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A los cañonazos en las Filipinas

t.gif (862 bytes)  “Acabe con ellos. No nos han traído más que vergüenza.” Con esta orden, debidamente difundida a los medios, el ex actor de telenovelas y ahora presidente filipino Joseph Estrada aportó una frase célebre para la ofensiva a gran escala que ordenó el sábado contra la guerrilla islámica Abu Sayyaf. Ayer su Ejército seguía combatiendo para eliminar sus bases en la sureña isla de Jolo. Pero sus ataques están muy condicionados por la presencia de 19 rehenes, entre ellos dos franceses y un norteamericano, en manos de los guerrilleros. Estos últimos ya lograron obtener 17,5 millones de dólares con sus secuestros de occidentales. Ante la inquietud de que los rehenes caigan víctimas de la ofensiva, Estrada enfatizó que “nuestra preocupación más inmediata y principal es la seguridad de los rehenes”.

En esa misma declaración, sin embargo, el presidente traicionó una prioridad aun más inmediata y principal: Debemos destruir a Abu Sayyaf para que no puedan seguir con sus secuestros a cambio de rescates y para detener que otros grupos hagan lo mismo”. Efectivamente, la guerrilla islámica se convirtió en un enorme dolor de cabeza para el gobierno de las Filipinas. Abu Sayyaf nació a principios de los 90, y hasta principios de año no había logrado nada más serio que el secuestro e intimidación de miembros de la minoría católica de las primordialmente islámicas islas sureñas de las Filipinas –un país mayoritariamente católico–. Pero en abril saltaron a la fama al secuestrar a 21 extranjeros, incluyendo a 10 occidentales que veraneaban en islas cercanas del Pacífico. La presión internacional impidió que el gobierno filipino ordenara una ofensiva para resolver la crisis. Los rehenes de abril fueron liberados recientemente gracias al líder libio Muhammar Khadafi, pero los guerrilleros ya eran muy conscientes del valor disuasorio de retener a occidentales: en julio y agosto secuestraron a otros tres. Ante la perspectiva de una crisis eterna, el sábado el gobierno filipino recurrió a la solución militar.

Ayer los resultados parecían ambiguos. El Ejército desplegó 4000 soldados y cañones de 105 milímetros contra los guerrilleros en la isla de Jolo. Pero el jefe del Estado Mayor, Angelo Reyes, informó que “lamentablemente, los miembros del grupo Abu Sayyaf se repliegan y se niegan a enfrentarse a nosotros”. Estimó que las operaciones podrían dilatarse por una semana. Hasta ahora seis guerrilleros fueron muertos, 12 heridos y 20 capturados. Las pérdidas del Ejército son de cuatro heridos. Se teme un gran número de bajas civiles.

¿Y los rehenes? Las autoridades filipinas enfatizaron que no había ningún indicio de que hubieran sido “ajusticiados” o muertos por el fuego cruzado. Eso no tranquilizó a los familiares de los rehenes occidentales, quienes ayer exigieron públicamente “que el ejército filipino ponga término a sus acciones agresivas y permita la liberación negociada de los rehenes”.

 

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