Por
Mariano Blejman
Fue una argentinada. Llegaron a las islas Malvinas pretendiendo aparecer
como simples turistas que no se conocían entre sí. Sin embargo,
se conocían y bastante bien: su objetivo era filmar una película
clandestina en esas islas que en inglés se llaman Falklands. El
guión del atrevimiento cuenta una historia de un típico
langa argentino que da vergüenza ajena cuando sale de
su país y cuya misión es hacerles el amor a las mujeres
de la isla con el fin de sembrar semen argentino. De allí
Fuckland, el nombre de la película, que se estrenará este
jueves. En una entrevista con Página/12, José Luis Marqués,
director, y Fabián Stratta, protagonista, explicaron cómo
fue filmar una película en un lugar donde los argentinos caen mal
y son poco queridos, con el peso de una guerra absurda en la memoria de
todos los involucrados. La difusión del rodaje, hace varias semanas,
produjo una oleada de repercusiones, incluso en la prensa inglesa.
¿Se imaginó la repercusión de la película
aun antes de estrenarse?
Marqués: Suponía que iba a tener repercusión
en la Argentina, pero jamás pensé que iba a salir en un
diario ruso, por ejemplo. Pasan cosas rarísimas: hay 700 entradas
de Checoslovaquia a la página de Internet, que es sólo en
español. Me llamó gente desde España que quiere comprar
el formato para hacer lo mismo en Gibraltar. También en Inglaterra
tuvo una repercusión enorme (ayer hubo una nota muy seria en el
diario The Guardian). Tampoco me esperaba que la eligiesen en un festival
en Londres y para dar un tour por Inglaterra.
¿Cuál es el mensaje que pretende dejar la película?
Marqués: Es una autocrítica argentina. Yo quise contar
el recorte de un argentino fuera de la Argentina. Suele suceder que cuando
uno ve un argentino en el exterior le da vergüenza ajena. Hay ciertas
características típicamente argentinas que tienen que ver
con conseguir las cosas de manera no demasiado ética. Es una ironía
sobre nosotros mismos.
¿No hay un dejo de resignación o de revancha?
Marqués: La idea de la película es tan demente como
la de combatir contra Gran Bretaña. La misión de este tipo
es casi tan estúpida como la de hacerles una guerra. En todo caso
es menos sangrienta y menos dolorosa.
¿Cómo influyó Internet como herramienta de
marketing?
Marqués: La idea de la utilización de Internet no
es algo que inventamos nosotros. Todos los largometrajes tienen su página
web. Aprovechamos Internet para mezclar la ficción con la realidad.
Las cosas que contamos en la página no son del todo ciertas, pero
tampoco del todo mentira. Fabián fue y grabó con su cámara.
Muchos lo comparan con el Proyecto Blair Witch, pero a diferencia de Blair
Witch que era todo ficticio, acá la verdad existe.
Contar o no la película es un doble juego, ¿no puede
perder el encanto?
Strata: No es un documental donde uno mostró una serie de
situaciones reales. Además hay toda una historia de por medio para
relatar. La primera etapa de la película está en cómo
se hizo. Eso generó una situación polémica. Ahora
el segundo paso es cómo se sostiene. Por eso mostramos muy poco.
Estamos intentando conservar la imagen de la película.
¿Qué le pasa al personaje cuando llega a las Malvinas?
Strata: Visto desde distintos ángulos, yo compongo a Fabián
Strata que se llama igual que yo, pero tiene ciertas características
argentinas, de chanta, de crápula machista que quiere ver cumplida
su misión: embarazar kelpers para que luego lo sigan otros y así
recuperar las islas en 30 o 40 años. No tiene un cuestionamiento
ideológico, no tiene remordimientos, no tiene monstruos en su cabeza.
Trata de hacer todo lo posible para levantarse una mina. Es un estratega
sin remordimientos.
Marqués: Buscábamos vincularnos y lograr cierto grado
de confianza para poder hablar con la gente. En la isla no te alquilan
autos por ser argentino. Si ya como turista ellos te colocan como enemigo,
sumado a eso firmar una película clandestina es sumar a la comida
algo más picante.
Aparece el problema de las interpretaciones aberrantes...
Marqués: El otro día le di un reportaje al Sunday
Telegraph de Inglaterra, que es un diario de derecha, y después
la mina escribió que era la misión de Galtieri llevada al
celuloide. Por otro lado el diario The Guardian puso algo totalmente distinto.
El Pengüin News le pidió hoy al Film Festival que no exhiba
la película. Y hace referencia al artículo del Sunday, que
es absolutamente erróneo.
¿Y cuál es su visión de la isla?
Strata: En la isla hay una especie de consejo de ancianos que gobierna
y actúa de censor de la información. Por ejemplo, si uno
entra con una revista pornográfica se la sacan en el aeropuerto.
Pero la gente joven tiene otra perspectiva. La única referencia
formal que tenemos es que el procurador de las islas dijo que nunca hubiesen
dejado que filmemos, pero por otro lado dijeron que no era nada ilegal.
Allí el único cine que hay es militar, por lo tanto no creo
que se vea.
¿Y qué opinión personal tiene de la idea del
mestizaje?
Marqués: Es una idea ridícula, aunque otros pueblos
la hayan utilizado para la conquista. Pero la película no es una
apología de la conquista. No creo que haya argentinos que sigan
a Fabián. Eso es pelotudo. En caso de que fuera cierto, uno deja
un hijo ahí: ¿que garantías tiene de que el hijo
que deje quiera ser argentino? Es como vender semillas de alambres de
púa.
El riesgo constante
Fuckland es la primera película Dogma 95 de la Argentina.
Hasta ahora, hay quince en el mundo rodadas bajo esas reglas. José
Luis Marqués ya tenía como referencia el manifiesto
creado por Lars Von Trier y Thomas Vinterberg cuando pensó
por primera vez en introducirse en la experimentación, partiendo
del total desconocimiento de las situaciones y teniendo al riesgo
siempre presente. Las siete personas que participaron del rodaje
compraron los pasajes por Internet y viajaron en un mismo avión,
pero haciendo como que no se conocían. El primer riesgo fue
que descubrieran los más de 200 casetes de video. En Fuckland
el actor hizo su personaje 24 horas al día: prendía
la cámara cuando se levantaba y la apagaba al irse a dormir.
Aprendí a conocer mis propios límites,
explica Strata. La producción trabajó con un equipo
de abogados: Queríamos tomar todos los recaudos,
explica Marqués. Pero el riesgo mayor era ser acusados de
espionaje. Por ello tomaron ciertos recaudos de producción:
no se filmó con cámaras ocultas ni en lugares prohibidos.
Tampoco se filmó la intimidad de la gente. El productor realizó
una declaración jurada que fue lacrada, explicitando las
intenciones genuinas del proyecto. Antes de embarcarse, prometieron
si cae uno, caemos todos.
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