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UN ANALISIS DE LOS SECRETOS DE “ALMORZANDO CON MIRTHA LEGRAND” Y “SABADO BUS”
El discreto encanto de comer en cámara

Uno lleva 36 años en el aire. Otro es el más exitoso, en rating, de esta temporada. Opinan sobre el fenómeno de los programas de gente comiendo el chef televisivo Gato Dumas y la semióloga Lilia Ciamberlani.

Por Julián Gorosdicher

t.gif (862 bytes)  Cuando la mesa está servida, millones de personas parecen paladear los manjares que comen los famosos. El colorido de esos platos –no su sabor– atrae multitudes que convierten a “Sábado Bus” –el programa de Nicolás Repetto– en uno de los éxitos más importantes de la TV argentina, y a “Almorzando con Mirtha Legrand” –con 36 años en pantalla– en el programa más duradero. Sus anfitriones no tienen nada en común: Mirtha prefiere lo formal y cortés; Repetto, el elegante sport. Pero sus mesas ejercen el mismo magnetismo. El de los manjares en primer plano, las bocas llenas que se debaten entre masticar y hablar, los postres y los vinos que todos querrían estar saboreando, pero se reservan a unos pocos.
Para una porción importante de la gente debe haber algo irresistible en ver comer por TV que ninguna otra fórmula reemplaza. En “Sábado Bus”, la atracción es sensorial. Langostas, pato, sushi, salmón rosado se pelean por el primer plano con el cuerpo semidesnudo de las bailarinas y los colores de la escenografía. Las chicas repiten un estribillo: “Todas queremos hacerlo con vos...” y la cámara enfoca el detalle de los manjares. La semióloga Lilia Ciamberlani opina que “la escena del semióvalo remite directamente al banquete grecorromano, pero en versión posmoderna. Todos degustan exquisiteces vestidos en un tono informal: generan en el otro el deseo de comer. El menú es enunciado; la mesa es mostrada; la masticación se exhibe: no es otra cosa que una búsqueda de acercamiento con el espectador”.
La elección de los platos forma parte del clímax: el actor veterano se inclina por algo muy elaborado –lomos con salsas excéntricas, mariscos, comida de baja circulación social–. El galán joven y la modelo suelen optar por el sushi. El “díscolo” elige lo casero: fideos con manteca (para Araceli González), ñoquis con tuco, asado de tira, un locro. El comensal de lo simple y/o autóctono sabe que la elección le reserva un aplauso, un comentario de Repetto, sonrisas, un primer plano, y hasta alguna broma con doble sentido referida a los chorizos y morcillas de una parrillada, al tamaño de un ñoqui o un pescado...
El Gato Dumas expone ante la consulta de Página/12 una meditada categorización de los invitados. “Las modelitos no comen otra cosa que no sea sushi. Es una actitud snob, ya que en Europa pasó de moda hace tiempo. Pero ellas no lo saben y creen que queda bien. El que se quiere hacer el fino pide una cosa más preparada: un lindo salmón rosado con una salsa que haga contrastes. Y el canchero come un bife con papas fritas. Le divierte shockear y se quiere hacer el del pueblo. Para que esa voluntad transgresora se complete, el interesado deberá operar con la comida: robar sobras de un plato vecino, quejarse de la escasez, hacer bromas sexuales con los alimentos y hasta iniciar una guerra de miga de pan con el compañero de enfrente. El centro de atención, entonces, se habrá consumado.
El buen invitado de “Sábado Bus” –el ocurrente, un poco mal educado, inquieto, como el sábado pasado Florencia de la Vega– no coincide con el que se consagra en la mesa de Mir- tha. “Almorzando...” es el reino de la cortesía: se festeja al más galante con las invitadas, el que aplaude a la conductora con mayor vehemencia al empezar cada bloque, el que ríe de sus chistes malos. Esta es una cita de gala para la cual hay que prepararse con las mejores ropas, ir a la peluquería y rendir algún tributo a la anfitriona (un regalo, una dedicatoria, un elogio, una confesión inesperada, aplausos cuando se presenta el segundo bloque y ya están todos en la mesa).
El pudor rige las relaciones: Mir-tha tiene un excesivo reparo en mostrar a la gente comiendo. Cuando se filtra el plano de una boca llena, pide disculpas y pasa a otro tema. Reta enfáticamente al director si esa boca es la suya. Ayer no se dio cuenta, pero se la vio masticando un camarón mientras su único invitado, Gerardo Sofovich, hablaba mal de los periodistas que lo critican. El banquete, aquí, necesita de criados: dos mucamas corren sillas, traen bandejas, responden a un pedido de la anfitriona: “Algo sin carne para él, que es vegetariano”. Sólo en ocasiones especiales (los Midachi, Jorge Guinzburg, la banda de Pergolini...) el orden es alterado y la gala es transgredida. Entonces, podrán tirarse comida, incluir a las mucamas en las bromas o vaciar las copas de vino. Gato Dumas es crítico de la dinámica del programa: “Es de una paquetería absurda. La cortesía viene bien cuando se es fino, no finoide. Y para ser fino hay que tener educación y haber estudiado.”
“El secreto de este éxito reside en la actitud de la anfitriona”, afirma Ernesto Medela, productor del ciclo. “Mirtha modera una comida entre amigos, cara a cara, en un decorado que simula una casa. Su conducta no difiere de como es en su vida”. Todavía hoy, el acto de comer en “Almorzando...” es ligado por algunos a la exhibición de un fasto, un exceso, un banquete para selectos que no sería apropiado para coyunturas particulares. Dice Medela: “Hay invitados que vienen, pero no quieren comer, y nosotros los respetamos: Zulema Yoma, Marta Maffei, las Madres de Plaza de Mayo, Horacio Verbitsky...” Pero las diferencias entre los programas se anulan a la hora de observar los efectos en el público. Ciamberlani los incluye como formas atenuadas de la TV real: “Responden a una necesidad voyeurista de los espectadores. Nada alcanza, queremos seguir consumiendo, llegar a lo íntimo de las cosas, a mirar conductas primarias que nos ponen en el lugar del espía que devela sucesivas capas de intimidad”. Para Dumas “Almorzando...” y “Sábado Bus” comparten una esencia: “El argentino los mira porque encuentra diversión en la comida. El brasileño prefiere estar bailando o cantando, pero a nosotros nos cuesta mostrarnos. Encontramos en comer la manera de festejar a una pareja, de divertirnos”.


