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EL CASO DE LA FAMILIA LEJDERMAN, ASESINADOS EN CHILE EN 1973, POCO DESPUES DEL GOLPE MILITAR
Ernesto encontró la verdad de su historia en Santiago

El tenía algo más de dos años y no recuerda las cuevas en las que se escondieron sus padres, un argentino y una mexicana que vivían en Chile. Una patrulla militar los encontró, después de torturar a un amigo, los fusiló y llevó a Ernesto a un orfelinato. Sus abuelos lo criaron en Buenos Aires, diciéndole que sus padres habían muerto en un accidente. Por una carta, una larga charla en Santiago y un viaje al norte chileno supo su verdad.

A los diez años, Ernesto encontró un cajón con recortes sobre el asesinato de sus padres. Así se enteró.
�Mi abuela casi se suicida cuando se enteró lo de mis padres. Se hizo cargo de mí, vivió para mí.�

Por Victoria Ginzberg

t.gif (862 bytes)  Bernardo Lejderman y su mujer María Rosario Avalos Castañeda fueron asesinados por la dictadura pinochetista en diciembre de 1973. Su hijo Ernesto, que por ese entonces tenía dos años y medio, fue criado por sus abuelos paternos en Buenos Aires. Durante mucho tiempo creyó que sus padres habían muerto en un accidente de tren. A veces de a poco y a veces de golpe fue reconstruyendo su historia. Recientemente un militar reveló ante la Justicia chilena datos sobre las ejecuciones de Bernardo y María Rosario. El crimen de este argentino y su mujer mexicana se suma a los casos por los que Augusto Pinochet podría ser juzgado.
Ernesto se enteró de que sus padres habían sido asesinados por los militares chilenos al examinar los cajones de la casa de sus abuelos paternos cuando tenía diez años. Sus abuelos habían decidido decirle que sus padres habían muerto en un accidente de tren. Hoy, con 29 años, el joven prefiere no juzgar, sino comprender esa actitud: “Mi abuela, que fue la que más fuerte sostuvo esa posición, casi se suicida cuando se enteró lo de mis padres. Con su dolor, se hizo cargo de mí, vivió para mí. Yo en su lugar hubiese hablado de la situación, hubiese ido a un psicólogo. Pero mi abuela desde que tenía doce años y vino a Argentina trabajó con una máquina de coser, no fue a psicólogos ni tuvo estudios. Con su personalidad, hizo lo mejor que pudo y lo hizo bien”, relató Ernesto, hoy miembro de HIJOS y dedicado por completo al armado de una radio comunitaria, la FM Bajo Flores.
“Otro argentino asesinado en Chile” y títulos parecidos tenían los recortes de diarios que Ernesto encontró en un placard. En ese momento no pudo compartir su hallazgo con nadie. Esperó cinco años para decirles a sus abuelos que sabía su secreto mejor guardado. Pero no empezó a desentrañar el pasado hasta bastante tiempo después, cuando a principios de los 90, con más de veinte años, recibió una carta de Chile. Era un mensaje de Sergio Majul, amigo y compañero de militancia de su padre. El hombre lo había estado buscando durante años.
Ernesto fue a pasar un verano a Chile y ese viaje le cambió la vida. Apenas llegó a Santiago, Majul lo sentó en una mesa y habló durante cinco horas sin parar. Se enteró así de detalles de la vida de sus padres.
Bernardo Lejderman era músico, maestro y estudiante de abogacía. Se fue de Argentina a recorrer Sudamérica a fines de los sesenta y en México conoció a María Rosario Avalos, que estudiaba sociología y también era maestra. Juntos se instalaron en Chile, donde nació Ernesto. Apenas llegados, Bernardo y María Rosario se vincularon con una organización muy radicalizada, pero luego trabajaron con la Unidad Popular en el norte del país, en la zona de Vicuña. “Tuve la suerte de viajar al norte y conocer a la gente que conoció a mi papá en el campo y en las zonas humildes. Me sentí muy bien porque todos se acordaban de él, todo el pueblo se acordaba de los dos. Muchas familias querían que me quedara con ellos. Eso fue lo más lindo. Lo mejor de esta historia fue reencontrarme con un pasado que era mío”, asegura Ernesto.
