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“LAS PICARDIAS DE SCAPIN”, POR LA COMEDIE FRANÇAISE
Los últimos enredos de Molière

La versatilidad de los actores y una buena dirección le dan sustento a una obra que recién fue valorada luego de la muerte de su autor.

Por Hilda Cabrera

t.gif (862 bytes)  Dentro del universo de los valets creados por Molière, Scapin no es sólo el más sagaz sino también el más melancólico y misterioso. Su carácter no encaja con el del criado servil y nada se sabe de su biografía. Parece vivir sin ilusión, pero –como advierten los estudiosos– también “sin tristeza”. Se dice que este personaje surge inspirado en textos ajenos, en la comedia Phormion del latino Terencio, en piezas populares cómicas italianas y francesas y en farsas del tipo de las de Tabarín, seudónimo de Antoine Girard, quien supo vagabundear por las calles de París vendiendo bálsamos curalotodo. Especie de retrato de enredos sentimentales y de caracteres de una época, Las picardías... cuenta la historia de dos jóvenes adinerados de Nápoles que en ausencia de sus padres, ricos comerciantes, se enamoran de quienes no corresponde: Octave, de la huérfana Hyacinthe, con quien además se casa a escondidas, y Léandre, de una supuesta gitana egipcia, Zerbinette. El embrollo se produce cuando los padres regresan y amenazan desbaratar esos amores. Ahí es donde entra en juego la astucia de Scapin, quien decide ayudar a los jóvenes. La anécdota original prevé para éstos un final feliz, bien diferente del que le espera al criado, “perdonado” a regañadientes por los señores.
En la puesta de Jean-Louis Benoît el final resulta menos dramático. Sugiere una posible sobrevivencia de Scapin a través de un juego escénico tan despojado de adornos como repleto de ideas. Entre otras, la de que esta historia se configura según las “leyes de la comedia”, que no son las de la vida, y que aun cuando los personajes asuman por momentos el carácter de marionetas, Scapin sabe cómo conservar su independencia. Este es además el único personaje que se permite actitudes propias de un individuo del presente. Distanciándose o metido en la trama, está en condiciones de abarcar su entorno, comprenderlo y opinar sobre él sin caer en el discurso. Conoce todas las trampas y se expresa con ironía, por ejemplo cuando, como al pasar, dice “Lo cargaré sobre mis espaldas como a un fardo cualquiera” al ambicioso y ridículo Géronte (padre de Léandre, el amante de Zerbinette, que no es gitana sino hija de Argante), en una de las secuencias más logradas. Aquélla en la que Scapin logra finalmente vengarse de las tropelías que le hizo a su vez el viejo Géronte: la escena en la que, encerrándolo en una bolsa para “protegerlo” de los enemigos, lo muele a palos.

Es justamente en ese tramo crucial en el que Gérard Giroudon, intérprete de Scapin, pone en juego su habilidad para imitar voces, desde las de una gallina a las varias y furiosas de unos soldados, todos obviamente inexistentes. Las fuentes de esta secuencia, célebre por la enjundiosa teatralidad que le imprimió Molière, pudieron haberse inspirado tanto en una farsa de Tabarín (quien murió cuando Molière tenía apenas cuatro años), como en Les Facétieuses Nuits, libro del italiano Gian Francesco Straparola.
Estrenada el 24 de marzo de 1671 en el Palais Royal por la compañía de Molière, componiendo él mismo el papel de Scapin, Las picardías... no pudo sostenerse. Se la consideró una pieza ramplona. Este juicio fue modificándose recién a partir de la muerte del autor, en 1673. Hoy existe cierto acuerdo sobre algunos aspectos convencionales de la trama y las astucias. De ahí la relevancia que adquieren en este montaje las actuaciones (algunas elaboradas con técnicas propias del teatro oriental) y la “lectura” que realice el director. Asuntos que en este montaje han sido bien resueltos por Benoît (quien entrecruza elementos payasescos con otros tomados de las comedias de enredo) y por los versátiles actores de la Comédie, entre los que se destacan muy especialmente Giroudon (Scapin) y Malik Faraoun (Géronte).
Debido a que la traducción simultánea (con visor en lo alto del escenario) no fue completa, los espectadores no francófonos debieron conformarse con imaginar los contrapuntos verbales a través de los gestos de los intérpretes, deliberadamente exagerados. Esta opción le imprimió a los actores el aire de una comparsa de amateurs, conducida por un Giroudon-Scapin decidido a convertir la escena en teatro dentro del teatro. Es así que, a pesar de hallarse mortalmente herido en la cabeza (porque le cayó un martillo al pasar por una obra en construcción), Scapin adquiere en esta puesta carácter de sobreviviente. Lo ejemplifica, quitándose (como quien se desprende de una máscara) la venda ensangrentada y mostrando que todo lo sucedido no es más que un juego, donde los pusilánimes y ridículos son los otros. El papel de Scapin (¿del italiano scappare?) sigue siendo el de un estratega del llano que sabe de infortunios y debilidades y que quizá, mediante escaramuzas, pueda escapar de la propia desgracia.

 

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