Dos estilos, dos mundos

La ambientación es uno de los componentes esenciales de “Almorzando con Mirtha Legrand” y “Sábado Bus”. El programa de Nicolás Repetto se nutre de elementos que aluden a un moderno restaurante de la zona porteña de Las Cañitas. Los menúes más pedidos en su ciclo son los que hacen furor en el circuito fashion: sushi, langosta, salsas de hongos, ensaladas, platos con gustos agridulces. Todo remite al sabor sofisticado, con esa marca que algunos tildan de snob y otros defienden como el último bastión de los bon vivants. Los chefs mismos de “Sábado Bus” acreditan experiencia laboral en las cocinas de Las Cañitas. El ámbito, como sucede en estos locales, es despojado, con poca ornamentación, con muchos rostros de famosos. Existe un culto a la informalidad, manifiesto en el vestir, en la organización de la mesa y en el desconocimiento del contracté televisivo: aquí se fuma en cámara, se toma hasta el fondo de la copa y se charla con el de al lado cuando alguien es entrevistado.
“Almorzando...”, en cambio, reconstruye la escena del living de mansión de Barrio Parque, casi una repro de la casa de la anfitriona, con sus mismos portarretratos y pinturas. La mesa formal ha sido cuidadosamente preparada, con varios juegos de cubiertos de plata, copas para vino, agua, gaseosa, candelabros y un ornamentado centro de mesa. El tono cortés invade los saludos, los comentarios, el piropo y la galantería. Mirtha se desplaza desde la barra de bebidas al comedor, y de allí al living para el saludo final. Y, por detrás, se suceden las imágenes del hábitat íntimo, alfombrado, custodiado por mucamas y hecho a medida del confort. En el mundo de los decorados de Mirtha el tiempo parece no haber pasado.

 

�Mi ídola�, dijo Sofovich

El viernes pasado, las dos potencias se saludaron: Nico retribuyó una gentileza anterior de Mirtha y la visitó. Legrand lo homenajeó con un especial, sin más invitados, y lo interrogó a fondo. Ayer se repitió el procedimiento con Gerardo Sofovich, pero la gestación del encuentro fue completamente diferente. La entrevista de Mirtha fue rara: debió aclarar antes que iba a preguntar con educación las cosas que sentía que debía preguntar. Es que el ex interventor de ATC, acusado de administración fraudulenta, ha sido sugerido como invitado a los programas periodísticos del canal por los nuevos dueños y eso es un compromiso para todos. Sofovich, que este año manejará tres programas en América, aprovechó el espacio para repetir sus autoelogios, despreciar a quienes lo hayan criticado alguna vez y encolumnarse como un soldado de Carlos Menem. “Me divertí mucho”, dijo ella al final. “Mi ídola”, respondió él.

 

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