Por
Mariana Carbajal
No quiero tener más embarazos. Tengo el deber de no tener
más hijos. Mi decisión está fundada en una situación
social insoportable, desesperada..., escribió en su recurso
de amparo Stella Maris Passamonti, de 35 años, una de las veinte
mujeres de la pequeña localidad rionegrina de Villa Regina que
obtuvo permiso judicial para que le liguen las trompas de Falopio. Stella
Maris tiene 8 hijos y está a punto de dar a luz uno más.
Con el apoyo del ginecólogo del hospital local, la semana próxima
otras cuarenta mujeres, con familia numerosa y situación económica
precaria, pedirán en los tribunales autorización para someterse
a la misma operación. La movida puso los pelos de punta de la jerarquía
católica. Es una mutilación y una falta de respeto
hacia la mujer, cuestionó la cirugía contraceptiva
el vicepresidente de la Pastoral de Familia de la Conferencia Episcopal
Argentina, Guillermo Suárez.
Desde que el viernes la jueza María Evelina García, de General
Roca, hizo lugar a los amparos presentados por veinte mujeres para que
le liguen las trompas en el Hospital de Villa Regina, la localidad frutihortícola
de 33.000 habitantes ubicada en el Alto Valle de Río Negro, está
conmocionada. Entre las 20 madres suman 128 hijos. El abogado Luciano
Garrido, que patrocinó a las interesadas, ya está preparando
otros cuarenta recursos más. Se van a presentar la semana
próxima, precisó el médico Mario Mas, jefe
del Servicio de Tocoginecología del hospital local, y uno de los
mentores de la movida.
Un deber
No quiero tener más hijos. Quiero una solución para
evitar con certeza embarazos no deseados. Tengo el deber de no tener más
hijos. Quiero ejercer un derecho personalísimo en orden a una procreación
responsable, priorizando por sobre todas las cosas de este mundo mi propia
salud y el bienestar de mi actual grupo familiar, me refiero al bienestar
de mis ocho hijos, señaló en su recurso de amparo
Stella Maris Passamonti. La mujer intentó evitar la procreación
con distintos métodos anticonceptivos, pero no tuvo éxito,
y ahora está a punto de dar a luz el bebé número
nueve.
Stella Maris tiene 35 años y es una madre sola. Vive con toda su
prole en una casa prestada, de un dormitorio y baño externo. No
tiene trabajo estable y tampoco recibe ayuda de los padres de sus hijos.
Estamos subsistiendo gracias a la ayuda del municipio local y de
las instituciones intermedias que, con su labor solidaria y caritativa,
colaboran en el vestido de mis hijos y en la alimentación de los
mismos, relató Stella Maris. Su situación no es muy
diferente de la de las otras diecinueve mujeres que se presentaron semanas
atrás en la Justicia para conseguir un permiso para someterse a
una ligadura de trompas.
El tema es polémico. Para la ombudsman porteña, Alicia Oliveira,
no es necesaria la autorización siempre y cuando exista una indicación
médica para la ligadura. Pero muchos médicos prefieren exigirla
porque temen que se los acuse posteriormente de haber provocado una esterilización.
Y el panorama se complica aún más para la mujer, si alega
una decisión personal, basada en aspectos sociales y no terapéuticos.
Además, hay jueces que se niegan a otorgar el permiso porque lo
consideran innecesario. Se genera así un círculo vicioso.
La ligadura de trompas debe ser considerada una opción anticonceptiva
más. El requisito de la autorización judicial sólo
pone en peligro la salud de las pacientes, señaló
el médico Mario Mas. En marzo, Mas abrió un registro en
el hospital para que se anotaran aquellas mujeres que querían una
ligadura. En un mes, se inscribieron setenta interesadas. Fue el puntapié
inicial para generar un movimiento en toda la provincia para que se modificara
la legislación vigente y no hubiera dudas en cuanto a la necesidad
de la autorización judicial. El tema ya llegó al Congreso
Nacional de la mano de la diputada rionegrina Marta Milesi. A través
de unproyecto de ley, Milesi propuso la incorporación de un nuevo
artículo a la ley 17.132, que rige el ejercicio de la medicina,
por el cual tanto la ligadura de trompas como la vasectomía puedan
realizarse en los hospitales públicos sin que medie una orden de
un magistrado.
Hoy en el país se da una situación hipócrita,
porque las mujeres que pueden pagar en un consultorio privado pueden realizarse
la operación, pero las pobres no, observó Milesi.
La reacción de la Iglesia Católica no se hizo esperar. Con
este método se pone en juego la dignidad de la persona humana,
porque algunos argumentan problemas económicos como variable para
mutilar personas, sostuvo Suárez, vicepresidente de la Pastoral
de Familia de la Conferencia Espiscopal Argentina.
En
qué consiste el método
La ligadura de trompas de Falopio no es un método
de esterilización sino de infertilización femenina,
diferenció el médico Mario Mas, jefe del Servicio
de Tocoginecología del Hospital de Villa Regina. Si bien
la operación consiste en un método que evita embarazos,
no está equiparado al resto de los anticonceptivos conocidos.
Se realiza previa prescripción médico y con
fines terapéuticos, en casos en los cuales un nuevo embarazo,
cuando hay alto grado de probabilidad de producirse, ya sea
debido al contexto social en el cual se llevan a cabo las relaciones
sexuales de la paciente y/o fracaso de anteriores métodos
anticonceptivos podrían en serio peligro la salud de
la mujer y de sus hijos, explicó.
Al ligar las trompas, se impide que los óvulos y los espermatozoides
se encuentren. Existen tres formas de realizar la operación.
Una consiste en atar los extremos de cada trompa. Con
una microcirugía se puede desatar y así
restablecer su función en un 65 por ciento. Otra opción
es colocar mediante una laparoscopía, unos clips que producen
la obstrucción tuvaria. La tercera alternativa es quemar
y cortar las trompas. Ambos procedimientos pueden, en distinta medida,
revertirse.
Mas observó que en ninguna de las 14 provincias que cuentan
con leyes de salud reproductiva se contempla la opción de
la contracepción quirúrgica a través de una
ligadura de trompas.
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