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Una mentira policial suma dudas
sobre el tiroteo de Los Polvorines

Los policías que participaron en la balacera que terminó con uno de ellos muerto declararon que llegaron hasta los ladrones por precisas indicaciones del Comando Radioeléctrico de San Miguel. Pero los registros de esa dependencia los contradicen.

Los ladrones fueron exterminados de 160 balazos, hubo un policía muerto y nueve heridos. Hay sospechas de que el sargento Sánchez fue alcanzado por las balas de sus propios compañeros.

Por Cristian Alarcón

t.gif (862 bytes) Una mentira policial quedó al desnudo en la causa en la que se investiga el desmesurado tiroteo de Los Polvorines. Los policías que encontraron el aguantadero en el que comenzó la balacera más cruenta de los últimos tiempos de la Bonaerense mintieron ante la Justicia al explicar cómo dieron con el escondite de ladrones en el recodo de una villa miseria. La comprobación del engaño se hizo a través de los registros del Comando Radioeléctrico de San Miguel, en el que consta que jamás se transmitió información detallada sobre las señas particulares de los asaltantes ni sobre el lugar en el que se los podría ubicar.
El operativo tuvo tal importancia que además de los 200 policías que participaron asistieron el propio ministro de Seguridad, Ramón Verón, y su cuestionado jefe de policía, Eduardo Martínez. Los ladrones fueron exterminados de 160 balazos, hubo un policía muerto y 9 heridos, varios por el fuego de sus propios compañeros. La mentira policial, corroborada por la declaración de los operadores de radio, confirma la hipótesis de que el megaoperativo estuvo diseñado desde mucho antes del robo al banco que lo motivó.
El asalto a la Banca Nazionale del Lavoro de El Talar del Pacheco fue, técnicamente, un relámpago. En poco más de un minuto, tres jóvenes ladrones, Sergio Torres, Fabio Bricela y Eduardo Leguizamón, hicieron lo suyo: mientras Bricela apuntaba a las cabezas de los presentes con un fusil FAL, sus amigos vaciaban las cajas. Se fueron, juntándose como fetas de un sandwich, sobre el lomo de una motocicleta, y con un bolso en las manos, en el que se supone que llevaban el arsenal con el que luego se defenderían hasta morir. La policía no pudo seguirlos. Ellos aprovecharon la lentitud de las calles angostas de la zona, sobre las que se forman largas hileras de autos en marcha. A las pocas cuadras eran humo. Es por eso que desde el comienzo de las investigaciones resulta un misterio para los pesquisas la forma en que la policía llegó hasta la puerta misma del escondite que los ladrones tenían preparado a 34 cuadras del banco.
Para desentrañar el milagro policial, el fiscal Mario Marini le pidió las explicaciones del caso a los cuatro policías que detectaron el aguantadero. El quinto adelantado de ese grupo era el sargento Julio Sánchez, el policía que murió durante el tiroteo, supuestamente bajado por una bala de su propio bando. En sus declaraciones, los policías que iban en dos móviles del Comando de Patrullas de Malvinas insistieron en que el hallazgo no fue sólo cuestión de olfato. Todos declararon que llegaron a la Villa Alvear gracias a las precisas indicaciones que recibieron desde el Comando Radioeléctrico de San Miguel. Incluso señalaron a un sargento de apellido Carrizo como quien los alertó sobre el lugar indicado: �Se fugaron por la 197. Busquen por la zona de Villa Alvear�, habría sido el mensaje. También aseguraron al fiscal: �Nos dijeron que iban tres en una moto, uno de pelo rubio, uno de pulóver blanco y otro de campera negra�. 
Pero la realidad de los registros de la fuerza no los ayudó en ésta. Si bien no hay una grabación de lo dicho por la radio policial de San Miguel �el aparato necesario está roto hace un año�, cada intervención de un radiooperador queda escrita en un libro. De sus páginas se desprende que a las 10.42 del viernes 24 de agosto un vigilador privado de la Banca Nazionale apretó la alarma con base en el comando de Tigre. Enseguida, desde Tigre se retransmitió a San Miguel la novedad con pocas indicaciones. 
�Moto de alta cilindrada tipo enduro, con tres personas. Una con FAL�, se escuchó en los móviles del Comando de Patrullas. �Desde ese momento y hasta que encontraron la casilla no hubo más indicaciones radiales�, le dijeron a Página/12 fuentes judiciales. Los policías aseguran que una vez en el lugar, gracias a esos datos, fue la avispada mirada del terreno lo que los orientó: �Vimos la huella de la moto y la seguimos�. La huella sobre el barro de la Villa Alvear doblaba por �el pasillo�, un sendero alborde de un arroyo podrido, entre las calles Perito Moreno y Sánchez de Loria, donde comenzó apenas llegó la policía un tiroteo que llevaría más de una hora y cuatro muertes apagar.

 

 

Un forcejeo entre azules

Por C. A.
Si para los ladrones el tiroteo de Los Polvorines fue tan mortal que terminaron con más plomo que sangre en el cuerpo, para la policía no fue gratis: un muerto y nueve heridos. El caos del �megaoperativo� llegó a tal punto que para el fiscal ya está claro que el sargento Claudio Medina recibió el itakazo de un compañero �durante un forcejeo�. La explicación que dio el policía al fiscal fue que intentaba correr a Medina de la línea de fuego haciéndolo retroceder, cuando �en un empujón� se disparó la Itaka y le dio en la pierna. Los investigadores sospechan que varios de los heridos cayeron cuando se produjo un �tiroteo exclusivamente entre policías� en los fondos del rancho que fue escenario del tramo más cruento de la balacera, sobre la calle Estomba. La pregunta que se repite dentro de la propia policía bonaerense es si esos intercambios fueron obra de �un estilo� o si hubo además riñas entre compañeros, que sólo se explicarían por los casi 10 mil pesos que faltan del botín secuestrado a los ladrones.

 

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