Quiebra, cierra
Por Sandra Russo
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Las nenas juegan a que son Britney Spears. Tienen ocho años. Se miran en el espejo vestidas con las mallas de baile que les aprietan los pechitos y les marcan los vestigios de las panzas infantiles que ya se les desdibujan. Se peinaron como a ellas les gusta: complicado. Con gomitas, ganchos, clips y hebillitas agarrapelusa se diseñaron las cabezas de fiesta. Se pintaron. Tienen los labios rojos y los ojos sombreados. En las mejillas se pusieron brillantina. Menean las caderas, mientras un cepillo para el pelo les sirve de micrófono.
Se conocen desde hace cinco años. Son amigas. Empezaron a serlo cuando todavía hablaban a media lengua y no sabían la tabla del dos, cuando la palabra Enter no significaba nada, cuando el hermano de una de ellas no había nacido, cuando la otra no se había mudado, cuando las dos usaban talle 4, cuando no había muerto ni la abuela de una ni el padre de la otra, cuando para las dos el mundo era más misterioso y al mismo tiempo más inofensivo. Hoy han llegado a esa etapa en la que las mujeres eligen varias veces por día a su mejor amiga. Han descubierto el viejo truco de las alianzas, que implica y contiene el viejo sabor dulce de las preferencias, pero también el viejo gusto amargo de las traiciones. Cuentan la una con la otra como si hubieran hecho un pacto de presencia y no agresión: una es para la otra el reaseguro de ese sentimiento de amistad que, están advirtiendo ahora, es esquivo, se construye, se derrumba, se pone a prueba, se tambalea, se nutre y se debilita, pero así y todo es el alambre que suele sostenernos cuando todo lo demás se viene a pique.
Juegan a que son Britney Spears y se divierten, pero las nenas saben que hay algo, algo turbio, amenazante, que sobrevuela sobre ellas. El lugar en el que se conocieron, el colegio privado de Congreso en cuyo arenero llenaron miles de baldes y en cuya huerta vieron germinar centenares de semillas cerró imtempestivamente hace un mes su escuela secundaria, y ahora el jardín y la primaria tambalean. Mientras en reuniones de padres las autoridades del colegio informan sobre las posibilidades de armar una nueva sociedad que les permita sobrevivir con otro nombre y otros dueños, las nenas han firmado la primera solicitada de sus vidas, en el patio, cuando los grandes de la secundaria acudieron a los chiquitos de la primaria para juntar firmas pidiendo que el colegio no cerrara. �Había una chica llorando en el baño�, contó esa noche en su casa una de las nenas. �Una chica lloraba en la vereda�, contó la otra a sus padres.
El colegio, uno de esos nidos pedagógicos que florecieron en la década del 70, se desarmó como se desarmaron tantas cosas en la Argentina desde entonces. En su momento, la elección de esa escuela que promovía la educación personalizada y el estímulo de la sensibilidad artística y social fue para muchos padres una manera de intentar proteger a sus chicos de la intemperie que asolaba en la esquina, de acolcharles la vida cotidiana. Pero la marea fue subiendo; la crisis golpeó cada vez más cerca y primero hubo padres desempleados que negociaron el arancel o quedaron en mora. Después, un día cualquiera, sin aviso, con malos modales, hasta con desprecio por toda esa sensibilidad de la que el colegio había hecho gala en sus veinticinco años de historia, hubo portazo.
Las nenas de ocho años vieron a las chicas de quince llorar en el patio o en la vereda y entendieron rápidamente que algo no estaba claro. Comenzaron a advertir las llamadas de una madre a la otra y sabían de qué estaban hablando aunque las madres se encerraran en el baño para charlar tranquilas. Una exige que la pongan al tanto de cada paso. La otra se hace la distraída. Juegan a que son Britney Spears, pero saben perfectamente quiénes son, dónde viven, qué pasa cuando un colegio cierra y hay desbande confuso, triste, tosco, impotente. Incluso para estos niños que crecieron amparados por la buena intención progresista de padres y maestros, laArgentina es el nombre de un país en el que el rito de iniciación más frecuente y angustiante se llama quiebra o cierre. Y en él no sólo quiebran o cierran las empresas, entre las cuales están los colegios privados. También se quiebra y se cierra la gente.
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