Por Luciano Monteagudo
�Creo que si existe hoy un muy buen crítico de cine en Estados Unidos, un sucesor de James Agee, ése es Jonathan Rosenbaum. Es uno de los mejores. No tenemos escritores así en Francia, él es como André Bazin.�
Los argumentos de autoridad suelen ser antipáticos, pero quizá no haya mejores palabras que las de Jean-Luc Godard para presentar a este notable ensayista e investigador norteamericano, la única voz auténticamente independiente de la crítica de su país, quien a partir del lunes y durante tres jornadas consecutivas ofrecerá un ciclo de conferencias en el cine Cosmos, precedidas por la proyección de sendos preestrenos (ver aparte), una actividad organizada por la filial argentina de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica, Fipresci.
De hecho, la primera de estas proyecciones corresponde a Sed de mal (1958), la obra maestra de Orson Welles, que hace dos años fue restaurada bajo la supervisión del propio Rosenbaum, considerado un auténtico exegeta de la obra del director de El ciudadano. Conocedor en profundidad de todo su cine, aun aquel que casi no ha visto la luz, editor del libro This is Orson Welles (Ciudadano Welles en su traducción castellana), Rosenbaum fue el responsable de haber exhumado un invalorable documento, el ya famoso memorándum de 58 páginas donde Welles especificaba detalladamente los criterios de montaje de Sed de mal y que en su momento fue desestimado por la productora Universal, que cuarenta años después terminó financiando la reconstrucción del film original.
Desde sus trincheras �las revistas especializadas Film Comment en Nueva York, Sight and Sound en Londres y Trafic en París, además de su prestigiosa columna semanal en el periódico Chicago Reader�, Rosenbaum ha sido uno de los más fieles y consecuentes defensores de Welles y su obra y el único que señaló insistentemente el grado de persecución política que sufrió el cineasta en Estados Unidos. Un acoso que dañó no sólo su imagen pública sino también la consecución de su obra, como fue el abortado proyecto de It�s All True (1942), la película sobre los pueblos desposeídos de México y Brasil, que Welles tuvo que dejar inconclusa.
La particularidad de Rosenbaum en el campo del cine es que sus textos escapan generalmente del área específica para convertirse en brillantes piezas de crítica cultural, que no excluyen el punto de vista ideológico. Por el contrario, su defensa de los cines europeos y periféricos en un contexto tan fuertemente marcado por el chauvinismo norteamericano, o su reivindicación de la obra de realizadores malditos en Hollywood como John Cassavetes y Nicholas Ray, no responden solamente a consideraciones de orden estético �que Rosenbaum desarrolla como pocos� sino también a preocupaciones de orden político. De allí sus múltiples choques con la mayoría de los críticos de su propio país, con quienes se ha enfrentado más de una vez con la ferocidad de un polemista intransigente, dispuesto a hacerle frente no sólo al lugar común sino también a las corporaciones intelectuales y a la institucionalización del discurso crítico, que ha hecho estragos en el campo académico.
La erudición de Rosenbaum, su capacidad argumentativa, su inteligencia dialéctica le permiten trabajar de manera brillante las paradojas y abordar tanto las obras de cineastas contemporáneos excéntricos, como el chileno Raúl Ruiz, el argentino Edgardo Cozarinsky y el húngaro Bèla Tarr, sin por ello descuidar la reconsideración de autores clásicos, como Howard Hawks, Samuel Fuller e incluso el olvidado Jerry Lewis, a quien Rosenbaum gusta citar en oposición a Woody Allen, por quien no siente ninguna simpatía.
Nacido hace 57 años en Florence, un pequeño pueblo de Alabama, Rosenbaum es �según la expresión acuñada por Serge Daney� un auténtico ciné-fils, un hijo del cine, en la medida en que sus abuelos y luego sus padres fueron dueños de una sala de cine en la cual él se formó durante su infancia. Hoy, en vez de ver al cine como a un paraíso perdido, Rosenbaum entiende su actividad como la maravillosa posibilidad de releer la realidad a veinticuatro fotogramas por segundo.
Preestrenos
Además de la nueva versión de Sed de mal, que presenta el lunes, Jonathan Rosenbaum introducirá el martes El viento nos llevará, la última película de Abbas Kiarostami (de quien próximamente publicará un libro) y el miércoles El hijo adoptivo, del realizador de Kirguisiztán Aktan Abdykalykov. Siempre a las 20 horas, en el cine Cosmos (Corrientes 2046). |
|