Juntar orines
Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn
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De pronto las pálidas acostumbradas nos dejaron en paz y apareció la noticia del regocijo y el orgullo: el poeta y luchador Juan Gelman había obtenido el Premio Juan Rulfo. La satisfacción es que nuestro mayor poeta es un luchador de toda la vida. Pocas veces se unen esas vitalidades. Qué contento mirará todo desde el cielo Raúl González Tuñón, poesía y lucha, su maestro. Vienen los recuerdos, vuelven los años jóvenes y con ellos la sangre de esas luchas que Juan supo transformar en poesía. La merecida alegría, Juan, después de tanto dolor.
A Juan no le gustaría que dedicáramos esta página toda a él. Es que nuestra Argentina está mancillada. Han surgido otra vez los diputados y senadores de bolsillos forrados y parece que la inmoralidad no fuera sólo de unos sino de todos. En la década del treinta, la Década Infame, los escándalos eran también parlamentarios. En el negociado de las tierras cuarteleras del Palomar, el mayor implicado fue el general Márquez, a quien los porteños, en voz baja, llamaban el general Palomárquez. Pero bien, por lo menos, alguien se pegó un tiro, el diputado radical Víctor Juan Guillot. Salvó el honor que le había sido robado por el bolsillo. Ahora no, ni suicidios ni vergüenzas. No, nuestros legisladores de hoy juegan todos a la escondida. Han ido surgiendo verdaderas figuras de vaudeville en este período argentino tan matizado ya por el menemismo. Figuras como el senador Pardo, hombre de arma en bolsillo que en medio del desbarajuste de las coimas ha gritado con voz macha: �Nada de consideraciones para los de La Tablada�. Como esos pájaros que pegan el grito en un lugar y van a comer a otro. Podríamos pasar lista de los legisladores célebres, hombres de pantalones de buen forro que hablan de repartos colectivos y del a mí por qué me miran. Y de esferas gubernamentales dadivosas en inflar bolsillos representativos. Todo en un lenguaje que podría decirse que en nuestro Congreso reina la joda.
Pero eso sí, el que tiene mando en nuestro país, ése sí se hace respetar. Hay hechos que parecen pequeños, pero que son representativos para toda una manera de ser no ya radical, pero sí �radicheta�. Vamos a relatar un episodio que tuvo poco lugar en los espacios mediáticos, pero que revela toda una forma de pensar. Ocurrió en la Casa Rosada. Un núcleo de familiares de presos políticos y de miembros de organismos de derechos humanos concurrieron a la casa máxima a pedir una entrevista con el primer mandatario.
Se les dijo que iban a ser recibidos por el secretario privado del Presidente, Leonardo Aiello. Este señor desarrolló una táctica que proviene de la década del treinta, de los tiempos radicales del Peludo Yrigoyen. Este practicaba la táctica de la �amansadora�, hacer esperar a los que traían problemas. Era muy claro para expresarse: �Que junten orines�, era su expresión familiar. Así se iban ablandando. Los que venían a protestar terminaban mansitos; los que venían a pedir terminaban por irse después de concurrir al mingitorio cinco o seis veces. Y los que venían a aplaudir y a alabar... a ésos se los hacía pasar en seguida.
Juntar orines. Sí, orines, así se decía en aquellos tiempos. Bueno, pero volvamos al secretario privado de la Rosada. Aiello. Claro, el pequeño empleado de antes devenido a hombre de suma importancia de antesalas recurrió a las costumbres ancestrales. Eso de �derechos humanos� huele mal en dependencias tan altas y también lo de familiares de presos de La Tablada. Entonces, primero: hacerlos esperar. ¿Una hora, más; dos horas? Más, cinco horas, sí señor, cinco horas. Cinco horas a juntar orines. Total se trataba de miembros de organismos de derechos humanos y parientes pobres de presos pobres y además izquierdistas. Si hubiera sido cualquiercoronel o monseñor Karlic, todos hubieran corrido y los dos ni siquiera tendrían que haber visitado el más próximo mingitorio ni una vez.
