Por Roque Casciero �Como conozco bien el folklore, me gusta más desarmarlo que hacerlo tal cual. En general, no respeto las formas y desarmo hasta las palabras, si puedo. Me gusta que las cosas estallen�, dijo hace poco Liliana Herrero en una entrevista publicada por Página/12. Y fue precisamente eso lo que hizo en la apertura de �Los viernes, música�, auspiciado por este diario y Buenos Aires Música, el programa de promoción cultural que lleva adelante el gobierno porteño. El ciclo continúa con La Chicana (esta semana), Patio de Tango (el 22) y Juanjo Domínguez (el 29). Lo de hacer estallar las formas no es novedad para Herrero, que viene haciéndolo con valentía desde hace rato. Con su personal registro vocal, con matices que van desde el grito pelado al susurro más íntimo, esta folklorista se ha ganado el desprecio de algunos tradicionalistas, y el respeto de quienes prefieren abrir los oídos antes que encerrarse en dogmas. Y de estos últimos hay en todo el mundo, como lo demostraron los mensajes recibidos por correo electrónico durante el concierto, que fue transmitido en vivo a través de Internet. Por momentos, los servidores estuvieron saturados por más de mil ochocientos usuarios que siguieron el canto de Herrero. Más, por cierto, que los que se acercaron al recinto de la avenida Belgrano a presenciar el recital. Seguramente el frío y la lluvia torrencial de la noche del viernes tuvieron mucho que ver. La propia cantante agradeció a quienes fueron. �Yo me hubiera quedado en casa viendo HBO Olé�, bromeó. El repertorio elegido por Herrero también fue una muestra de su eclecticismo: hubo obras de Jaime Dávalos, Fito Páez, Juan Falú, Homero Manzi, León Gieco, Violeta Parra, Raúl Carnota y Adolfo Abalos, entre otros autores. Desde el comienzo con �Algarrobo, algarrobal� hasta el final con �Romaria� (al que se sumó espontáneamente el público), la cantante hizo honor a su condición de intérprete, porque entregó sus propias versiones de canciones conocidas y no tanto. La compañía del guitarrista Diego Rolón fue exquisita, con virtuosismo para los arpegios y los arreglos poco convencionales, como su forma de tocar bordeando lo percusivo en la chacarera doble �Donata Suárez�. Y resultó igualmente sólido e inspirado cuando recurrió a la electricidad y los efectos para una potente �Cinco siglos igual�, la movilizadora �Chayita del vidalero� y una conmovedora �Canción del jangadero�, que Herrero dedicó a su tierra, Entre Ríos (�Dicen que Jaime Dávalos la compuso cuando bajó de Salta y quedó maravillado con ese infinito de agua que es el Paraná�, señaló). Un par de entradas en falso (en �Parte del aire�) por las que Herrero pidió disculpas estuvieron más que compensadas por la emoción de �Milonga triste�, �A San Javier� y �Volver a los 17�, la fuerza del clásico �Si llega a ser tucumana� y la gracia de �Salamanqueando pa�mí�. Cuando promediaba el concierto, después de una extraña versión de �Agitando pañuelos�, la cantante creyó necesaria una aclaración: �Esta es una zambita que apareció hace poco en mi repertorio. Tuve la suerte de cantarla con Adolfo Abalos en el homenaje que le hicieron en el Teatro San Martín. Esa noche la hicimos recontra legal. �Como es�, dicen los folkloristas... ¿Cómo será?� La pregunta quedó flotando, pero Liliana Herrero conoce la respuesta. Y quienes disfrutaron de su concierto, al menos pueden intuirla.
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