Por
Fernando DAddario
En El Terceto, las categorizaciones provocan situaciones ambiguas.
Podría decirse de ellos (Norberto Minichillo en batería
y voz, Hernán Ríos en piano y Pablo Tozzi en contrabajo
y voz) que hacen jazz con raíces en diversos folklores latinoamericanos
(tango, zamba, bossa nova, etc) o que tocan diversos folklores latinoamericanos
amparados en su formación jazzera. En los cruces imperceptibles
que deparan estas aparentes certezas estilísticas, acaso radique
el secreto de la belleza artística, y en la sobriedad de su ejecución
descansa una de las pruebas de su valor musical. El Terceto parece haber
encontrado, a través de sus tres discos, una síntesis desacralizada
de esas virtudes. Su último trabajo, Tocatangó, editado
por el sello BAM, avanza un paso más en el eclecticismo que ya
habían adelantado en sus dos CDs anteriores, y más
allá de los interesantes temas propios, se interna con naturalidad
y buen gusto en terrenos proclives al lugar común, como la reinterpretación
de los transitados Tinta Roja, Milonga triste
y Naranjo en flor. Ellos salen indemnes, y dejan en los oídos
ajenos una sensación de frescura, como si la música escapara
por fin de los lineamientos tipificados por las enciclopedias.
Aunque Minichillo es, por cuestiones de edad (tiene 59 años) y
de trayectoria, una suerte de orientador del grupo, fue el último
en incorporarse a El Terceto, hace ya más de un lustro. Hasta
me probaron y todo, estos pendejos... chicanea a sus compañeros
el compositor y baterista (y también cantante, como lo demuestra
en sus breves apariciones vocales, a la manera de los viejos estribillistas
tangueros, pero con un estilo decidor a lo Goyeneche). Paradójicamente
(o no tanto), el viejo es quien ha tenido mayores contactos
afectivos y profesionales con el rock, mientras que Ríos
(33 años, un abogado que no respeta las leyes de la ortodoxia musical,
precisamente porque las conoce) se formó en un conservatorio clásico,
y Tozzi (34) tiene en su bagaje de adolescencia todas las canciones de
la épica latinoamericanista. De ese cóctel humano y artístico
salió El Terceto, que en la entrevista con Página/12, en
un bar de San Telmo, se muestra como lo que es, en definitiva: una banda
de amigos, formada por tipos de barrio. Minichillo es de La Paternal,
Ríos vive en Lomas de Zamora y Tozzi en Avellaneda. Pasado mañana
presentarán oficialmente Tocatangó en el Club del Vino,
con entrada gratuita, y el próximo sábado actuarán
en la sala A-B del Centro Cultural San Martín.
Esa libertad que se permiten ustedes, de algún modo puede
convertirse en un escollo, dentro de un mercado discográfico tan
proclive a etiquetar...
Norberto Minichillo: Es verdad, no saben dónde ponernos, si en
jazz, en folklore, o en tango.
Pablo Tozzi: Pero también es verdad que el problema lo tienen los
demás. Nosotros no...
N.M.: Es que después de que te pusieron la etiqueta de jazzero,
es difícil que te saquen de ahí, pero si de cosas establecidas
se trata, nos sentiríamos mejor si dijeran que hacemos música
popular americana.
¿Quieren escapar de esa sensación de elitismo que
rodea al ambiente del jazz?
N.M.: No queremos ser elitistas, y de hecho no lo somos. Nos queremos
diferenciar como músicos porque también somos diferentes
como personas. En general, los músicos de jazz en la Argentina
no tienen conciencia social. Sólo tocan jazz y no les importa un
carajo de nada. Nosotros no vamos a tocar en la embajada de los Estados
Unidos para que nos inviten a presentarnos allá. En nuestra música
se refleja un concepto político de la vida.
En el primer disco grabaron una versión de Hasta siempre,
el homenaje de Carlos Puebla al Che Guevara.
N.M.: Lo de Hasta siempre era algo a lo que yo le tenía
ganas, pero no me animaba a decírselo a ellos. Hasta que él
(por Tozzi) vino y la trajo.Y el tema salió, por afinidad musical,
pero también porque nos identificamos, los tres, con lo que representa.
Y nunca falta en nuestros shows.
¿El compromiso se refleja en esas elecciones, teniendo en
cuenta que, por ejemplo, ustedes hacen música instrumental?
Hernán Ríos: La ideología está en la elección
de los autores. Hacer temas de Troilo y Castillo, o de Cuchi Leguizamón,
ya es una toma de posición, lo mismo que la manera de hacerlos.
No nos gusta la pirotecnia.
N.M.: Claro, el modo de encararlos es fundamental. Esa necesidad de actuar
como grupo, sin individualismo, sin esa búsqueda del virtuosismo
por el virtuosismo mismo.
Es que el jazz, por su naturaleza, tiende a potenciar el lucimiento
personal.
P.T.: Pero lo nuestro es jugar para el equipo.
N.M.: Para que te des una idea, tomando a un jugador de otros tiempos,
nosotros seríamos once Ardiles. Bueno, en realidad tres Ardiles.
En algún momento el jazz en la Argentina, aún el que
reproducía los estándares de los Estados Unidos, llegó
a ser popular. Siempre se habla de los bailes en los años 40, donde
se presentaban conjuntos de típica y de jazz...
N.M.: Sí, yo no sé por qué se fue perdiendo esa cosa
popular. Creo que el poder lo absorbió, le quitó su significado
marginal e hizo que se olvidara de dónde viene: de la gente más
pobre.
P.T.: Hay también una cuestión marketinera, que instaló
al jazz como una música que debe consumir la gente de guita. Y
es absurdo eso.
N.M.: Y si no, fijate nosotros. Somos tres tipos de barrio, no somos caretas.
H.R.: No somos negros, ni porteños, ni santiagueños, ni
uruguayos, ni neoyorquinos. Somos bichos raros, y hacemos lo que podemos.
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