Por María Moreno
�Mirá, que si me siento encima tuyo te destrozo, peso 92 kilos.
�Mirá, que yo te banco, peso 120.
La flamante secretaria Lohana Berkins amenaza con hacerle sentir el impacto de su anatomía a su �jefe�, Patricio Echegaray. Eso cuando los dos se imaginan posando para el cliché historietístico de la secretaria sentada en la falda del ejecutivo mientras toma notas en un block. Lohana, conocida militante travesti, protagonista de las largas jornadas de lucha por la eliminación del artículo 71 del Código de Convivencia Urbana, ha conseguido un trabajo en la Legislatura. Como secretaria y asesora en derechos humanos del bloque de Izquierda Unida pone stop en el casete de una izquierda en donde ya no cabrían aforismos como el de la Cuba de Fidel: �La revolución no necesita peluqueros� o el de la Argentina de los 70: �No somos putos, no somos faloperos...�
�Esto tiene que ver con una serie de propuestas de Izquierda Unida por las minorías discriminadas �explica el diputado Patricio Echegaray�. En el plano personal soy un individuo que tuvo la suerte de recibir influencias culturales muy amplias a partir del congreso nº 16 y de la experiencia internacional. En el Partido Comunista Chileno, Gladys Marín incorporó al comando de campaña a representantes de minorías sexuales, de la mujer, de jubilados. Y la campaña presidencial de Izquierda Unida tuvo un grado de simultaneidad con la chilena.
Lohana no piensa acceder a ningún cliché y ha puesto sus pies en la Legislatura adoptando el sport ascético de la mujer moderna, pero sin dejar de acatar los dictámenes del espacio antiimperialista que la convoca: ha suprimido las hombreras y el traje de dos piezas de escote cerrado que las norteamericanas consideran un uniforme a prueba de acoso sexual eligiendo un jean y una camisola de �descamisada� (después de todo su estilo oratorio tiene cierta marca evitista).
�Parece demagógico porque él está presente, pero el recibimiento ha sido bárbaro y el trato, respetuoso. En ningún momento me siento la figurita o �lo extraño� dentro del contexto. Y no es que esté ensañada con la Alianza, pero no puedo olvidar que a nosotras no se nos haya reconocido como uno de los colectivos más oprimido ni se hayan oído nuestros reclamos. Cuando me topé con ellos acá y al saber que yo estaba trabajando, eran puras felicitaciones hacia Patricio. Entonces la pregunta que yo me hice es ¿por qué ellos que tienen más poder, más estructura, no hicieron eso? ¡Qué hipocresía es venir a saludar! Aparte de las felicitaciones, deberían seguir el ejemplo y tomar travestis para que yo no me sienta tan sola en el sentido genérico.
Patricio Echegaray reconoce que el hecho de que Lohana sea la secretaria y asesora de derechos humanos del área debería ser algo �natural� y no motivo de nota.
�Hay que destacar la capacidad de Lohana y en todo caso hay que hacer una reflexión más general sobre discriminación, sobre la manera en que ésta frustra la posibilidad de usar capacidades enormes de recursos humanos de una calidad extraordinaria que no son aprovechados por la fuerza del prejuicio.
A la hora de las fotos, Echegaray, que ha leído a Foucault y lo cita, intenta ponerse lo más lejos posible del sillón ejecutivo, negro y neumático que hay en su despacho. (Durante la entrevista llega al exceso de hacer sentar en él a la cronista.) Y presiona a Lohana para que pose allí.
�Te recuerdo que soy yo tu secretaria y no vos mi secretario.
Bajo cuerda, ella dirá: �En realidad todos estos son mis asesores�.
�La gente entiende �dice Echegaray� que los corruptos no son estos señores que están ahí, no son tres o cuatro, sino que empieza a percibir que la corrupción es el modelo económico social, que hace que mueran 55 niños por día en el país de la comida por falta de ingestión de caloríasmínimas, que haya quince millones bajo el nivel de pobreza, 4 millones en la indigencia.
Echegaray no puede evitar que las grandes palabras de la política disfuminen la temática de la nota. El �jefe� habla de una política para las minorías y para las mayorías empobrecidas. Para su secretaria no hay una �y� entre los dos elementos. Las travestis se encuentran invisibilizadas en las mayorías empobrecidas, registradas en las encuestas con su identidad biológica masculina.
�La gente piensa que el único problema que tenemos es con quien nos acostamos de nuestros mismo sexo o no. No piensa que nosotras también estamos atravesadas por razones políticas como el neoliberalismo, simplemente porque no aparecemos en esas listas de pobreza, de hambre, de exclusión. Necesitamos una política que reconozca el valor crítico de la diferencia. Que a mí se me diga mañana en este espacio �mirá, no das el perfil para aquello para lo que se te contrató� me parece bien, pero anteponer barreras por el mero hecho de la elección de una identidad diferente, eso me parece de una criminalidad que no tiene nombre. Por eso es importante mi presencia, no en el espacio de la Izquierda Unida en sí sino en el ámbito físico de la Legislatura. Por ejemplo, vinieron el otro día los Vecinos de Palermo, me dieron un proyecto y ¡lo recibía yo! Que les haga reflexionar que hay otros modelos de persona y no el arquetipo travesti. Porque el trato que se me está dando a mí en toda la Legislatura no es el mismo que cuando veníamos con el cartelito a la puerta. Cuando me veían afuera éramos las desaforidas (término acuñado por Berkins, mix de desaforada y forajida) que venían a desestabilizar no sé qué. Ahora soy una par, una compañera de trabajo y están obligados a dispensarme otro tipo de trato. Esto va a ser muy importante, no para mí en lo personal, sino para las travestis, para los gays y las lesbianas. Lo importante es la construcción de un modelo participativo sin que ninguna parte esté afuera.
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