En el norte chileno el joven también conoció a un testigo del asesinato de sus padres. “Era un hombre de campo, humilde, socialista, pero sin primaria siquiera, que se llamaba Luis Ramírez”, describe Ernesto. Y relata cómo se sucedieron los acontecimientos hasta llegar al crimen: “Un delator dijo que Ramírez sabía dónde estaban escondidos mis padres, que era en unas cuevas en el valle del pueblo Guayiguayca. Entonces la patrulla militar fue a la casa de Luis, a quien torturaron, y él terminó llevándolos al escondite. Ramírez fue un compañero hasta las últimas, lo tuvieron que torturar mucho para que cantara”. En uno de sus viajes a Chile, Ernesto visitó las cuevas donde había estado escondido veinte años antes con su mamá y su papá. Para llegar, caminó siete horas por las montañas junto a Ramírez y su familia.
Los Lejderman se habían refugiado en las cuevas poco antes del golpe de Estado del 11 de setiembre de 1973. Sabían que los buscaban y cuando los encontraron, a principios de diciembre, estaban esperando un arriero que los cruzara a Argentina. Ernesto sobrevivió a la masacre familiar y fue a parar a un asilo donde estuvo por un par de meses, hasta que fue rescatado por una amiga de la familia que lo condujo con sus abuelos.
Los cadáveres de Bernardo y María Rosario fueron enterrados por Ramírez, que hizo una marca para reconocer el lugar. Actualmente los restos de Bernardo están en el cementerio de Vicuña. Ernesto no sabe dónde está el cuerpo de su madre, pero eso no es lo que más le preocupa. “Los restos de mi mamá los busqué mucho, pero creo que lo importante pasa por la historia, por saber”, segura Ernesto.
El joven se enteró por los diarios de la confesión que hizo un oficial chileno sobre el caso de sus padres. Aunque dice que no aportó datos reveladores, sino que confirmó lo que a grandes rasgos ya se sabía, espera que las declaraciones de los represores den paso en Chile a una reacción social contra los crímenes de la dictadura pinochetista, al igual que aquí las palabras del ex marino Adolfo Scilingo reabrieron el debate y la memoria sobre lo ocurrido durante el terrorismo de Estado. “Esto potencia aún más la realidad. Muchos en la sociedad chilena tenían dudas. Pero la verdad debe convencer a todo Chile”, afirma.
Antes de enterarse de la verdadera historia de sus padres, Ernesto tenía aspiraciones de empresario. Era difícil mantener la casa con la jubilación de los abuelos y por eso empezó a trabajar, sin dejar de estudiar, a los catorce años. Tuvo épocas mejores –las que le permitieron viajar a Chile– y peores –la actual, en la que sobrevive “como un argentino más”–. Pero hoy sus prioridades están puestas en otro lado. El contacto con los amigos de su padre en Chile, que ahora son sus amigos, hizo que empezara a interesarse por la política. Actualmente milita en HIJOS y dedica su vida a intentar comunicar a través de una radio a los vecinos carenciados del Bajo Flores. “No me creo ningún revolucionario, pero tengo interés en el trabajo social”, dice. Sus padres se han convertido en un “ejemplo de vida”. Entre sus certezas está la “necesidad de juicio y castigo para los responsables” y la idea de que el encierro de Pinochet depende de la presión popular. “Soy optimista, pero creo que la gente que quiere que eso suceda tiene que hacer algo al respecto. Los políticos pueden apoyar o ayudar, pero cuando la gente tiene en claro lo que quiere no hay fuerza que pueda con ella”, afirma.
Ernesto reclama, además, que el Estado argentino haga algo por su padre. “Es un argentino que mataron en otro país. Eso tiene que ser algo importante, un asunto de Estado”, asegura y sabe que para eso, claro, Argentina también debe “hacerse cargo de su historia”.

