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�Allende ha sido mi norte moral�

En una entrevista que concedió a canal á el escritor chileno Ariel Dorfman confiesa el anhelo de que sus obras �sirvan de consuelo� a los males de la vida. 

Ariel Dorfman es un nombre clave de la mejor literatura latinoamericana de los últimos treinta años.


Por Verónica Abdala

t.gif (862 bytes) �¿Cómo es posible que en tu vida hayan ocurrido tantas cosas?�, le preguntó cierta vez el escritor estadounidense Paul Auster al chileno Ariel Dorfman, que lo miraba con sonrisa pícara. �No es que sean tantas�, le contestó, hablando bajito. �Es solamente que me las arreglo para contarlas bien.� Dorfman, que se hizo famoso en los años 60, cuando junto a Armand Mattelart publicó un polémico libro titulado Cómo leer al pato Donald, en que proponía una lectura ideológica del universo Disney, es autor, entre otras obras, de Cría cuervos, Confidence, La muerte de la doncella, Máscara y Viudas. Podría decirse que ha hecho del dolor de la derrota �era un ferviente partidario del gobierno de Salvador Allende�, del exilio y de la necesidad de memoria una espacio a partir del cual ha construido un corpus literario que lo ubica entre los escritores latinoamericanos imprescindibles de las últimas tres décadas.
Dorfman, narrador, ensayista y poeta, reside en Estados Unidos, tiene dos hijos varones y una sensación casi mágica, que lo acompaña desde que tiene memoria: la certeza de que con su mujer, Angélica, estaban destinados a encontrarse, desde antes de nacer. �A los dos años y medio, cuando ya hacía seis meses que nos habíamos mudado con mis padres a Estados Unidos, pasé una temporada con ellos en un pequeño hotel de la capital de Chile, frente a la Casa de la Moneda. El día en que debíamos partir, yo escondí los zapatos bajo la cama. Hoy interpreto que, además de que así expresaba mi resistencia ante una nueva mudanza, percibía que ella estaba cerca, a menos de diez cuadras a la redonda�, dirá en el marco de una extensa entrevista que concedió a canal á y que se verá en el marco del ciclo �Perfiles�, en dos emisiones consecutivas, el jueves 19 y el jueves 26 de octubre a las 11.30 y a las 17. En esos programas probará, además, que eso que una vez le dijo a Auster, es cierto: cada una de sus anécdotas, recuerdos y reflexiones parecen cobrar sentido desde la distancia, como si un otro omnipresente las estuviese pensando, y formaran parte de otro gran libro no escrito. 
Su trajinada niñez, la historia política de Chile, y en ese marco el golpe del �73 que, subraya, partió su vida en dos, la literatura contemporánea y cómo se inserta en ella su obra, el marxismo, y su familia, son básicamente los temas en torno a los que gira la charla en los especiales que produjo Eliseo Alvarez. En ellos, Dorfman se define como un �chileno argentino judío norteamericano tierno y tolerante�. En ese marco dice, por ejemplo, en relación a su escritura: �Toda mi obra muestra a los seres humanos descubriendo una historia que los narra, en todos los casos hay un personaje oculto que manipula los destinos de los personajes�, o �nadie en el mundo podría ser más generoso que yo cuando escribo, porque en esos momentos me desparramo para el lector, para que me vea y me devore�. También afirma: �Aspiro a que mis obras sirvan de consuelo�. Y cae en la cuenta de que los protagonistas de sus libros, �una y otra vez son las mujeres, porque ellas muestran la verdad del universo�.
Cuando le llega la hora de hablar de política, no duda en asegurar que �si hubiese sido argentino, hubiera estado del lado de la guerrilla, por mis ideas y por la manera que tengo de plantarme en el mundo�. Lo dice sin violencia, como confesando una debilidad inocultable. El tono de voz es otro bien distinto cuando habla de Allende, al que quiso como un padre. �Cuando asumió �recuerda� yo experimenté una sensación casi mística. El fue para mí el norte moral y definió mi creencia profunda en la democracia. En ese sentido, me salvó una y mil veces la vida. Nos dejó huérfanos, pero nos encomendó una tarea crucial: ser fieles a sus ideas, y aprender a dialogar con él. Pinochet, en cambio, fundó el país del exilio, de la muerte, de la mordaza, de la negrura, de la tortura y de lo terrible. Es imposible callar a los desaparecidos, y ese es el problema actual central de Chile. Esa pregunta sobre la responsabilidad que nos cabe ante el horror, está pendiente y nos pesa. Sólo tiene respuesta en el corazón de cada habitante. Y cuando digo esto estoy pensando en Chile, pero también en la Argentina, y desde un punto de vista más general, de todo el siglo XX. El golpe de Estado de mi país es el hecho más importante y desgraciado de mi vida. La muerte me parió ese día, lanzándome a una aventura que yo nunca hubiese querido para mí. Me obligó también a salir de Chile a escribir, a explicarle al mundo, para que el mundo entienda.�

 

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