Un capo mafia en la era del Prozac |
Por Patricia Chaina Todo comenzó el día en que Tony Soprano, en su casa de Nueva Jersey, decidió acudir a una psicoanalista para intentar resolver la depresión que lo atormentaba en forma de ataques de pánico. Porque Soprano no era un norteamericano medio caído en esa angustia paralizante que lo podría convertir en dependiente del Prozac. Tony Soprano es padre de dos hijos Meadow y Anthony Jr. y marido de una ama de casa rubia y tradicionalista. Pero además, y aquí está la punta del ovillo, es el jefe de una familia mafiosa de extracción italomericana que en los Estados Unidos esconde sus acciones delictivas tras el cortinado de una empresa recolectora de residuos. Tras este planteo original David Chase produjo, escribió y dirigió para HBO, la serie Los Soprano, aunque algunos episodios contaron con directores invitados. Con James Gandolfini en el rol del sugestivo e inquietante Tony, Edie Falco como su señora esposa, y Lorraine Bracco como su psicoanalista, la composición escapó del clisé y se convirtió en paradigma de buena ficción televisiva. Y hoy llega a las pantallas de Cablevisión y Multicanal para sus abonados al servicio básico, con la intención de promocionar el regreso de HBO a los sistemas de cable como canal premium. Desde hoy y hasta el miércoles de la semana que viene se verá la primera temporada de la serie en capítulos dobles, a las 22. El último día se emitirá también el primer episodio de la segunda parte. Siempre por el canal 19 de Cablevisión y por el 29 de Multicanal. La promoción que habilita la llegada de la serie al sistema básico del cable es un acierto en la planificación de marketing de HBO. Luego de dos temporadas en la TV estadounidense, Los Soprano ya cuenta con cuatro premios EMMY. El que ganó la semana pasada James Gandolfini como mejor actor dramático. Y otros tres en 1999: el de Edie Falco como mejor actriz dramática, y los obtenidos por mejor guión y mejor casting. Todo un reconocimiento al arte de saber contar, y más cuando se cuentan historias donde se desdibuja, como en la realidad, la línea divisoria entre el bien y el mal. Es que la serie mantiene su estructura sobre un andamiaje tradicional: las sagas de familia, que le han dado a la televisión desde sus inicios, marco y contenido en géneros diversos. Desde La familia Ingalls hasta Casados con hijos pasando por Los locos Addams, la familia reafirmó en el mundo catódico su lugar de célula madre en la organización social. Por eso mismo Los Soprano se convirtió en un producto poco ortodoxo para la media televisiva. Y si bien la relación entre un mafioso que se anima a ir al psicoanalista la vincula en su origen a la película Analízame, interpretada por Robert De Niro y Billy Cristal, su factura final la emparienta con la ética y la estética de la familia Corleone, inmortalizada por Francis Ford Coppola en El Padrino. Aunque la serie evita las ráfagas de ametralladoras destripando gente a la salida de la iglesia. Los Soprano, ambientada a fines del siglo XX, prefiere la sutileza de un cable enrroscándose en el cuello de su víctima. Menos estruendoso pero no por eso menos cruel. Los Soprano toma la estructura formal de un relato de familia pero se atreve a organizarlo dentro del canon que rige la ley no escrita de la cosa nostra en la actual realidad de los Estados Unidos. Así, Tony Soprano se convierte en un héroe romántico a pesar de tener todas a favor para encarnar el rol del villano. Porque mientras asume su papel de padre preocupado por educar a sus hijos, como cualquier persona responsable, no duda al momento de tener que estrangular a los enemigos de sus negocios de familia. Y mientras cae al piso presa de un ataque de pánico porque sus patos salvajes abandonaron su piscina, lo acosa la imagen de su madre, la mamma (una composición para el recuerdo de la fallecida Nancy Marchand) una mujer tan despechada y autoritaria que puede llegar a planificar el asesinato de su propio hijo.
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