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Domingo de sol y lluvia 


1 Cuando Pablito Aimar mata la pelota con el pecho, cuando le da vida con el botín derecho, cuando mete un caño, cuando sale entre tres rivales dejando libre a un compañero, cuando oxigena la mitad de la cancha, cuando acelera y desparrama rivales, cuando mete centros letales, cuando levanta la cabeza
y mira el panorama, cuando Pablito Aimar juega, el fútbol es más fútbol. Fue la figura indiscutible en el 
partido contra Talleres. Con la belleza y la contundencia de su juego iluminó la tarde de Núñez. Si todos jugaran como Aimar, la gente tendría que ir a la cancha con anteojos negros. 

2 Garuaron silbidos en Núñez cuando en el segundo tiempo, con el partido 3 a 1, el equipo de Gallego perdió la brújula, se quedó, y los cordobeses empezaron a tocar y tocar de derecha a izquierda, de 
izquierda y derecha y pocas veces en profundidad. 
Tranquilos, los defensores de River esperaban a un rival que tiraba el jab desde distintas posiciones, pero 
tenía puestos guantes de veinte onzas, por lo que no lastimaba a nadie. Silbaban a los hinchas de Talleres que cantaban ole y, de paso, le mandaban un mensaje al equipo propio. ¿Los hinchas de River están mal acostumbrados?, ¿tienen exacerbado el espíritu crítico?, ¿son demasiado exigentes? ¿se quejan de llenos?, ¿tienen derecho
al pataleo? Todas las preguntas pueden contestarse afirmativamente.

3 En el diluvio que suele inundar al fútbol argentino están anotados los dirigentes de Huracán, cada uno abriendo una canilla, manipulando una 
manguera o volcando baldes de despropósito. La decisión de vender a Gastón Casas antes del clásico contra San Lorenzo, un par de día antes del partido más esperado de los últimos años, es sencillamente absurda.
No le dieron al jugador la posibilidad de despedirse, privaron a los hinchas de una carta vital, aunque sea 
por última vez y, de paso, mostraron su debilidad en la negociación con el Betis. Es lógico suponer que
la venta se podría haber hecho igual hoy que el jueves pasado.
4 Con el programa de partidos que se presentaba y con el asesinato del hincha de Talleres, Roque Pablo Miranda, todavía fresco en la memoria, los nubarrones de la violencia sobrevolaban en varios estadios. Huracán-San Lorenzo, Gimnasia-Estudiantes y Lanús-Los Andes eran los tres encuentros que más temor generaban, pero afortunadamente no se produjeron incidentes graves. 

5 Un grupo de plateístas de Vélez no le perdonó al defensor de Independiente, Javier Páez, quien junto a unos familiares miró el partido desde esa platea, un leve festejo del gol del empate, un minuto después de que Vélez se había puesto en ventaja. Se le fueron al humo para pegarle y los insultaron en todos los idiomas. Dos mujeres policía debieron intervenir entre empujones y tironeos. Páez se fue de la cancha custodiado y antes de salir comentó: �No lo festejé, no soy loco, sólo me reí�.

6 La tormenta que se cierne sobre Independiente amenaza descargar maleficios a mares. Su técnico Osvaldo Piazza no consigue formar un elenco estable que pare el chaparrón, y ni siquiera la delegación de la OEA que tiene en el plantel consigue darle una mano. Ayer, sólo el chileno Mario Núñez jugó de entrada, luego de que Piazza decidiera darle descanso a otro trasandino, Sebastián Rozental, y pusiera en el banco al uruguayo Diego Forlán, olvidándose por ahora del paraguayo Carlos Estigarribia y del colombiano Fram Pacheco. Tuvo que ser un avioncito de esos que paran los incendios el que lo salvara ayer del ahogo. Y Pascualito Rambert, con antecedente francés, es bien de acá. 

7 Un poco de sol proyectado desde las cercanías de la cancha de Huracán hacia el fútbol, todo con este dato: más de cien personas expresaron su voluntad de donar sus órganos a través de dos puestos montados por el Gobierno porteño en el estadio Tomás A. Ducó, de Parque de los Patricios, antes del clásico. Según informaron voceros del programa de procuración de órganos porteño, que dirige Jorge De Luca, antes del partido se habían recibido poco más de cien donaciones por parte de los asistentes al partido. �Esta fue una iniciativa del Club Huracán, que ofreció colocar los puestos en todos los partidos que juegue de local. De este modo, sumamos una mesa de información más y estamos dispuestos a hacerlo con otros clubes, si nos incluyen dentro de la organización�, explicó De Luca. Más de mil personas al mes expresan su voluntad de donar sus órganos a través de los puestos montados por el Gobierno porteño en plazas y paseos, según datos que maneja la Secretaría de Salud de la ciudad. 


8 Sol y lluvia en un solo jugador. Ariel Ortega consiguió su primer gol desde su regreso al fútbol argentino. Recibió con mucha libertad en el área un pase de Saviola, frenó la pelota con la derecha, hizo pasar de largo a su marca y clavó el zurdazo al segundo palo de Cuenca, que no pudo hacer nada. Lindo gol, pero lo cierto es que, al margen de esa jugada, Ortega hizo poco y nada. Estuvo muy lejos del nivel que había mostrado en el encuentro contra Rosario Central, aunque ese día no marcó ningún gol. Los hinchas de River, que lo idolatran, lo despidieron con una ovación cuando fue reemplazado. 

9 El pibe Muñoz, el buen arquero juvenil que pasó de Boca a Los Andes, tuvo una tarde negrísima: sin atajar mal, debió ir a buscarla seis veces al fondo del arco. Sólo en el quinto hubo deficiencia suya, pues no cortó la pelota cruzada, pero en el resto... nada que hacer. Incluso le atajó un penal a Vilallonga. Tan oscura fue su tarde como necesaria para opacar los brillos de la campaña de los milrayitas del invicto interminable. Cuando se cae después de tanto, se hace mucho ruido: rayos y truenos.

10 En el mismo partido en el sur, el sol salió para uno, con dos destellos mágicos: Rubén Capria tuvo uno de esos días que solían ser frecuentes. Jugó bien, condujo a Lanús y convirtió dos goles, los primeros, que abrieron un partido hasta entonces cerrado. Y no sólo eso: es el cielo de Lanús el que puede despejarse a partir de la actuación de ayer. 

 

 

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