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�Todos somos dueños del Colón�, dice Sergio Renán

Debió irse. Lo llamaron para que regresara. Tuvo que renunciar. La tercera es la vencida. Hoy a la tarde el director que, entre otras cosas, creó el Centro Experimental vuelve a conducir el teatro.

Por Diego Fischerman

t.gif (862 bytes)  La voz es mesurada. Casi excesivamente cautelosa. En el momento en que Sergio Renán, que hoy a la tarde asume como nuevo director artístico del Teatro Colón, dice que lo ilusiona “retomar un proyecto artístico que pude llevar a cabo sólo hasta un determinado punto”, no parece que hubiera pasado la cantidad de agua que pasó bajo el puente. Una separación del cargo de director general del Colón de la que nadie supo decir demasiado bien el porqué, una enfermedad que lo mantuvo al borde de la muerte, una recuperación milagrosa y la vuelta al teatro formaron parte del primer capítulo. El segundo comenzó con los conflictos que con él mantuvo el entonces director general Luis Ovsejevich –entre otras cosas dejándolo sin despacho–, una renuncia con una programación entregada que luego no se respetó e interminables negociaciones para que volviera.
El tercer capítulo empieza cuando Jorge Telerman, secretario de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, anunció hace un mes que se había confirmado la aceptación del cargo por parte de Renán. El tiempo transcurrido entre ese anuncio y su asunción al cargo tuvo que ver con dos cuestiones. La primera de ellas fue conformar un equipo de conducción adecuado: Martín Pourrain como director administrativo, Enrique Facio (ex secretario de Planeamiento de la ciudad) como director general ejecutivo, el destacado iluminador José Luis Fiorruccio como director técnico y Reinaldo Censabella en el puesto de director musical. El segundo motivo tuvo que ver con una cuestión de gentileza: esperar el regreso de este último, que hasta ayer se encontraba dirigiendo ópera en el exterior. Y las primeras palabras de Renán a Página/12, en las vísperas de su regreso, se refieren a algo central, según su punto de vista: “Vitalizar la relación del teatro con sus destinatarios”.
–Usted habló de retomar un proyecto. ¿Cuáles son los aspectos particulares en los que cree que su tarea quedó inconclusa?
–Un proceso que tenía que ver con la jerarquía, con eso medible de manera más o menos objetiva a partir de la relación entre el interés de los títulos y de sus elencos, creo que quedó interrumpido. De todas maneras, creo que el núcleo no está en estos aspectos sino en la relación que el Colón establece con los demás. Y en particular en lo que se haga a favor de la desacralización. No se trata de combatir el respeto que, a veces, genera la sola mención del Colón. Pero sí de modificar esa sensación de distancia, de intimidación. Esa idea de que el Colón es un espacio reservado, un club privado para los que son muy ricos o para los que saben mucho y al que es casi imposible acceder. Nuestro proyecto involucraba la incorporación de espectadores nuevos, diferentes. Más allá de que la índole de la ópera, predominantemente, atrae a gente de mediana edad para arriba, resulta imprescindible que puedan acercarse espectadores jóvenes que supongan un recambio generacional. Hay que hacer cosas para que la gente sepa lo que el Colón puede ofrecerles, para que le pierda el miedo. Y, sobre todo, para que tenga presente que el dueño del Colón no es ningún sector particular. El Colón es de la ciudad, del país. Los dueños del Colón son todos.
–La historia reciente del Colón y de su relación con los gremios permitiría sacar la conclusión de que la paz sindical es un lujo del que sólo pueden gozar los gobiernos peronistas. Usted llevó adelante una gestión altamente exitosa en un momento en que no había protestas y ahora vuelve a asumir en el medio de una situación bastante crítica. ¿El gobierno de la Ciudad tiene conciencia de esta situación? ¿Cuáles son las estrategias que se prevén para permitir el funcionamiento del teatro?
–No puede no haber conciencia, dado que una de las particularidades de los conflictos del Colón es su resonancia poderosa. Y no puede no ser un factor importante en la evaluación de la situación. Desde luego que la recuperación de un concepto de disciplina que permita la operatividad del teatro en condiciones normales es un objetivo esencial del proceso que seinicia. Y esto no involucra sólo a la Secretaría de Cultura sino a la propia cabeza de gobierno. Por otra parte, cada uno de los que sienten que sus espacios de poder actuales pueden ser modificados desfavorablemente se preocupan por hacer todo lo posible para defender sus intereses. Esto se combina con preocupaciones genuinas y, a veces, también, con malas intenciones. Un ejemplo es lo que sucedió con una muy buena noticia, que es la de la reforma del escenario –que está totalmente obsoleto– gracias a un crédito del Banco Interamericano de Desarrollo (que, por otra parte, si no se usa se pierde). Esto fue traducido por un diario como el peligro de cierre del Colón. Si bien todavía la comisión de expertos no se ha expedido, se sabe que las reformas podrán hacerse durante los recesos. Esos recesos deberán ser un poco más largos que los normales pero, de ninguna manera dejará de haber temporada en el 2001 o en el 2003.
–¿Cuál es su posición actual con respecto de dos de sus creaciones, el Centro Experimental y el Abono Siglo XX, y de otra de sus innovaciones, la programación de óperas barrocas con orquestas de época?
–El Centro Experimental volverá a tener un presupuesto digno, porque es un espacio fundamental para la creación, para la aparición de nuevos talentos y para el acceso de un nuevo público. Y al ciclo de Opera del siglo XX se le dará nuevo impulso. El año próximo, también, se hará el gran homenaje que este país le debe a Mauricio Kagel y estoy retomando el proyecto del Orfeo de Monteverdi con dirección musical de Gabriel Garrido.

 

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