Por
Julián Gorosdicher
Cuando la mesa está servida, millones de personas parecen paladear
los manjares que comen los famosos. El colorido de esos platos no
su sabor atrae multitudes que convierten a Sábado Bus
el programa de Nicolás Repetto en uno de los éxitos
más importantes de la TV argentina, y a Almorzando con Mirtha
Legrand con 36 años en pantalla en el programa
más duradero. Sus anfitriones no tienen nada en común: Mirtha
prefiere lo formal y cortés; Repetto, el elegante sport. Pero sus
mesas ejercen el mismo magnetismo. El de los manjares en primer plano,
las bocas llenas que se debaten entre masticar y hablar, los postres y
los vinos que todos querrían estar saboreando, pero se reservan
a unos pocos.
Para una
porción importante de la gente debe haber algo irresistible en
ver comer por TV que ninguna otra fórmula reemplaza. En Sábado
Bus, la atracción es sensorial. Langostas, pato, sushi, salmón
rosado se pelean por el primer plano con el cuerpo semidesnudo de las
bailarinas y los colores de la escenografía. Las chicas repiten
un estribillo: Todas queremos hacerlo con vos... y la cámara
enfoca el detalle de los manjares. La semióloga Lilia Ciamberlani
opina que la escena del semióvalo remite directamente al
banquete grecorromano, pero en versión posmoderna. Todos degustan
exquisiteces vestidos en un tono informal: generan en el otro el deseo
de comer. El menú es enunciado; la mesa es mostrada; la masticación
se exhibe: no es otra cosa que una búsqueda de acercamiento con
el espectador.
La elección de los platos forma parte del clímax: el actor
veterano se inclina por algo muy elaborado lomos con salsas excéntricas,
mariscos, comida de baja circulación social. El galán
joven y la modelo suelen optar por el sushi. El díscolo
elige lo casero: fideos con manteca (para Araceli González), ñoquis
con tuco, asado de tira, un locro. El comensal de lo simple y/o autóctono
sabe que la elección le reserva un aplauso, un comentario de Repetto,
sonrisas, un primer plano, y hasta alguna broma con doble sentido referida
a los chorizos y morcillas de una parrillada, al tamaño de un ñoqui
o un pescado...
El Gato Dumas expone ante la consulta de Página/12 una meditada
categorización de los invitados. Las modelitos no comen otra
cosa que no sea sushi. Es una actitud snob, ya que en Europa pasó
de moda hace tiempo. Pero ellas no lo saben y creen que queda bien. El
que se quiere hacer el fino pide una cosa más preparada: un lindo
salmón rosado con una salsa que haga contrastes. Y el canchero
come un bife con papas fritas. Le divierte shockear y se quiere hacer
el del pueblo. Para que esa voluntad transgresora se complete, el interesado
deberá operar con la comida: robar sobras de un plato vecino, quejarse
de la escasez, hacer bromas sexuales con los alimentos y hasta iniciar
una guerra de miga de pan con el compañero de enfrente. El centro
de atención, entonces, se habrá consumado.
El buen invitado de Sábado Bus el ocurrente,
un poco mal educado, inquieto, como el sábado pasado Florencia
de la Vega no coincide con el que se consagra en la mesa de Mir-
tha. Almorzando... es el reino de la cortesía: se festeja
al más galante con las invitadas, el que aplaude a la conductora
con mayor vehemencia al empezar cada bloque, el que ríe de sus
chistes malos. Esta es una cita de gala para la cual hay que prepararse
con las mejores ropas, ir a la peluquería y rendir algún
tributo a la anfitriona (un regalo, una dedicatoria, un elogio, una confesión
inesperada, aplausos cuando se presenta el segundo bloque y ya están
todos en la mesa).
El pudor rige las relaciones: Mir-tha tiene un excesivo reparo en mostrar
a la gente comiendo. Cuando se filtra el plano de una boca llena, pide
disculpas y pasa a otro tema. Reta enfáticamente al director si
esa boca es la suya. Ayer no se dio cuenta, pero se la vio masticando
un camarón mientras su único invitado, Gerardo Sofovich,
hablaba mal de los periodistas que lo critican. El banquete, aquí,
necesita de criados: dos mucamas corren sillas, traen bandejas, responden
a un pedido de la anfitriona: Algo sin carne para él, que
es vegetariano. Sólo en ocasiones especiales (los Midachi,
Jorge Guinzburg, la banda de Pergolini...) el orden es alterado y la gala
es transgredida. Entonces, podrán tirarse comida, incluir a las
mucamas en las bromas o vaciar las copas de vino. Gato Dumas es crítico
de la dinámica del programa: Es de una paquetería
absurda. La cortesía viene bien cuando se es fino, no finoide.
