opinion
Por Alicia Castro * |
Chacho Vuelve
Cuando el vicepresidente Alvarez denuncia ante la Justicia los gravísimos hechos ocurridos en el Senado, reafirma su compromiso en la construcción de una sociedad asentada sobre la transparencia y el valor de la palabra empeñada. A diferencia de los regímenes autoritarios, que constituyen su poder en la manipulación y el secreto, los regímenes democráticos se sustentan en la circulación de la palabra pública, en la discusión y en la negociación, cuyo eje vertebrador es la formación de consensos en el Parlamento. Si estos consensos fueron falseados mediante el soborno, si se compraron voluntades para aprobar una reforma laboral contraria a los intereses de los trabajadores que beneficia a los grupos de poder concentrado, la sospecha del ciudadano común sobre la decadencia de las instituciones está plenamente justificada. Se impone, entonces, el saneamiento de las instituciones de la República. Cuando el vicepresidente Alvarez augura un proceso de �manos limpias� como el ocurrido en Italia, que arrasó con la corrupción en la política italiana, desmoronando como un castillo de naipes a los partidos tradicionales, muy lejos de asestar un golpe a las instituciones, pretende instalarlas en el eje de la transparencia. No es casualidad que esta voluntad política provenga del jefe del Frepaso, el partido que nació para abrir una brecha en los acuerdos bipartidistas, denunciando la impunidad de los militares golpistas y que se nutrió del descontento del Pacto de Olivos. En Italia los juicios por corrupción alcanzaron a encarcelar aproximadamente a mil novecientos políticos y empresarios asociados, atravesando a las formaciones políticas tradicionales: la Democracia Cristiana y el Partido Socialista que estaba en ese entonces en el gobierno. Esa violenta crisis terminó con estos partidos y dio origen a un nuevo reagrupamiento de fuerzas sociales y políticas que culminaron en la coalición del Olivo. La enseñanza del caso italiano demostró la escasa funcionalidad de los partidos tradicionales en una sociedad que reclamaba transparencia, frente a la consagración del secreto mafioso (la omertá). Con esta muestra de coraje cívico y decisión política, nuestro vicepresidente vuelve a ser Chacho �repiten los militantes�. Presumiblemente hastiado de acompañar medidas injustas �como la precarización laboral y la rebaja de salarios�, previsiblemente incómodo de seguir al pie de la letra neoliberal las recetas de los organismos multilaterales de crédito, tales como la privatización de la salud o la eliminación de la carrera del investigador, visiblemente irritado porque estas medidas, además de resultar impopulares son ineficaces. Chacho Alvarez no hace cálculos. Nunca los hizo. Pero sabe que estamos ante la oportunidad única de renovar las instituciones y apuesta a romper el pacto de silencio e impunidad de la corporación política. También es ésta la oportunidad para que Chacho impulse otros aspectos pendientes del cambio prometido por el Gobierno, tales como las políticas activas de empleo y producción, la distribución equitativa del ingreso y la lucha contra la exclusión social. También es ésta la oportunidad para reconstruir la alianza social que llevó a esta coalición de partidos al poder. La vuelta de lo mejor de Chacho no es sólo una buena noticia para el Frepaso. Puede augurar el cambio de rumbo que la gente espera de nosotros.
* Diputada nacional Frepaso-Alianza. Secretaria general Aeronavegantes. |
opinion
Por Darío Alessandro * |
Hacia el lugar donde empezó
Chacho Alvarez va hacia el lugar que pensó y empezó a recorrer cuando se apartó del Partido Justicialista. Su norte fue construir una fuerza política que abriera una opción de cambio en la Argentina. El salto del Frente Grande al Frepaso y desde allí a la conformación de la Alianza como alternativa de gobierno en la Argentina concentró sus horas y esfuerzos. En ese sentido su rol de jefe político del Frepaso y vicepresidente no se aparta de este camino que sin duda nadie puede suponer haya sido un diseño de laboratorio, sino un recorrido que reconoce marchas y contramarchas, luces y sombras que reflejan parte de un ciclo de la vida misma.
