Por Fernando D�Addario
A Juan Gelman, la noticia del Premio Juan Rulfo de Literatura lo sorprendió mientras ejercía ese tipo particular de creación que es trabajar sobre un puñado de poemas ya escritos. �Era domingo a la mañana, porque yo me enteré un día antes de la confirmación oficial, y estaba acumulando poemas, tratando de darles un sentido, una forma, para un próximo libro�, contó ayer desde México. �En el momento en que trataba de ver cuántos poemas sobrevivirían, si es que sobrevivirá alguno, me dieron la noticia, y lo único que puedo decir es que me conmocionó mucho.� Después de la conmoción, Gelman comenzó a padecer la rutina de todo premiado que no es afecto a la burocratización de los festejos: conferencia de prensa, saludos oficiales, llamados a su casa a toda hora y un largo etcétera que poco tiene que ver con el universo específico de la poesía. Se supone que todo volverá a su curso normal a partir del 25 de noviembre, cuando le sea entregado el premio en el marco de la Feria Internacional del Libro, que se llevará a cabo en Guadalajara, México.
De todos modos, el relativo asedio era proporcional a la jerarquía del galardón: el Juan Rulfo que le fue entregado es uno de los premios más importantes que se otorgan a escritores de habla hispana y el principal de Latinoamérica. Desde que fue instituido, en 1991, éstos fueron los ganadores: Nicanor Parra, chileno, 1991; Juan José Arreola, mexicano, 1992; Eliseo Diego, cubano, 1993; Julio Ramón Ribeyro, peruano, 1994; Nélida Piñón, brasileña, 1995; Augusto Monterroso, guatemalteco, 1996; Juan Marsé, español, 1997; Olga Orozco, argentina, 1998; Sergio Pitol, mexicano, 1999. A diferencia de otros premios destinados a escritores de habla castellana, éste se caracteriza por su apertura. Para comprobarlo, puede citarse que sólo dos mexicanos (Arreola y Pitol) se lo adjudicaron hasta el momento. Gelman está satisfecho, además, porque su distinción es parte de una más amplia, la principal agasajada, que es la poesía. �De los diez ganadores desde que comenzó a entregarse el premio, cuatro fueron poetas. Hubiera querido que estuviese Olga Orozco (ganadora del Juan Rulfo en 1998), que fue una gran amiga mía, y mire lo que son las cosas, a mí me tocó presentarla cuando le dieron el premio a ella. Me hubiese gustado que estuviera viva para que compartiese este momento conmigo�, apunta Gelman en entrevista con Página/12.
�Usted menciona que de los diez escritores premiados desde que comenzó a entregarse el Juan Rulfo, cuatro son poetas. ¿Esto significa un reconocimiento especial para un género que muchas veces es relegado?
�No creo que cambie nada. La poesía siempre estuvo vista como de segundo orden dentro de la literatura y, sin embargo, existe desde el fondo de los siglos. Estos premios sirven, de cualquier modo, para seguir comprobando que una cosa es el mercado y otra, muy distinta por suerte, la poesía. Noto que hoy existe la misma pujanza poética que en la época del boom. Recuerdo los tiempos del grupo literario Pan Duro (apadrinado por Raúl González Tuñón, en los años cincuenta) y veo que, con circunstancias diferentes, en cada país, con subidas y bajadas, hoy hay un nivel muy satisfactorio de poetas. Lo de este premio lo siento como un reconocimiento personal, que por un lado me alegra mucho y por el otro tiene toda su carga de cosas que a uno no le gustan tanto, porque a mí me gusta más quedarme en mi casa, festejando con los míos, pero todavía no podría explicar qué es lo que me pasa. Creo que hay que dejar que pase el tiempo.
