Por Mariana Enríquez
En 1821, el naturalista ruso Georg Heinrich von Langsdorff encabezó, a los 47 años, una expedición que adquiriría proporciones de epopeya, ordenada por el zar Alejandro I. Recorrió 17 mil kilómetros por el interior de Brasil durante 8 años, recogiendo datos sobre la flora, fauna, economía y haciendo un estudio etnográfico de 200 comunidades indígenas. La documentación recogida fue enorme y, una vez finalizados los 24 meses de viaje, el material fue remitido a la Academia de Ciencias de San Petersburgo de la que Langsdorff formaba parte. Obviamente, Langsdorff no viajó solo. Entre sus acompañantes había naturalistas, astrónomos y artistas como los dibujantes Aimé-Adrien Taunay y Hercule Romuald Florence, pintor francés que a los 20 años retrató a tribus desconocidas y regiones hasta ese momento inexploradas y fue el único en llevar un diario del viaje. Todo este material iconográfico permaneció perdido durante casi todo el siglo XIX y fue redescubierto luego de un siglo y medio en el Museo del Jardín Botánico de San Petersburgo.
Ciento setenta años después de aquella expedición, un grupo de viajeros y científicos brasileños se decidió a reproducirla, llevando también a una artista, la pintora Adriana Florence, tataranieta de Hercule. Esta nueva recorrida de la ruta de los expedicionarios fue recogida en Tras las huellas de la Expedición Langsdorff, un documental con el que, este domingo a las 21, Discovery Channel celebrará los 500 años de Brasil.
El documental está construido a partir de la narración de Adriana Florence, contrastando sus relatos del Brasil de hoy con los relatos de Langsdorff y su tatarabuelo. La nueva expedición parte con apenas once personas y tres lanchas, desde Porto Feliz, San Pablo, hasta Santarem, en el norte. Hay momentos en que pinturas de Hercule Florence parecen haber sido realizadas hoy, sobre todo en el momento en que los viajeros llegan a Pantanal, los 130 mil km de reserva salvaje en el Amazonas, con sus seiscientas especies de aves y 350 de peces. Allí se encuentran con los patós, un grupo de indígenas que registró Langsdorff y que hasta hace poco se creían extintos. Y hay momentos en que los relatos se parecen misteriosamente: cuando la nueva expedición llega a las minas de oro del Mato Grosso, por ejemplo, a ese poblado violento de hombres armados que buscan oro y donde Adriana Florence dice �no sabíamos qué iba a pasar, teníamos mucho miedo�.
Claro que son más las diferencias. A la expedición original le costó un año llegar al Mato Grosso, y los nuevos viajeros lo hicieron en dos semanas. Cruzar los rápidos de Salto Augusto no fue tan sencillo para la expedición Langsdorff, con sus grandes barcos y sus integrantes postrados por las enfermedades, como para quienes la reproducen, a los que les cuesta mucho menos llevar las lanchas a tierra. El encuentro de los nuevos expedicionarios con los indios apiacás es casi idílico: el de Langsdorff estuvo cargado de incertidumbre ante la respuesta de los indios, y la tripulación había sido diezmada por las pestes. Tanto que en Salto Augusto los nuevos viajeros encuentran, cerca de una cueva poblada de murciélagos, las 40 tumbas de los viajeros que murieron allí casi doscientos años atrás. Los indígenas que encontró Langsdorff tampoco son los mismos, hoy que el Amazonas está siendo talado y ellos viven tratando de defender su hogar.
La nueva expedición hace en un mes el recorrido que al científico ruso le llevó diez años. Y tal como aquella expedición, finaliza en San Petersburgo, cuando Adriana Florence se traslada hasta Rusia para ver en el Museo Etnográfico y Antropológico los bocetos de su tatarabuelo. �Para mí fue una experiencia única �dice la artista�, porque fue redescubrir mi país a través de los ojos de mi tatarabuelo, entendiendo los cambios y con la posibilidad de actualizar y continuar su trabajo con mis pinturas.�
Una ganancia millonaria
Según la organización estadounidense �Alianza para una mejor campaña�, las cadenas de televisión de ese país ganaron 1000 millones de dólares este año, gracias a la campaña electoral, dos veces más que en 1996. El informe indica que los partidos políticos compraron más tiempo en las pantallas que la cadena de restaurantes McDonald�s para sus publicidades. �Es al público al que pertenecen las ondas, no a las cadenas de TV�, se quejó Walter Cronkite, ex presentador de la CBS y copresidente de la asociación, que demandó a las cadenas poner a disposición espacios para debates políticos antes de las elecciones, medida recomendada en 1998 por la Casa Blanca. Ninguna red nacional aceptó hasta ahora esa recomendación, y las ganancias explican por qué.
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