Así, las iniciativas individuales se desarrollan en ese proyecto que reconoce la necesidad de una búsqueda constante y renovada de acuerdos nacionales, que privilegia las coincidencias que existen en la sociedad, como la única vía para que la Argentina deje atrás una situación de empobrecimiento, material y moral, en la que aparece sumergida desde hace décadas. Su postura actual, de acompañar sin dobleces las decisiones gubernamentales, asumiendo costos al apoyar diferentes medidas económicas, complejas y difíciles de asumir en la coyuntura, pero sustentables como parte de mejoras sentidas por todos, lo alejan de cualquier encasillamiento. Tanto aquel que lo alinea al rol de mero ejecutor, como al de una vocación meramente testimonial o de la denuncia en sí misma. En ese contexto, la responsabilidad de gobernar está asumida plenamente.
En forma simultánea a ese grado de responsabilidad, se conserva intacto el compromiso original, fundacional, de que si la política no cambia, si la corrupción no desaparece de la vida pública, no hay posibilidad alguna de que exista esa �opción de cambio� a la que me referí antes. Teniendo en cuenta que los tiempos de las demandas políticas y sociales urgen a los tiempos de las acciones institucionales, aun así es posible compatibilizarlas y de esa manera una vida de servicio demuestra que responsabilidad y compromiso o ética de la responsabilidad versus ética de las convicciones no son contradictorias, sino que pueden articularse en el discurso y en la práctica política.
Algunos �realistas� aseguraban un camino catastrófico, crisis institucional y golpe de los mercados si no se frenaba la ofensiva a favor de conocer la verdad y darle intervención a la Justicia. Nada de eso ocurrió. Es más, la necesidad social de terminar con un sistema político degradado nos remite al énfasis puesto en la marcha de la economía y en la posibilidad histórica de recrear el funcionamiento de las instituciones en forma transparente. Estos son objetivos convergentes. Ese es el camino de Chacho, el Frepaso y la Alianza.
* Presidente del bloque de la Alianza de la Cámara de Diputados. |
opinion
Por Eduardo Jozami * |
Contra la vieja política
Cuando es aún incierta la salida de la crisis, muchos se preguntan cuál es el objetivo de Chacho Alvarez cuando enfrenta a los senadores y reclama el avance de la investigación. La mayoría de las respuestas encubren mal la confusión o el resentimiento de buena parte de la dirigencia, pero no aportan para recuperar a la actividad política de su actual degradación. Las imputaciones al vicepresidente nos recuerdan las que hacían años atrás muchos concejales porteños que atribuían a nuestro afán de notoriedad las denuncias de corrupción. Les decíamos que podían sumarse también ellos y mejorar su imagen y la del Concejo Deliberante, pero se lo impedían una historia comprometida o un mal entendido espíritu de cuerpo: en cualquier caso eran, por lo menos, cómplices. El manejo de fondos en la Legislatura de la provincia y el hecho emblemático de que el juez que investiga al Senado esté tan cuestionado indican cómo la corrupción se ha generalizado. No se protege a las instituciones tapando estos hechos, porque la debilidad de nuestra democracia tiene que ver con el escepticismo de la población. Por eso hace falta una profunda discusión pública sobre la crisis de representación y una reforma que imponga limitaciones tan severas al financiamiento de los partidos como las aprobadas en la Capital. La articulación entre la política y los grandes negocios es el eje de la corrupción. El Frepaso, la fuerza constituida para renovar la política, está hoy también afectado por las denuncias. El replanteo de Chacho alienta una reflexión autocrítica y un retorno a las fuentes: en un partido basado en la participación, el debate de ideas y la vinculación con el movimiento social, difícilmente operadores inescrupulosos podrán encaramarse en los niveles de conducción. La corrupción adquirió con el menemismo ribetes escandalosos, porque sólo un grupo de aventureros podía desguazar el Estado de modo tan vertiginoso. Las coimas en el Senado sirvieron para aprobar una ley que no aceptaba la mayoría de la población. La corrupción tiene siempre que ver con lo que no puede imponerse a la luz del día. Por eso es que las reformas para devolver trasparencia y prestigio a la función pública tienen como marco necesario una política que se apoye en los intereses de las mayorías, en el combate al desempleo y la exclusión social. Hay que desarmar de modo integral el modelo menemista. La actitud de Chacho destapando las cuevas de la vieja política, poniendo en primer plano a los oscuros personajes que se beneficiaban de una suerte de clandestinidad, despierta hoy una expectativa muy importante. Profundizando ese camino podrá contar con el apoyo de todos los que siguieron al Frepaso porque estaban hartos de la vieja política y de la creciente injusticia de nuestra sociedad.
* Subsecretario de Vivienda, Gobierno de la Ciudad. |
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