una oportunidad única. La responsabilidad, por tanto, es única�.
Cinco minutos de gloria
Cinco minutos para cada uno. En cuanto se rebasa el plazo, se enciende una luz roja visible desde todos los puntos de la sala de la Asamblea General de la ONU. En cinco minutos, cada dirigente debe ser capaz de exponer su visión sobre el futuro de las Naciones Unidas y sobre el papel de su país en el mundo. Esa es la teoría. En la práctica, casi nadie es capaz de limitarse al tiempo concedido. Bill Clinton, muy comedido, utilizó ocho minutos. El presidente venezolano Hugo Chávez llegó a Nueva York proclamando que él no podía conformarse con menos de media hora. Está por ver lo que hará, cuando hoy llegue su turno. Al cierre de esta edición tampoco había intervenido el nunca conciso Fidel Castro, último orador de la sesión de ayer. El orden de los turnos de palabra, decidido por sorteo, resulta pintoresco por lo democrático. En la tribuna no hay preferencias, salvo para Clinton, el primero por presidir el país anfitrión. Pero a Clinton le siguió ayer Teodoro Obiang, presidente de Guinea Ecuatorial. Tras Rusia hablaron las Maldivas, un país diminuto que se hunde poco a poco en el océano. Y España se vio flanqueada por Nueva Zelanda, antes, y Bélgica, después. Otra cosa ocurre en el exterior del hemiciclo. Todos tienen derecho a una comitiva escoltada por la policía, pero cuanto más pequeño es el país, más difícil le resulta a su líder encontrar un lugar apropiado �los equipos de seguridad mantienen a las delegaciones casi encerradas en las pequeñas oficinas de los sótanos� para reunirse con otros dirigentes. |
FIN DE DECADA DE MISIONES DE LOS CASCOS AZULES
Una foja de servicios sin una buena
La misión de la ONU en Sierra Leona, la mayor de todas las misiones actuales, es un fiasco pese a los 12.666 cascos azules desplegados. El colapso del acuerdo de paz, firmado en 1999 por el gobierno y la guerrilla, transformó una misión de mantenimiento de paz en otra de imposición, pero sin medios ni personal militar adecuado.
La ONU organizó en agosto de 1999 un referéndum sobre la independencia de Timor Oriental, ocupado por Indonesia. Confió al ejército de este país (los invasores) la seguridad de los comicios. El resultado: 80 mil civiles asesinados por las milicias proindonesias.
En Kosovo, la ONU acaba de sufrir un revés: 15 presos serbios, algunos de ellos acusados de crímenes de guerra y genocidio, escaparon de una prisión custodiada por Naciones Unidas. No es todo: en un año de administración de la ONU no se ha logrado imponer la paz ni frenar la violencia interétnica ni crear una administración local.
El fracaso de Bosnia-Herzegovina data de 1992. Cuando estalló la guerra, el Consejo de Seguridad aprobó el envío de tropas con armas ligeras; tras la firma de la paz, en diciembre de 1995, el mismo Consejo dio cobertura legal al envío de tropas de combate. Pero ese fracaso bosnio tiene además nombres concretos: Srebrenica, donde a pesar de ser zona protegida por la ONU, los serbios asesinaron a 10 mil musulmanes.
Las misiones de paz las decide el Consejo de Seguridad, cuyos cinco miembros permanentes (EE.UU., Rusia, China, Reino Unido y Francia) ejercen el derecho de veto. Las resoluciones son producto de muchas negociaciones y dilaciones; casi nunca responden a las necesidades reales sino a las componendas políticas. Los países con mejores Fuerzas Armadas, como Estados Unidos, son renuentes a enviar tropas a zonas de conflicto. Tras el fiasco estadounidense en Somalía, Washington apuesta a una solución local: tropas africanas para solucionar los problemas de Africa. La primera puesta a prueba de esta teoría ha sido el fiasco de Sierra Leona.
A menudo, los cinco países con veto culpan a la ONU de los fracasos que ellos provocan. Bosnia y Ruanda son sólo dos ejemplos. Nadie envió cascos azules para evitar el genocidio ruandés en 1994; todos desoyeron al propio secretario general de la ONU Butros-Gali cuando solicitó una policía internacional para separar asesinos de víctimas en los campos de refugiados hutus en Zaire.
Ahora, Estados Unidos pide misiones más pequeñas y efectivas, como si estos fracasos le fueran ajenos. Gran Bretaña propone una solución intermedia: crear campos de entrenamiento para cascos azules del tercer mundo. El único problema es ¿quién entrenará a las potencias en la toma de decisiones?
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