Los senadores justicialistas Remo Costanzo y Emilio Cantarero.
El secretario de uno y el abogado del otro tienen casa en Golfer�s.
Por Diego Schurman
No se lo recuerda como un amante de los links. Pero el fin del milenio encontró a Carlos Liporaci alquilando una generosa casa en Golfer�s, un selecto country de Pilar. Al juez que investiga si hubo sobornos en el Senado, el capricho no le salió gratis. Además de los 3 mil pesos promedio en concepto de alquiler, debió erogar en ese exclusivo centro de golfistas unos mil pesos mensuales entre expensas y jardinero.
El chalet que el magistrado le alquiló a Nino Franzioza, un importante empresario de la industria, está ubicado en la calle América, en una de las zonas más cotizadas del country a la que llaman Beverly Hills. En total son 2 mil metros cuadrados, de los cuales unos 250 son de superficie cubierta.
Ocupa prácticamente un cuarto de manzana y está a la vuelta de la capilla del country club �Nuestra Señora de la Paz�, y a varias cuadras del campo de golf de 18 hoyos, uno de los que frecuentaba Carlos Menem durante sus años de presidente.
Nadie vio a Liporaci compartir partidas con el ex mandatario. Pero su relación con el menemismo la desnudó Domingo Cavallo al recordar la servilleta de Carlos Corach con los nombres de los jueces que le respondían a Menem. Los más importantes fallos del magistrado favorecieron a Víctor Alderete, José Luis Manzano y Raúl Moneta, todos hombres vinculados con el antecesor de Fernando de la Rúa.
La fachada de la casa es de ladrillos a la vista. Tiene techo de tejas a dos aguas, garaje y pileta. En una muestra de buen gusto, el jardín está atiborrado de plantas, dispuestas para cuidar al detalle la combinación de colores y la distancia entre unas y otras.
En Golfer�s aseguran que Liporaci utilizó el chalet como un �hogar de transición� desde su ex casa del barrio Flores hasta la actual casona de la calle Gaspar Campos, valuada en un millón y medio de dólares. Y que desde hace por lo menos dos meses que no frecuenta uno de los paraísos de Pilar.
Según cuentan sus ahora ex vecinos, el juez que acapara la atención de todo el país mostraba sin tapujos su debilidad por la tira de asado y la molleja.
�En el verano se lo veía siempre cerca de la parrilla con pantalones pescadores y la barriga al aire� recordó uno, jocoso, pidiendo mantenerse en el anonimato.
Rodeado de un majestuoso paisaje de pinos y setos, este último lluvioso fin de semana otro vecino del country apuntó más detalles:
�Estaba siempre bronceado, con anteojos de sol enormes y se movilizaba con la mujer en un Regatta verde clarito y un Laguna azul, los dos con vidrios polarizados.
Como juez federal, Liporaci percibe un sueldo de alrededor de 5 mil pesos. Su paso por Golfer�s lo habrá dejado con los bolsillos flacos si se tiene en cuenta que unos 4 mil pesos se le esfumaban entre el alquiler, las expensas y el jardinero. No están computados los gastos que le generaban los autos ni los asados. Muchos menos el dinero que guardaba en el chanchito para comprar su flamante casa de Vicente López, de 1200 metros cuadrados.
Los vecinos
Cuando Liporaci desembarcó en Golfer�s, no imaginaba tener en sus manos una causa que involucraría a varios de sus vecinos de country. Desde el senador Jorge Yoma hasta Martín Fraga, secretario de Remo Costanzo, pasando por Andrés Marutián, el abogado de Emilio Cantarero, a quien La Nación señaló como uno de los legisladores que fue coimeado.
Yoma fue uno de los primeros en resistir a la idea de la existencia de sobornos en la Cámara alta. Aunque después buscó impactar presentando la renuncia a su banca para que, inmediatamente, la Legislatura de La Rioja no se la aceptara y lo ratificara en su cargo. En estos días, Yoma ocupa en el country la misma casa que dejó Liporaci para mudarse a la calle Gaspar Campos. El senador riojano es conocido por sus vecinos desde hace años. Y en el �95 hasta apareció en Noti Golfer�s, la revista del country. Su mención fue por una deuda en el pago de las expensas de su anterior casa, una información que él siempre negó.
