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DE LA RUA ESTUVO EL FIN DE SEMANA DE REUNION EN REUNION
Los cambios se cocinan a fuego lento

El Presidente se encontró con Alvarez, Alfonsín y Storani. Mencionó la posibilidad de que José Genoud deje la presidencia provisional del Senado antes de lo previsto. No se habló allí de ningún miembro del gabinete.

Por Fernando Cibeira

t.gif (862 bytes)  El presidente Fernando de la Rúa volvió a conversar ayer con el ministro del Interior, Federico Storani, quien ya había estado en Olivos el mismo viernes que el Presidente volvió de China. El sábado, en cambio, pasaron el vicepresidente Carlos “Chacho” Alvarez y el jefe radical, Raúl Alfonsín. Según las impresiones recogidas por el trío, De la Rúa efectivamente está madurando cambios en su gabinete. Lo que ninguno se animó a pronosticar –advirtiendo que conocían el estilo delarruista– es el quién, el dónde ni el cuándo. “Yo ya no arriesgo más. Una vez salí de verlo seguro de que un funcionario al otro día se iría, ya pasaron cuatro meses y todavía esta en el Gobierno”, le contó a un amigo uno de los tres visitantes, aún confeso desconocedor de la psiquis presidencial. El único paso al costado concreto que se trató fue el del presidente provisional del Senado, José Genoud, quien tendría que adelantar su salida.
De cada reunión quedó algo. A Chacho Alvarez, el Presidente le repitió su idea de retomar el diálogo político invitando a los ex presidentes Carlos Menem y Raúl Alfonsín. “Chacho no puso objeción”, aseguró un informante. A todo esto, De la Rúa le repitió que de ninguna manera se encontró con Menem a escondidas antes de emprender su gira internacional, una versión que por repetida había terminado por convencer al vice. “Nos quieren dividir, pero no podemos dejar que lo consigan. Hay que profundizar la investigación”, le dijo Chacho al Presidente.
En otro tramo, conversaron sobre lo sucedido la semana pasada en la SIDE. Storani había denunciado como una operación en su contra la aparición de algunas notas que lo involucraban con el pago de sobornos en el Senado y responsabilizó a una oficina de la SIDE. El jefe de los espías, Fernando de Santibañes, verificó la sospecha y despidió a su número tres, Román Albornoz.
Alvarez le explicó al Presidente que cuando denunció una campaña para desprestigiarlo a partir de algunos artículos que hablaban de su vida personal, sus molestias apuntaban exactamente hacia esa oficina. “Y no expresó ningún disgusto más con la SIDE”, aclaró un funcionario, al tanto del contenido del encuentro. Lo que quería decir era que Alvarez no hizo una objeción concreta al trabajo de De Santibañes, a quien querría ver fuera del Gobierno, sobre todo a partir del escándalo del Senado.
Con Alfonsín, el Presidente trató la convocatoria al diálogo con el que esperan volver a crear algo del clima político que se vivía antes del estallido del Senado. Tocaron un tema delicado: De la Rúa le transmitió a Alfonsín la idea de que Genoud anuncie su alejamiento de la presidencia provisional de la Cámara alta antes de lo previsto. El ex presidente sería el encargado de transmitirle la novedad a Genoud quien, hasta ahora, había sostenido que sólo renunciaría a pedido de De la Rúa.
Storani ayer tuvo de todo un poco. Estuvo un rato con el ex campeón mundial de ajedrez, Anatoli Karpov, después debió activar las gestiones para la búsqueda de los tres prófugos que se fugaron del Departamento de la Policía Federal y, como cierre, continuó la reunión que había iniciado con De la Rúa el viernes. Básicamente, el ministro puso al tanto a De la Rúa de las gestiones hechas en el Senado para conseguir la “oxigenación” demandada. El Presidente lo ratificó en el rol de “nexo” entre el Gobierno y la Cámara alta.
Más allá de los datos puntuales, la disposición al diálogo abierto de De la Rúa dejó a sus tres invitados con la percepción de que, como es vox populi, está pensando qué cambios realizará a su gabinete. Pero, los tres salieron convencidos de que no hay decisiones inminentes. “Está bien lo que hace. Si hiciera los cambios ahora, daría la sensación de que los ministros se los ponen los medios de comunicación”, era la curiosa respuesta que ayer daba un integrante del gabinete.

OPINION

Por Osvaldo Pedroso *

¿A dónde nos lleva la crisis política?

