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![]() Para Clinton, las señales de un renovado interés ruso en el Caribe pasaron mayormente inadvertidas. Era natural. Su encuentro �cordial� con Castro le acarreó una tormenta de críticas desde los grupos anticastristas, un factor importante para el resultado en Florida de las elecciones de noviembre. Visto desde la comunidad cubano-americana, su supuesto faux pas parecía muy poco inocente. Después de todo, fue bajo su administración que se vieron varias iniciativas de acercamiento al gobierno de Fidel Castro. En 1998, Clinton permitió un aumento de las remesas de dinero enviadas por cubanos-americanos a sus familiares en la isla. El año pasado ocurrió el largo drama del balserito Elián González. El Departamento de Justicia (parte del Ejecutivo de Clinton) defendió desde el primer momento el retorno del niño a su padre cubano y libró un largo duelo contra los anticastristas de Miami. Fue ese Departamento el que ordenó el dramático operativo en el que un comando armado extrajo al niño de la casa de sus tíos-abuelos en esa ciudad. Para colmo, el abogado que defendió los derechos del padre en Estados Unidos era nada menos que Gregory Craig, el mismo que representó a Clinton durante la crisis del impeachment. En junio, por último, los líderes de bloque en la Cámara de Representantes llegaron a un acuerdo para permitir la venta de alimentos y medicinas a Cuba. La Casa Blanca dejó muy claro que estaba en completo acuerdo con la propuesta. Con estos antecedentes a cuestas, ayer Clinton no convenció a sus críticos cuando intentó minimizar su encuentro con Castro. �Simplemente sucedió. Había mucha gente en la sala. Yo estaba hablando (con otras personas), me di vuelta y allí estaba. Aparentemente, había venido (hacia mí) y estaba esperando. El encuentro duró apenas unos pocos segundos�, se justificó. Su secretaria de Estado, Madeleine Albright, socorrió a su jefe asegurando que �fue un encuentro imprevisto a iniciativa de Castro, hablaron unos minutos (pero) solamente fue una conversación cordial�. Las marchas y contramarchas en la historia oficial fueron comentadas con sorna por los diarios norteamericanos. Incluso el generalmente inocuo New York Times bromeó al titular �Fue realmente un apretón de manos�. Ayer Castro dio un último golpe al reunirse en una iglesia en Harlem con varios congresistas del Partido Demócrata de Clinton, quienes manifestaron su oposición al embargo. Para ese entonces el líder cubano ya había puesto en marcha otras iniciativas. Primero, sostuvo un encuentro amistoso de 15 minutos con el secretario general de la ONU, Kofi Annan. Habrían comentado entre risas que el discurso de Castro del miércoles duró �mucho menos de lo que se podía temer�. El líder cubano ofreció la participación de civiles cubanos en misiones de paz de la ONU. Pero fue casi al final de su visita a Nueva York que realizó su movida más importante: el encuentro con el presidente ruso Vladimir Putin. Las relaciones entre sus países nunca se repusieron luego de que Rusia cortara los subsidios a la isla, que perdió el 75 por ciento de su mercado externo. Bajo la influencia de Putin, sin embargo, las relaciones comenzaron a mejorar, con un mayor número de contactos aalto nivel. En ese sentido, el encuentro de ayer (que duró 50 minutos) pareció marcar un nuevo comienzo. Al menos, esa era la idea que querían dar sus protagonistas. El canciller ruso Igor Ivanov enfatizó que �ambas partes se pronunciaron decididamente por la reconstrucción de sus vínculos, especialmente en materia económica y comercial�.
CON AYUDA DE LA MAFIA RUSA
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