Por
Diego Fischerman
La voz es mesurada. Casi excesivamente cautelosa. En el momento en
que Sergio Renán, que hoy a la tarde asume como nuevo director
artístico del Teatro Colón, dice que lo ilusiona retomar
un proyecto artístico que pude llevar a cabo sólo hasta
un determinado punto, no parece que hubiera pasado la cantidad de
agua que pasó bajo el puente. Una separación del cargo de
director general del Colón de la que nadie supo decir demasiado
bien el porqué, una enfermedad que lo mantuvo al borde de la muerte,
una recuperación milagrosa y la vuelta al teatro formaron parte
del primer capítulo. El segundo comenzó con los conflictos
que con él mantuvo el entonces director general Luis Ovsejevich
entre otras cosas dejándolo sin despacho, una renuncia
con una programación entregada que luego no se respetó e
interminables negociaciones para que volviera.
El tercer capítulo empieza cuando Jorge Telerman, secretario de
Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, anunció hace un mes que se
había confirmado la aceptación del cargo por parte de Renán.
El tiempo transcurrido entre ese anuncio y su asunción al cargo
tuvo que ver con dos cuestiones. La primera de ellas fue conformar un
equipo de conducción adecuado: Martín Pourrain como director
administrativo, Enrique Facio (ex secretario de Planeamiento de la ciudad)
como director general ejecutivo, el destacado iluminador José Luis
Fiorruccio como director técnico y Reinaldo Censabella en el puesto
de director musical. El segundo motivo tuvo que ver con una cuestión
de gentileza: esperar el regreso de este último, que hasta ayer
se encontraba dirigiendo ópera en el exterior. Y las primeras palabras
de Renán a Página/12, en las vísperas de su regreso,
se refieren a algo central, según su punto de vista: Vitalizar
la relación del teatro con sus destinatarios.
Usted habló de retomar un proyecto. ¿Cuáles
son los aspectos particulares en los que cree que su tarea quedó
inconclusa?
Un proceso que tenía que ver con la jerarquía, con
eso medible de manera más o menos objetiva a partir de la relación
entre el interés de los títulos y de sus elencos, creo que
quedó interrumpido. De todas maneras, creo que el núcleo
no está en estos aspectos sino en la relación que el Colón
establece con los demás. Y en particular en lo que se haga a favor
de la desacralización. No se trata de combatir el respeto que,
a veces, genera la sola mención del Colón. Pero sí
de modificar esa sensación de distancia, de intimidación.
Esa idea de que el Colón es un espacio reservado, un club privado
para los que son muy ricos o para los que saben mucho y al que es casi
imposible acceder. Nuestro proyecto involucraba la incorporación
de espectadores nuevos, diferentes. Más allá de que la índole
de la ópera, predominantemente, atrae a gente de mediana edad para
arriba, resulta imprescindible que puedan acercarse espectadores jóvenes
que supongan un recambio generacional. Hay que hacer cosas para que la
gente sepa lo que el Colón puede ofrecerles, para que le pierda
el miedo. Y, sobre todo, para que tenga presente que el dueño del
Colón no es ningún sector particular. El Colón es
de la ciudad, del país. Los dueños del Colón son
todos.
La historia reciente del Colón y de su relación con
los gremios permitiría sacar la conclusión de que la paz
sindical es un lujo del que sólo pueden gozar los gobiernos peronistas.
Usted llevó adelante una gestión altamente exitosa en un
momento en que no había protestas y ahora vuelve a asumir en el
medio de una situación bastante crítica. ¿El gobierno
de la Ciudad tiene conciencia de esta situación? ¿Cuáles
son las estrategias que se prevén para permitir el funcionamiento
del teatro?
No puede no haber conciencia, dado que una de las particularidades
de los conflictos del Colón es su resonancia poderosa. Y no puede
no ser un factor importante en la evaluación de la situación.
Desde luego que la recuperación de un concepto de disciplina que
permita la operatividad del teatro en condiciones normales es un objetivo
esencial del proceso que seinicia. Y esto no involucra sólo a la
Secretaría de Cultura sino a la propia cabeza de gobierno. Por
otra parte, cada uno de los que sienten que sus espacios de poder actuales
pueden ser modificados desfavorablemente se preocupan por hacer todo lo
posible para defender sus intereses. Esto se combina con preocupaciones
genuinas y, a veces, también, con malas intenciones. Un ejemplo
es lo que sucedió con una muy buena noticia, que es la de la reforma
del escenario que está totalmente obsoleto gracias
a un crédito del Banco Interamericano de Desarrollo (que, por otra
parte, si no se usa se pierde). Esto fue traducido por un diario como
el peligro de cierre del Colón. Si bien todavía la comisión
de expertos no se ha expedido, se sabe que las reformas podrán
hacerse durante los recesos. Esos recesos deberán ser un poco más
largos que los normales pero, de ninguna manera dejará de haber
temporada en el 2001 o en el 2003.
¿Cuál es su posición actual con respecto de
dos de sus creaciones, el Centro Experimental y el Abono Siglo XX, y de
otra de sus innovaciones, la programación de óperas barrocas
con orquestas de época?
El Centro Experimental volverá a tener un presupuesto digno,
porque es un espacio fundamental para la creación, para la aparición
de nuevos talentos y para el acceso de un nuevo público. Y al ciclo
de Opera del siglo XX se le dará nuevo impulso. El año próximo,
también, se hará el gran homenaje que este país le
debe a Mauricio Kagel y estoy retomando el proyecto del Orfeo de Monteverdi
con dirección musical de Gabriel Garrido.
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