OPINION

Por Manuel J. Gaggero *

Un hombre y una mujer

No vamos a comentar el film de Claude Lelouch que con este título conmovió a muchos de nosotros en la década del ‘60. Se trata de recordar a dos olvidados o excluidos de nuestra historia: John William Cooke y Alicia Eguren. Se conocieron en la tumultuosa década del ‘40. El Bebe, como le llamaban sus amigos y compañeros, integraba el Congreso de la Nación como el diputado más joven de la bancada peronista. Sus incursiones en la política habían comenzado en las filas de F.O.R.J.A., junto con Scalabrini Ortiz, Dellepiane y Jauretche. En su paso por el París de posguerra había conocido a los marxistas franceses Jean Paul Sartre y Merleau-Ponty. Sus debates entre una visión clásica y estereotipada de Marx y una interpretación creativa lo entusiasmaron, sin hacerle perder la profunda simpatía que tenía por el humanismo de Camus. Alicia, por su lado, combinaba su amor a la poesía, la enseñanza de la sociología y su adhesión a los ideales del nacionalismo popular encarnado, entre otros, por José María Rosa. Juntos tenían una mirada crítica del gobierno popular del general Perón, sin que por ello le restaran apoyo al mismo.
La cerrada oposición de John al Pacto de Río de Janeiro y a las Actas de Chapultepec, dirigidas a garantizarle a Estados Unidos el dominio de la región, determinó que no se lo incluyera entre los diputados a reelegir en 1952. Por ello se refugiaron en la enseñanza universitaria, al mismo tiempo que polemizaban con la izquierda que no entendía las transformaciaones llevadas a cabo por el gobierno peronista, y con la derecha que pretendía limitarlas y, al mismo tiempo, imponer una concepción autoritaria y clerical.
Ante los avances de los golpistas en 1955, Perón recurre nuevamente a Cooke y lo nombra interventor del Partido. Este trata de organizar la resistencia y propone la formación de milicias populares, que son resistidas por la cúpula militar –aun los que se denominan “leales”– porque temen una radicalización del proceso.
Luego vino el exilio, la cárcel, la organización de la resistencia y, ya avanzado el año 1960, la llegada de ambos a Cuba, primer país socialista de América. El encuentro con el Che Guevara fue muy conmovedor, y generó una fuerte empatía mutua. Alicia y John recibieron del jefe guerrillero una visión integral de las luchas de liberación en los países del Tercer Mundo, al mismo tiempo que le transmitieron una interpretación diferente sobre lo que calificaban como “el hecho maldito del país burgués”, ratificando la imprescindible necesidad de contar, para cualquier proceso de cambios en la Argentina, con el peronismo obrero y popular.
Conocí a ambos en La Habana en 1962. Con compañeros de diferente procedencia nos encontramos convocados a formar un Frente de Liberación que liberara a nuestra Patria de la opresión imperialista, al mismo tiempo que apuntara a lograr una sociedad solidaria y fraterna, sin explotados, ni explotadores.
Pese a los esfuerzos de la dirección cubana y del “Gordo” y la “Flaca”, el objetivo no pudo concretarse. De regreso en el país, conformamos Acción Revolucionaria Peronista, teniendo una activa participación en las luchas sociales que se libraron en nuestro país a mediados de los ‘60.
Cooke presidió la delegación argentina a la Conferencia que se celebró en La Habana, la Tricontinental en la que participaron los Movimientos de Liberación Nacional de Asia, Africa y América latina. Fustigó duramente a las posiciones “reformistas” de algunos partidos de izquierda, al mismo tiempo que combatía a los sectores conservadores del movimiento nacional y de la burocracia sindical. Alicia, por su parte, con pasión y fervor, y sin perder de vista el horizonte revolucionario, contribuía, con una visión unitaria, al proceso de peronización de sectores de la clase media intelectual y estudiantil, y al necesario acercamiento con sectores radicalizados de la Iglesia y del marxismo.
El “Gordo” fue abatido por un cáncer en setiembre de 1968. Como dijera en su jocoso “testamento”, le hubiera gustado caer en combate, como el Che, su amigo. Alicia siguió luchando, integró la dirección del Frente Antiimperialista y por el Socialismo, y el consejo editorial de El Mundo. Amiga de Salvador Allende y de Héctor Cámpora, trató que la izquierda revolucionaria entendiera los procesos abiertos en Chile en setiembre de 1970 y en nuestra nación el 25 de mayo de 1973. Una patota de marinos de la ESMA la secuestró en noviembre de 1976. Siete meses más tarde fue “trasladada” según testimonios de sobrevivientes.
Eran de los imprescindibles. La exclusión de la historia “oficial”, no los excluye de la memoria de nuestro pueblo.

* Abogado. Integrante de la Mesa Nacional del Frente de la Resistencia.

 

 

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