Y para ser fino hay que tener educación y haber estudiado.
El secreto de este éxito reside en la actitud de la anfitriona,
afirma Ernesto Medela, productor del ciclo. Mirtha modera una comida
entre amigos, cara a cara, en un decorado que simula una casa. Su conducta
no difiere de como es en su vida. Todavía hoy, el acto de
comer en Almorzando... es ligado por algunos a la exhibición
de un fasto, un exceso, un banquete para selectos que no sería
apropiado para coyunturas particulares. Dice Medela: Hay invitados
que vienen, pero no quieren comer, y nosotros los respetamos: Zulema Yoma,
Marta Maffei, las Madres de Plaza de Mayo, Horacio Verbitsky...
Pero las diferencias entre los programas se anulan a la hora de observar
los efectos en el público. Ciamberlani los incluye como formas
atenuadas de la TV real: Responden a una necesidad voyeurista de
los espectadores. Nada alcanza, queremos seguir consumiendo, llegar a
lo íntimo de las cosas, a mirar conductas primarias que nos ponen
en el lugar del espía que devela sucesivas capas de intimidad.
Para Dumas Almorzando... y Sábado Bus comparten
una esencia: El argentino los mira porque encuentra diversión
en la comida. El brasileño prefiere estar bailando o cantando,
pero a nosotros nos cuesta mostrarnos. Encontramos en comer la manera
de festejar a una pareja, de divertirnos.
Dos estilos, dos mundos
La ambientación es uno de los componentes esenciales de
Almorzando con Mirtha Legrand y Sábado
Bus. El programa de Nicolás Repetto se nutre de elementos
que aluden a un moderno restaurante de la zona porteña de
Las Cañitas. Los menúes más pedidos en su ciclo
son los que hacen furor en el circuito fashion: sushi, langosta,
salsas de hongos, ensaladas, platos con gustos agridulces. Todo
remite al sabor sofisticado, con esa marca que algunos tildan de
snob y otros defienden como el último bastión de los
bon vivants. Los chefs mismos de Sábado Bus acreditan
experiencia laboral en las cocinas de Las Cañitas. El ámbito,
como sucede en estos locales, es despojado, con poca ornamentación,
con muchos rostros de famosos. Existe un culto a la informalidad,
manifiesto en el vestir, en la organización de la mesa y
en el desconocimiento del contracté televisivo: aquí
se fuma en cámara, se toma hasta el fondo de la copa y se
charla con el de al lado cuando alguien es entrevistado.
Almorzando..., en cambio, reconstruye la escena del
living de mansión de Barrio Parque, casi una repro de la
casa de la anfitriona, con sus mismos portarretratos y pinturas.
La mesa formal ha sido cuidadosamente preparada, con varios juegos
de cubiertos de plata, copas para vino, agua, gaseosa, candelabros
y un ornamentado centro de mesa. El tono cortés invade los
saludos, los comentarios, el piropo y la galantería. Mirtha
se desplaza desde la barra de bebidas al comedor, y de allí
al living para el saludo final. Y, por detrás, se suceden
las imágenes del hábitat íntimo, alfombrado,
custodiado por mucamas y hecho a medida del confort. En el mundo
de los decorados de Mirtha el tiempo parece no haber pasado.
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�Mi ídola�, dijo
Sofovich
El viernes pasado, las dos potencias se saludaron:
Nico retribuyó una gentileza anterior de Mirtha y la visitó.
Legrand lo homenajeó con un especial, sin más invitados,
y lo interrogó a fondo. Ayer se repitió el procedimiento
con Gerardo Sofovich, pero la gestación del encuentro fue
completamente diferente. La entrevista de Mirtha fue rara: debió
aclarar antes que iba a preguntar con educación las cosas
que sentía que debía preguntar. Es que el ex interventor
de ATC, acusado de administración fraudulenta, ha sido
sugerido como invitado a los programas periodísticos del
canal por los nuevos dueños y eso es un compromiso para
todos. Sofovich, que este año manejará tres programas
en América, aprovechó el espacio para repetir sus
autoelogios, despreciar a quienes lo hayan criticado alguna vez
y encolumnarse como un soldado de Carlos Menem. Me divertí
mucho, dijo ella al final. Mi ídola,
respondió él.
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