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�Hombre de suerte�, la película que
�desapareció� durante la dictadura

El film dirigido por Lindsay Anderson y protagonizado por Malcolm McDowell funciona como una alegoría contra el autoritarismo.

Idea: �Un hombre de suerte�, dirigida por Lindsay Anderson, asume para sí un carácter de fábula iniciática, en la que el héroe es formado por su sociedad y su época.

�Hombre de suerte� fue un film de culto en los años 70.


Por Horacio Bernades

t.gif (862 bytes) En Buenos Aires se estrenó el mismo año de su producción, en 1973, a poco de terminada la primavera de Héctor Cámpora y cuando ya se percibían signos del duro invierno político, social y cultural que estaba por venir. Desde un primer momento, el público porteño la convirtió en una de sus favoritas. De tal modo que pasó a engrosar rápidamente aquellos ciclos del Lorraine y el cine Arte, al tiempo que su banda de sonido, compuesta por el ex �Animal� Alan Price, giraba sin parar en los tocadiscos de la época. De un día para otro, luego del 24 de marzo de 1976 y como tantas otras cosas, Un hombre de suerte �desapareció� de cartel, rumoreándose más tarde que alguien había ordenado incinerar todas las copias. Tal vez haya sido algún militar demasiado identificado con el colega de un país africano que, en la película, pide un químico para rociar con él el país y terminar de una vez con la oposición armada. 
Quizá quien la condenó fue en cambio algún eclesiástico, molesto con esa otra escena en la que una mujer se suicida, junto con sus hijos. No hay que olvidar que, por instrucciones expresas de la censura oficial, estaba prohibido hablar de suicidio por aquel entonces. O tal vez el responsable de la quemazón haya sido un juez, ofendido con ese magistrado que, en Un hombre de suerte, se hace flagelar en los ratos libres. Lo cierto es que la película dirigida por el británico Lindsay Anderson desapareció y prácticamente no volvió a aparecer en la Argentina. Ni en algún ciclo de reposiciones, ni en la televisión, ni en video. Y eso que venía distribuida por una major estadounidense. Recién ahora sale en video Un hombre de suerte, motorizada en buena medida por la demanda de esos nostálgicos que nunca faltan, en versión completa (conviene tener en cuenta que ya de entrada se había estrenado con cortes). La edita el sello RKV, el mismo que hace unos años había lanzado su predecesora If.... 
Hay una clara continuidad entre If..., que es de 1968, y Un hombre de suerte. Continuidad que se prolongará más tarde en Hospital Britannia y que viene dada, en principio, por la presencia en las tres del mismo actor, Malcolm McDowell, a cargo de un personaje que en todos los casos lleva el mismo nombre, Mick Travis. En todos los casos, se trata de alegorías sociales y de época. 
De casi tres horas de duración y rociada de peripecias formativas, Un hombre de suerte asume para sí un carácter de fábula iniciática, recogiendo una frondosa herencia literaria que va del Pilgrim�s Progress a Barry Lyndon, pasando por Tristram Shandy y Tom Jones. En todas ellas, el héroe es formado por su sociedad y su época y eso es lo que ocurre con este lucky man, Mick Travis, que empieza siendo un ingenuote lleno de entusiasmo, simple vendedor de café para la firma Imperial (por si alguien no había advertido el carácter de alegoría política, allí está ese nombre para recordárselo) que será traído y llevado por las circunstancias, describiendo la típica curva (ascenso y caída) que aquellos antecedentes literarios determinan. 
La peripecia de Travis lo hace entrar en contacto con todas las instancias del poder social, llámense policía, empresarios, hombres de negocios, gobernantes extranjeros, militares, médicos. Finalmente la Justicia lo condena y el sistema carcelario lo �reeduca� (son llamativos los puntos de contacto entre Un hombre de suerte y La naranja mecánica, remachados por la presencia en ambas del emblemático McDowell), dejándolo listo para seguir siendo una víctima social. Podría argüirse, no sin razón, que la estructura de hierro del guión y la puesta en escena terminan resultando tan deterministas como el autoritarismo que denuncian y condenan, si no fuera porque esto es reconocido desde la propia ficción. En efecto, en la última secuencia aparece en escena Lindsay Anderson, aplacando con un soberano cachetazo el intento de rebelión de Travis, y cerrando el círculo que convierte al muchacho en actor de una película llamada... Un hombre de suerte. 

 

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