Seguramente, de seguir viviendo en Pilar, el juez hubiese tenido oportunidad de preguntarle a Martín Fraga sobre el anónimo que circuló en el Senado y que el vicepresidente Carlos �Chacho� Alvarez leyó profusamente durante una reunión de la Comisión de Labor Parlamentaria.
El anónimo sobre el circuito del dinero con el que se habría pagado coimas dice de él: �Martín era el que había repartido la mayoría de la plata enviado por Costanzo. La situación se empeoró, pues Martín, que vive en un barrio cerrado de la provincia, al llegar a la casa le comentó a la mujer y no durmieron de miedo en toda la noche. Tales fueron los miedos de Martín que Costanzo lo subió a un avión y lo envió de vacaciones junto a la mujer al Caribe�.
La casa de Fraga en Golfer�s está en un terreno dispuesto en triángulo. Es de aproximadamente 270 metros cuadrados, tiene 3 dormitorios y un living comedor de 68 metros cuadrados. Además, cuenta con una pileta con heater (calentador) para disfrutar el agua con la temperatura justa. Es junto a la gourmet Marta Katz uno de los pocos socios afortunados de contar con ese sistema.
En el mundillo político aseguran que el vínculo de su padre con el senador Eduardo Bauzá le permitió controlar uno de los registros automotores de Pilar. En el country suele llamar la atención de sus vecinos por sus paseos en un cuatriciclo último modelo.
Marutián es de más bajo perfil. Vive en La Isla, otra de las zonas cotizadas del Golfer�s. Antes de ejercer la defensa de Cantarero, hizo ese trabajo para el extinto dictador Roberto Viola. Además fue secretario de Política Penitenciaria y Readaptación Social.
En el country conviven otros personajes de la política ajenos al escándalo del Senado. El ex secretario de cultura y actual legislador porteño, Mario �Pacho� O�Donnell es uno de ellos. Humberto Bollochio es otro. El ex miembro del directorio de la Anssal, y de la intervención de APS por obra y gracia de Bauzá, es reconocido como experto jugador de golf, un deporte con el que Liporaci tiene una deuda.
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Jorge Yoma tiene chalet.
Era el que ocupaba el juez. |
El paraíso que eligió el Sr. Juez
El Golfer�s country club está a 60 kilómetros de Buenos Aires, sobre la ruta 34 y a 4 kilómetros del tejido urbano de Pilar. Para ingresar hay que atravesar un camino arbolado �el mismo que conduce a la Asociación Argentina de Polo� y luego sortear una valla de seguridad. Los chalets que se distribuyen a lo largo del predio de 160 hectáreas son celosamente custodiados por personal de vigilancia. La mayoría se asientan en espaciosos terrenos y cuentan con pileta propia.
Para comprar uno hay que llegar con una recomendación bajo el brazo y luego desembolsar 10 mil dólares para asociarse, paso imprescindible para utilizar las instalaciones. El juez Carlos Liporaci zafó de ese pago ya que no fue propietario sino inquilino.
Como en cualquier club, allí se desarrolla todo tipo de actividades deportivas. Pero a diferencia de éstos ofrece un campo de golf con los 18 hoyos reglamentarios. Para quienes quieren pedir perdón por sus pecados, el Golfer�s tiene una capilla propia, la de Nuestra Señora de La Paz, donde se brindan servicios religiosos todos los domingos. En esos días, sin embargo, lo habitual es ver a los chicos jugando con sus kartings a baterías por las callecitas internas. A los no tan chicos también se los ve paseando, pero en autos de todo tipo, color, modelo y procedencia. Para todos, la parada obligada es el Club House, donde se encuentra la proveeduría Eco y el salón de fiestas. |
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