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![]() Un capo mafia en la era del Prozac |
Por Patricia Chaina
La promoción que habilita la llegada de la serie al sistema básico del cable es un acierto en la planificación de marketing de HBO. Luego de dos temporadas en la TV estadounidense, “Los Soprano” ya cuenta con cuatro premios EMMY. El que ganó la semana pasada James Gandolfini como mejor actor dramático. Y otros tres en 1999: el de Edie Falco como mejor actriz dramática, y los obtenidos por mejor guión y mejor casting. Todo un reconocimiento al arte de saber contar, y más cuando se cuentan historias donde se desdibuja, como en la realidad, la línea divisoria entre el bien y el mal. Es que la serie mantiene su estructura sobre un andamiaje tradicional: las sagas de familia, que le han dado a la televisión desde sus inicios, marco y contenido en géneros diversos. Desde “La familia Ingalls” hasta “Casados con hijos” pasando por “Los locos Addams”, la familia reafirmó en el mundo catódico su lugar de célula madre en la organización social. Por eso mismo “Los Soprano” se convirtió en un producto poco ortodoxo para la media televisiva. Y si bien la relación entre un mafioso que se anima a ir al psicoanalista la vincula en su origen a la película Analízame, interpretada por Robert De Niro y Billy Cristal, su factura final la emparienta con la ética y la estética de la familia Corleone, inmortalizada por Francis Ford Coppola en El Padrino. Aunque la serie evita las ráfagas de ametralladoras destripando gente a la salida de la iglesia. “Los Soprano”, ambientada a fines del siglo XX, prefiere la sutileza de un cable enrroscándose en el cuello de su víctima. Menos estruendoso pero no por eso menos cruel. “Los Soprano” toma la estructura formal de un relato de familia pero se atreve a organizarlo dentro del canon que rige la ley no escrita de la cosa nostra en la actual realidad de los Estados Unidos. Así, Tony Soprano se convierte en un héroe romántico a pesar de tener todas a favor para encarnar el rol del villano. Porque mientras asume su papel de padre preocupado por educar a sus hijos, como cualquier persona responsable, no duda al momento de tener que estrangular a los enemigos de sus negocios de familia. Y mientras cae al piso presa de un ataque de pánico porque sus patos salvajes abandonaron su piscina, lo acosa la imagen de su madre, la mamma (una composición para el recuerdo de la fallecida Nancy Marchand) una mujer tan despechada y autoritaria que puede llegar a planificar el asesinato de su propio hijo.
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