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Por Claudio Uriarte

Palestina ya existe

Israel tiene la fuerza a su favor, pero los palestinos tienen el tiempo, la ocupación física del espacio y su tasa de crecimiento demográfico. Es incierto si la nueva ronda de negociaciones entre los dos, acelerada algo artificialmente por la inminencia del cambio de guardia al frente de la superpotencia patrocinante (Estados Unidos), derivará o no en la mil veces demorada concreción de un acuerdo final que incluya todas las cuestiones clave, especialmente el status futuro de Jerusalén, pero puede decirse que Yasser Arafat tiene todo que perder y nada por ganar si acepta un acuerdo que no le permita reivindicar la mayor parte de Jerusalén oriental como la capital del futuro Estado palestino. Desde luego, un fracaso de las negociaciones en esta etapa crítica puede llevar a corto plazo a la caída del gobierno moderado de Ehud Barak en Israel, y poco después al estallido de una violencia generalizada. Y desde luego, Israel sigue teniendo los medios militares para aplastar una revuelta palestina y aún para reconquistar el 40 por ciento de territorio cisjordano que ya está bajo control palestino y constituye la maqueta del futuro Estado. Pero lo decisivo no son los medios militares, sino la voluntad de usarlos. Vista la explosión de felicidad que produjo en Israel el desbande de sus fuerzas en Líbano en junio pasado, parece que el pueblo guerrero se está cansando de serlo. Es más: la Intifada palestina de los años 80 nunca derrotó en ninguna instancia crítica a las fuerzas de defensa israelíes, pero corroyó de modo decisivo la confianza de los israelíes y sus jefes políticos y militares en su capacidad de largo plazo para asimilar o neutralizar las mayorías palestinas en los territorios ocupados tras la guerra de 1967. En este sentido, la anexión de Jerusalén oriental y la proclamación del conjunto de la ciudad como capital indivisible del Estado nunca fue más que una expresión de deseos sublimada en formulismo legal, y reconocida como tal sólo por dos pequeños países centroamericanos. Porque Jerusalén oriental nunca fue desarabizada, y sus habitantes hoy descansan más en la policía y los servicios de seguridad palestinos a la hora de defender sus propiedades y dirimir sus pleitos. Continuar la ocupación es inviable, a menos que Israel se prepare a enfrentar una Intifada en el mismo corazón de su �capital indivisible�. Por eso, Arafat puede postergar por un tiempo la proclamación unilateral de su Estado independiente: porque ese Estado ya existe de facto, así como su capital.


 

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