En los días recientes se han oído voces globalmente coincidentes en la caracterización de la crisis originada en las acusaciones de sobornos en el Senado. Se trata del choque de dos concepciones (una, tradicional y desprestigiada, otra, más moderna y virtuosa) sobre la representación política, con eje en el tema de la financiación de la política y el uso de fondos públicos. En el cuadro aparecen, también, hechos casi estrictamente delincuenciales, como el presunto provecho personal de esos recursos, que le confieren al problema aristas espectacularmente dramáticas. Podrían condenar al unísono estas conductas delictivas, manteniendo a la vez el conflicto enteramente en pie. Y es un conflicto muy serio, instalado en el terreno político pero que se encuentra a un paso de generar una crisis institucional importante, ya que involucra a los tres poderes del Estado.
Me parece importante recordar que las fuerzas no están organizadas según la frontera Alianza-oposición. En aquélla, los solitarios embates de Chacho Alvarez son anestesiados por el presidente De la Rúa y hasta provocativamente rechazados por la UCR, con Alfonsín a la cabeza. Alvarez sólo encuentra respaldo creíble en figuras del Frepaso, aunque no lo hacen con un discurso unívoco y la mayoría trata de “exagerar” esos embates asociándolos con una suerte de regreso del vicepresidente a imaginarias fuentes de un progresismo radicalizado, contrario a medidas como la nueva legislación laboral, el ajuste salarial y la política económico-social del gobierno. En el justicialismo, donde nadie se preocupa siquiera por asordinar los choques, las “banderas renovadoras” son portadas por gente como Duhalde y Ruckauf, quienes difícilmente podrían explicar por ejemplo la compra del apoyo de Rico a la reelección de aquél y la conducta del “toma y daca” del Senado durante el segundo mandato menemista, por lo que sus ademanes de hoy carecen por completo de credibilidad.
Por otro lado, los puntos de vista en pugna son básicamente excluyentes. La dinámica natural de cada uno lleva a tratar de imponer un sistema de construcción política total, sin hibridaciones que le harían perder consistencia de enunciación y de aplicación. Sin embargo, la vida política puede de hecho establecer una “cohabitación”, un statu quo que tome en cuenta, más que el balance de fuerzas, una suerte de acuerdo de gobernabilidad. Pero el conflicto apenas empezó y es imposible especular sobre cuál podrá ser el curso que ha de seguir ni, menos aún, quiénes triunfarán y quiénes perderán. Está claro que el problema no es coyuntural y tiende a desarrollarse y a profundizarse. Esquemáticamente hablando, el futuro parece abrir tres posibles escenarios.
1. El ala renovadora es derrotada. Los delincuentes van presos o reciben algún tipo de castigo, con eso se da por terminado el episodio y la política sigue manejándose “en negro”. Sería un serio retroceso, aumentando espectacularmente el descrédito de la política y de los partidos.
2. Empate y lucha política. Se afirma un statu quo que posterga sin plazo y con el acuerdo de los sectores en pugna la definición del conflicto. Una resolución así, que parecería la más probable, extendería en el tiempo la lucha política, sin afirmarse en cambios sustanciales pero transmitiendo la idea de imposibilidad de retorno a la situación previa al conflicto.
3. Triunfa el ala renovadora. Y trata de poner en marcha un proceso de generalización de un nuevo modo de representación y de hacer política. Sería la perspectiva más interesante, aunque es imprevisible imaginar quiénes podrían ser los protagonistas y hasta dónde podría llegar el cambio. En esta variante caben desde fantasías casi alegóricas de un progresismo persistente en su rechazo al “realismo” de la Alianza, hasta reclamos algo delirantes y bastante previsibles como los del Partido Obrero, por ejemplo.
Por un lado, entonces, cada concepción tiende a suprimir a su oponente. Por otro lado, al no ser una división entre oficialismo y oposición, este conflicto que atraviesa a todo el arco político y, por lo tanto, también ala Alianza contiene en su interior a fuerzas de ambos sentidos. Y para proseguir como formación política habrá de ser necesario un acuerdo (el punto 2) que acompañe el cambio pero que congele las reformas en un punto universalmente aceptable, por el tiempo que dure el pacto. Pero si, en cambio, no hay parálisis y la pugna continúa hasta el triunfo de una de las dos fuerzas, la Alianza, al menos en su forma actual, seguramente se quebrará. Eso no sería bueno. Si ganaran los conservadores, repito, habría una degradación política insoportable. Si ganaran los renovadores, al no haber una “fuerza aliancista”, estrictamente hablando, no habría en principio actores legítimos de sustentación de las transformaciones. Salvo una impensable “explosión y recomposición” casi cósmica del magma político, que resultara en un nuevo elenco capaz de expresar y llevar adelante la deseada renovación.

* Periodista. Integrante del Club de Cultura Socialista “José Aricó”.

 

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