Por
Roque Casciero
El segundo y flamante disco de La Chicana se llama Un giro extraño,
igual que uno de los tangos compuestos por el guitarrista Acho Estol.
El título resulta más que adecuado, porque es realmente
un giro extraño el que ha tomado la música del grupo: aunque
mantiene esa actitud más cercana a Sumo que a “Grandes valores
del tango”, sus influencias ya no están centradas sólo
en los años iniciales del dos por cuatro, sino que se han ampliado
con folklore argentino y sudamericano, algo que ya habían esbozado
en su CD debut. “Queremos abrir los límites del tango, siguiendo
el ejemplo de Gardel, que cantaba lo que le gustaba”, fue la explicación
que dio la cantante Dolores Solá durante la segunda fecha de “Los
viernes, música”. Este ciclo organizado por Página/12
y Buenos Aires Música (programa de promoción cultural de
la Secretaría de Cultura porteña) continuará esta
semana con Patio de Tango y la siguiente con el guitarrista Juanjo Domínguez.
Todos los shows son transmitidos en vivo a través de Internet en
la página de este diario (/), donde luego quedan
archivados para ser revividos por los navegantes.

Ejemplos de la amplitud de criterios de los jóvenes músicos
de La Chicana fueron el folk-pop no del todo logrado de “La foto
del escarabajo”, la chacarera lisérgica “Lucho en el
suelo con diamantes” y la impecable versión aporteñada
de “Frank’s wild years” (de Tom Waits, rebautizada “Los
años de joda de Aníbal”). Pero lo cierto es que se
mueven con mayor fluidez y solvencia cuando los ritmos son el vals, la
milonga, el candombe y el tango. Como en un viaje nocturno por barrios
peligrosos, las composiciones de Estol recurren al lenguaje callejero
(“No será que en tu delirio paranoico-suficiente/te asusta
que otro demente se le anime a tu querer”, “Estereotípico
linyera camina chanfleado”). Las postales de la realidad –del
30 y del 2000 también– continúan en los temas ajenos
que elige La Chicana: “Oro y plata”, “Ella se fue”,
“San Pedro y San Pablo” y “El ciruja”. Y la interpretación
de Solá generalmente tiene el clima que precisa cada canción,
con una voz que suena afilada en los tonos más agudos, y rasposa
cuando asume los graves.
El grupo eligió presentar catorce de los diecisiete temas que componen
su nuevo álbum, pero como no han sido bien fogueados en vivo y
su público todavía no los conoce, el concierto tardó
en remontar cierta frialdad inicial. Con el empeño de los músicos
–que privilegian la polenta del conjunto por sobre el virtuosismo
individual– y la interesante presencia del invitado Ariel Prat en
un par de milongas y candombes, el final ganó en intensidad. Y
con “La patota”, un tema del primer disco (titulado Ayer hoy
era mañana), La Chicana completó su paseo urbano. Por una
urbe que sigue siendo, según su visión, tanguera y rea.
|