Acabe con ellos. No nos han traído más que vergüenza.
Con esta orden, debidamente difundida a los medios, el ex actor de telenovelas
y ahora presidente filipino Joseph Estrada aportó una frase célebre
para la ofensiva a gran escala que ordenó el sábado contra
la guerrilla islámica Abu Sayyaf. Ayer su Ejército seguía
combatiendo para eliminar sus bases en la sureña isla de Jolo.
Pero sus ataques están muy condicionados por la presencia de 19
rehenes, entre ellos dos franceses y un norteamericano, en manos de los
guerrilleros. Estos últimos ya lograron obtener 17,5 millones de
dólares con sus secuestros de occidentales. Ante la inquietud de
que los rehenes caigan víctimas de la ofensiva, Estrada enfatizó
que nuestra preocupación más inmediata y principal
es la seguridad de los rehenes.
En esa
misma declaración, sin embargo, el presidente traicionó
una prioridad aun más inmediata y principal: Debemos destruir a
Abu Sayyaf para que no puedan seguir con sus secuestros a cambio de rescates
y para detener que otros grupos hagan lo mismo. Efectivamente, la
guerrilla islámica se convirtió en un enorme dolor de cabeza
para el gobierno de las Filipinas. Abu Sayyaf nació a principios
de los 90, y hasta principios de año no había logrado nada
más serio que el secuestro e intimidación de miembros de
la minoría católica de las primordialmente islámicas
islas sureñas de las Filipinas un país mayoritariamente
católico. Pero en abril saltaron a la fama al secuestrar
a 21 extranjeros, incluyendo a 10 occidentales que veraneaban en islas
cercanas del Pacífico. La presión internacional impidió
que el gobierno filipino ordenara una ofensiva para resolver la crisis.
Los rehenes de abril fueron liberados recientemente gracias al líder
libio Muhammar Khadafi, pero los guerrilleros ya eran muy conscientes
del valor disuasorio de retener a occidentales: en julio y agosto secuestraron
a otros tres. Ante la perspectiva de una crisis eterna, el sábado
el gobierno filipino recurrió a la solución militar.
Ayer los resultados parecían ambiguos. El Ejército desplegó
4000 soldados y cañones de 105 milímetros contra los guerrilleros
en la isla de Jolo. Pero el jefe del Estado Mayor, Angelo Reyes, informó
que lamentablemente, los miembros del grupo Abu Sayyaf se repliegan
y se niegan a enfrentarse a nosotros. Estimó que las operaciones
podrían dilatarse por una semana. Hasta ahora seis guerrilleros
fueron muertos, 12 heridos y 20 capturados. Las pérdidas del Ejército
son de cuatro heridos. Se teme un gran número de bajas civiles.
¿Y los rehenes? Las autoridades filipinas enfatizaron que no
había ningún indicio de que hubieran sido ajusticiados
o muertos por el fuego cruzado. Eso no tranquilizó a los familiares
de los rehenes occidentales, quienes ayer exigieron públicamente
que el ejército filipino ponga término a sus acciones
agresivas y permita la liberación negociada de los rehenes.
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