Gelman vive en el Distrito Federal, más precisamente en La Condesa, un barrio residencial y arbolado, en el que los viejos almacenes conviven con los restaurantes y cafés que le dan colorido nocturno. �Es un lugar que me hace acordar mucho a Villa Crespo, el barrio en el que me crié�, subraya. El poeta, que sale de su casa mucho menos que antes, festejó con su mujer, su suegra, su yerno, y sus dos nietitos (Andrea de 7 años e Iván de 4). Y si de su familia se habla, es insoslayable la mención de su otra nieta, la que fue objeto de su búsqueda durante años, y que fue encontrada, tras sortear una in- creíble red de complicidad, silencio y �también� solidaridad, en marzo pasado. Gelman sabe que debe separar los tantos, del mismo modo que el jurado, al establecer el ganador, puso en la balanza solamente sus atributos artísticos. En un plano más general, el poeta considera que �hasta ahora éste ha sido un buen año para mí. Encontré a mi nieta después de tanto tiempo y gané el Juan Rulfo. Son dos cosas separadas, claro, de diferente orden, que no tienen nada que ver entre sí, pero si hago un balance, no me puedo quejar�.
�Después de marzo, y de la gran resonancia pública que tuvo el hecho de haber encontrado a su nieta, no se supo mucho más del tema. ¿Guardó silencio por algo en particular?
�No es que haya guardado silencio. Es que el caso está resuelto. Bueno, resuelto entre comillas, porque todavía se deben esclarecer algunas cuestiones: falta encontrar los restos de la madre, es decir de mi nuera, y también está pendiente el enjuiciamiento de los culpables. Pero más allá de estas dos cosas, sigo preservando la confidencialidad del nombre de mi nieta, a quien no quiero exponer públicamente.
�¿Volvió a verla durante estos meses?
�Sí, claro, inclusive vino a visitarme a mi casa, acá en México.
�¿Y cómo fue ese reencuentro?
�Muy emotivo. Para mí fue menos difícil que para ella comenzar una relación, porque de alguna manera estaba preparado. Ella se encontró a los 23 años con que sus padres biológicos no eran los que la habían criado. Y ha mostrado en todo este tiempo mucha entereza. Tiene el valor de querer saber.
�En algún momento usted dijo que confiaba en que la palabra le ayudase en la lucha.
�Han pasado muchas cosas en estos años, pero ha quedado claro que con la palabra, la mía, pero fundamentalmente la de tantos que apoyaron esta causa, enviando cartas, pidiendo y exigiendo justicia, se consiguió desenmascarar a Cabanillas, a Sanguinetti, acelerando los caminos para encontrar a mi nieta. Eso prueba que la palabra es una herramienta de lucha. Que seguirá siendoló.
Paul McCartney.
Charlando con Linda
El ex beatle Paul McCartney afirma que habla con regularidad con su fallecida esposa, Linda, sobre la relación con su novia Heather Mills. McCartney dice que de esas conversaciones le queda claro que tiene la aprobación de Linda para su noviazgo. La esposa del músico, que murió de cáncer hace dos años, y Heather, de 32 años, �podrían haber sido amigas porque tienen muchas cosas en común, especialmente su pasión por las causas humanitarias�, sostuvo muy suelto de cuerpo McCartney, de 58 años, en el marco de una entrevista promocional del lanzamiento de un libro que recoge fotos realizadas por Linda y pinturas propias. �Sé que sueña extraño porque ella no está aquí, pero creo que muchas personas que hayan perdido a alguien saben de lo que estoy hablando. Tengo un nuevo romance y estoy muy involucrado. Ella es una chica fantástica y yo tengo que hablar sobre el tema con Linda. Ya saben... �¿Qué estoy haciendo, cariño? ¿Cómo te sientes con esto?�. Y ella responde: �Si estuviese allí, vos serías carne muerta, tonto. Pero no estoy y quiero que seas feliz�.� �Eso es lo que yo siento. Y sé que ellas se caen bien porque tienen mucho en común�, añadió. McCartney, que estuvo 30 años casado con Linda, afirma que conocer a Heather, a quien se le amputó la parte inferior de una pierna tras un accidente, le dio un nuevo impulso a su vida. |
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