Cinco horas de espera: Leonardo Aiello, un nombre para recordar. Creemos que debe tener el record mundial, sólo superado por Idi Amín y Rafael Leónidas Trujillo. Claro, tal vez uno se lo tome muy a pecho, pero a quien ha visto cómo se trata a los organismos de derechos humanos en países civilizados, lo del señor Aiello le resulta una provocación de inadaptados y pelafustanes. Tengo la experiencia de cuando íbamos a denunciar en los gobiernos europeos lo que pasaba en la Argentina de Videla y debo decir que nunca la espera superó los diez minutos.
Pero, frente a actitudes propias de culos de sofá oficiales así, hay otras que hablan de amplitud, generosidad, cultura. He sabido ahora del viaje del pastor de la Iglesia Evangélica Alemana del Río de la Plata, doctor Arturo Blatezky, quien vino a informar a Alemania del proceso de La Tablada y la falta de respuesta argentina a la OEA. La precisión de los datos, la indiscutible erudición en el tema, los argumentos indiscutibles de humanidad y de política carcelaria me hicieron abochornar cuando leía los recursos lastimosos del Congreso de la Nación para tratar el citado tema: falta de quórum, desperfectos del tablero, huida de los legisladores en medio de la sesión además de la falta de cumplimiento de palabra por parte del ministro de Justicia y de la subsecretaria de Derechos Humanos, etc. ¿Pero qué es nuestro país? ¿Una ruleta de la suerte o rusa?
Mismo el tratamiento oficial para con los familiares de los presos. Los familiares de los presos no son delincuentes, son gente desesperada que por supuesto busca soluciones para sus seres queridos. Hay que respetarlos y comprenderlos. Hacerlos esperar horas enteras también en el Congreso es una inhumanidad, es una crueldad, es una falta de absoluta bondad y de educación. Pero claro, son pobres y, para colmo, sus seres queridos presos son de izquierda.
Todos los radicales saben muy bien lo espantoso que fue la represión de La Tablada. Contra toda norma legal democrática. Lo que se hizo con los prisioneros y con los heridos. Recién ahora se han encontrado los cadáveres de Iván Ruiz y Quito Burgos, once años después, por una ¡casualidad! Jamás se hizo la investigación de por qué, durante el gobierno constitucional de Alfonsín, los militares en la represión utilizaron absolutamente los mismos métodos del terrorismo de Estado que durante la dictadura militar: torturaron, fusilaron, hicieron desaparecer a prisioneros e incluso se apropiaron de los bienes de los presos. Cabe recordar que la casa de la abuela de los presos Ramos fue devuelta mucho tiempo después vacía y que algunas propiedades de los muertos o presos todavía no han sido recuperadas. ¿Qué hizo la Justicia? ¿Qué hace la Justicia?
¿Por qué Alfonsín ordenó la represión nada menos que al mando del criminal de guerra general Arrillaga, acusado ya en el Nunca más? ¿Por qué los jueces que actuaron tomaron como verdad lo afirmado por el represor Arrillaga que los desaparecidos se habían fugado, no iniciando ninguna investigación?
Ojalá que toda la discusión en el Congreso despierte el sentido de justicia y de coraje civil de algún �representante� del pueblo sin pantalones forrados que produzca e impulse un proyecto de investigación sobre esta vergüenza nacional, más, sobre este crimen del Estado en plena democracia.
Mientras tanto, los Gil Lavedra y los Stubrin siguen empleando el mismo método radical del �junten orines�. ¿Cuántos años hace que está el documento de la OEA solicitando se dé plena vigencia a pactos y leyes de derechos humanos? No importa, que junten orines, total son pobres y de izquierda.
Menos mal que nuestro país también produce luchadores poetas y poetas luchadores. Son nuestro orgullo. Como Juan Gelman.
REP
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