Por Martín Granovsky
El poderoso secretario parlamentario del Senado, Mario Pontaquarto, es el mismo funcionario que en 1998 fue responsable de la sesión más vergonzosa desde el regreso de la democracia: la que consagró la elección de un senador trucho por el Chaco birlándole a la Alianza un legislador que había sido nombrado por la mayoría de la legislatura provincial. Pero ese antecedente no impidió que a fines del año pasado el mendocino José Genoud impulsara a Pontaquarto, un hombre de su extrema confianza, al cargo más alto de la cámara al que puede aspirar un funcionario por debajo del de senador.
En la tarde del 21 de octubre de 1998, el Senado aceptó el diploma del justicialista chaqueño Hugo Sager, en lugar del radical Carlos Pavicich, aunque éste había sido el elegido por la Legislatura del Chaco. En noviembre la mauyoría de la cámara, obsesionada todavía con la re-re de Menem, completaría la maniobra, al admitir al peronista correntino Rubén Pruyás cuando el puesto le correspondía a la coalición Pacto Autonomista Liberal-Democracia Progresista.
�Se trata de hechos de suma gravedad que sacudieron nuestro sistema institucional a tal punto que representantes de distintos sectores políticos reconocieron públicamente que estas maniobras del Senado creaban una peligrosa situación de inseguridad jurídica�, dijo en una carta a la Unión Interparlamentaria Mundial el entonces presidente de la Unión Cívica Radical, Fernando de la Rúa.
Pero más allá del bochorno de fondo, que se explica aparte, ni el radicalismo ni el pacto correntino hubieran podido ser despojados de sus bancas de no haber mediado, también, un bochorno de forma que Pontaquarto, como mínimo, toleró.
El funcionario era en ese momento prosecretario parlamentario y, por ausencia del secretario, fue quien asistió en la sesión de octubre del �98 al presidente del Senado, el vicepresidente Carlos Ruckauf.
Cargo con rango equivalente al de secretario de Estado, el puesto de secretario parlamentario tiene la función de ser el cancerbero del reglamento. El secretario (o el prosecretario a cargo) debe impedir cualquier irregularidad. Debe advertírselo, incluso, al presidente de la sesión, y hasta puede interrumpir una discusión si el presidente no entiende razones.
Ruckauf condujo la sesión irregular y Pontaquarto ni siquiera amagó con cuestionarlo. El reglamento se le escurrió de las manos, como lo revelan los hechos de ese día, reconstruidos ahora prolijamente por Página/12.
A las 18.16 el conteo de senadores determinó que había quórum. Con cuarenta presentes, Ruckauf dio por iniciada la sesión. Por decisión de su presidente de entonces José Genoud, el bloque radical, en tanto, se había reunido en el segundo piso, con la aparente intención de no prestar el quórum suficiente.
En ese punto apareció la primera irregularidad: la chicharra. Cada vez que se llama a sesión el secretario hace sonar una alarma. A veces no se escucha en el propio recinto, pero resuena en los pasillos del Congreso, y también, por eso, en el sitio de reunión del bloque de la UCR. Como control, el secretario tiene delante suyo una luz roja que queda prendida cuando la chicharra suena. Ese día la chicharra siguió sonando, y su chirrido confundió a muchos senadores del bloque radical. Si seguía prendida, era que la sesión no había empezado, razonaron. Pero la verdad es que la sesión sí había comenzado.
No solo había empezado. El PJ incluso consiguió tratar sobre tablas la aprobación del diploma de los senadores Sager y Alberto Tell (este último justicialista por Jujuy). Sobre tablas significa que la cámara debe reunir dos tercios de los senadores presentes �ese día, 27 sobre 40� para tratar todo asunto que un senador proponga en voz alta que sea considerado por la cámara. El resto de las irregularidades queda resumido y concentrado en las siguientes líneas, recogidas en la versión taquigráfica del día.
�Sr. Alasino.- Pido la palabra.
Sr. presidente (Ruckauf).- Tiene la palabra el señor senador por Entre Ríos.
