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Vladimiro Montesinos, el monstruo tras del monstruo

t.gif (862 bytes)  El Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), brazo político y policial del gobierno de Fujimori, fue el organismo que provocó la crisis que desembocó en el anuncio de nuevas elecciones generales en Perú. Dirigido en la práctica por el asesor presidencial en temas de seguridad, Vladimiro Montesinos, el SIN –ahora desactivado por Fujimori– registró en los últimos diez años un desmesurado crecimiento, que lo convirtió en una entidad omnipresente en el país, según denuncias de la oposición. Su papel fue equiparado con el de la Gestapo en la Alemania nazi y más cercanamente con la DINA en los tiempos de la dictadura militar chilena.
El gigantismo que se le atribuye se inició tras el autogolpe que protagonizó el presidente Fujimori el 5 de abril de 1992, mediante el cual clausuró el Congreso, reorganizó el Poder Judicial e instauró un gobierno de emergencia y reconstrucción nacional. Una norma legal dictada poco después del autogolpe asignó al SIN un presupuesto especial y secreto del cual nunca ha rendido cuentas. El gobierno adujo en todo momento que era necesario potenciar el SIN para que el país pueda ejercer una lucha frontal, pero también subterránea, contra la subversión, especialmente de la organización maoísta Sendero Luminoso. Estudiosos de la violencia política indican que los servicios de inteligencia cumplieron un papel importante en el combate contra senderistas y narcos, pero en esa labor cometieron sistemáticas violaciones a los derechos humanos.
Desde el autogolpe, el SIN comenzó a tener una imagen siniestra al ser asociado al grupo paramilitar Colina, al que se acusó de haber perpetrado por lo menos dos crímenes: una matanza de 15 personas, incluso niños, en el barrio limeño de Barrios Altos en noviembre de 1991, y el asesinato de nueve estudiantes y un profesor de la Universidad La Cantuta, en julio del año siguiente. Sobre las víctimas recaían sospechas, sin pruebas, de estar vinculados con Sendero Luminoso. Denuncias de la prensa y de grupos de Derechos Humanos obligaron al juicio y condena de una decena de militares responsables, quienes años después, en 1995, fueron amnistiados por el gobierno en medio de airadas protestas.
Convertido en el organismo más repudiado, según encuestas realizadas en los últimos años, las acusaciones indican que el SIN extendió sus tentáculos a las Fuerzas Armadas –a cuyos jefes mantenía bajo estrecha vigilancia–, al Poder Judicial, a diversas entidades de la esfera estatal y a periodistas. Nadie del gobierno ha desmentido las acusaciones de que el organismo dirigido por Montesinos tenga una videoteca con 2500 videos, que tendrían imágenes de chantajes y sobornos a militares y civiles. Ante las acusaciones sobre el excesivo poder de los servicios secretos, Fujimori salió en forma permanente en su defensa.
Un canal de televisión puso el dedo en la llaga cuando acusó a agentes secretos del asesinato y descuartizamiento en 1997 de la ex agente de inteligencia Mariela Barreto y de las torturas contra otra ex agente, Leonor La Rosa, quien quedó parapléjica y actualmente vive en Suecia, bajo protección del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Ese mismo año, el SIN fue acusado de haber tendido una red de espionaje telefónico para personajes sospechados de antifujimorismo. Pero el jueves último, el SIN fue el protagonista de lo que sería la estocada final a la fujicracia: el video en el que se ve a Montesinos entregando dinero a un congresista opositor, que luego se cambió a las filas del oficialismo.

 

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