Sr. Alasino.- Señor presidente: solicito que se modifique el plan de labor para considerar en primer término el dictamen de la Comisión de Asuntos Constitucionales por el que se aprueba el diploma del señor senador electo por la provincia de Jujuy, Alberto Máximo Tell, y en segundo lugar, el correspondiente al señor senador electo por el Chaco, Hugo Abel Sager.
Sr. presidente.- Si no se hace uso de la palabra, se va a votar el pedido de modificación del plan de labor formulado por el señor senador por Entre Ríos.
-La votación resulta afirmativa.
Sr. presidente.- Queda aprobada la modificación del plan de labor solicitada por el señor senador por Entre Ríos. (...).
Sr. presidente- Corresponde considerar el pedido de tratamiento sobre tablas formulado por el señor senador por Entre Ríos. Recuerdo a los señores senadores que para habilitar el tratamiento sobre tablas de estos temas se necesita mayoría de dos tercios de votos. Si no se hace uso de la palabra, se va a votar.
-La votación resulta afirmativa.
Sr. presidente.- Queda habilitado el tratamiento sobre tablas de los dictámenes por los que se aprueban los diplomas de los señores senadores electos Tell y Sager.�
En ese momento entró al recinto el bloque radical, que venía en tropel del segundo piso. Pero ya era tarde. El bochorno se había consumado con estas violaciones al reglamento que, parafraseando a Raúl Alfonsín, Pontaquarto no pudo, no supo o no quiso frenar:
Alasino pidió un cambio del plan de labor, o sea el temario del día. Se aprobó su moción, pero nadie leyó el nuevo plan.
Nadie advirtió a Alasino que no era posible modificar el plan de labor en ese punto de la sesión.
Cambiar el plan de labor implica leerlo. Si nadie leyó, es como si no hubiera habido nuevo plan.
Los planes de labor parlamentaria suponen un consenso previo que en todo caso debe reformularse.
El plan se cambió cuando no estaba presente ni siquiera el presidente del bloque de la primera minoría.
Más que un cambio del plan de labor, el secretario consintió una violación del reglamento.
Al hablar de los pliegos de Tell y Sager, fue la presidencia la que dijo que correspondía el tratamiento sobre tablas. �Corresponde considerar el pedido de tratamiento sobre tablas formulado por el señor senador por Entre Ríos�, dijo Ruckauf. Pero como se lee en la versión textual, Alasino no había formulado ningún pedido.
Además, según el artículo 150 del reglamento de la Cámara de Senadores �las mociones de sobre tablas no podrán formularse antes de qwue se haya terminado de dar cuenta de los asuntos entrados, a menos que lo sea a favor de uno de ellos; pero en este último caso la moción solo será considerada por la Cámara una vez terminada la relación de asuntos entrados�. El tratamiento sobre tablas se decidió sin terminar ninguna lectura.
Tal como publicó este diario en exclusiva, gracias a su experiencia parlamentaria y a que revista en el Congreso desde 1983 Pontaquarto es un puente de plata entre Genoud y los senadores justicialistas. Al menos lo era hasta que Augusto Alasino, con quien el secretario había trabado una excelente relación personal, encabezaba el bloque del PJ. Hoy, dos años después de aquel papelón institucional que sintonizó con el actual papelón de las coimas, sin Alasino en la jefatura del bloque, y quizás muy pronto sin Emilio Cantarero en la cámara, el extrovertido Pontaquarto se ha convertido en un sobreviviente. Como Genoud.
Puntos oscuros
1. ¿Por qué Pontaquarto no detuvo la sesión de los senatruchos a pesar de las
irregularidades?
2. ¿Por qué siguió sonando la chicharra alrededor de diez minutos después de lograr el quórum, confundiendo a los senadores?
3.¿Por qué el presidente del bloque radical, José Genoud, decidió reunir a su tropa en el segundo piso, a un piso de distancia de la entrada al recinto?
4. ¿Por qué la UCR no dejó ningún senador vigilando en el recinto, cuando se puede hacerlo con el solo hecho de quedarse parado, porque el quórum se forma recién al sentarse en la butaca?
5. ¿Por qué Genoud impulsó en diciembre último la postulación de Pontaquarto como secretario parlamentario cuando tenía a mano el antecedente de 1998? |
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