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LA HISTORIA DETRAS DE PROGRAMAS COMO �CHIQUITITAS� Y �AGRANDADYTOS�
Dejad que los chicos trabajen en la tele

Tienen entre 3 y 15 años y se comportan como adultos. Son los chicos de �Chiquititas� y �Agrandadytos�. Opinan sobre el fenómeno Hugo Midón, el psicopedagogo Guillermo Cacace y la psicóloga Graciela Peyrou.

La tira �Chiquititas� va por su sexta temporada consecutiva. 


Por Julián Gorodischer

t.gif (862 bytes) El secreto de su éxito es ser un viejo cascarrabias cuando apenas cumplió los 6 años. Rodrigo Noya, una de las estrellas de Agrandadytos, vigila a su hermana como si fuera un custodio: le controla el largo de la pollera, los pretendientes que se le acercan, cada comentario. Cuando la nombra, le dice �milonguita�, como lo haría su padre. �Es dura, dura, y nunca me deja que le explique cómo se hace�, se queja ante Dady este niño que parecería no serlo. Es que la TV los prefiere así: serios y pensantes, o símbolos sexuales �como los galancitos de �Chiquititas�, la tira de Telefé que va por su sexta temporada�, pero poco �niños�. Son casi adultos en formato extra pequeño, describe el psicopedagogo Guillermo Cacace. �Es obvio que la mayoría de las veces se ven compulsados a repetir como loros, sin noción de lo que están diciendo.�
Felipe y Bautista son los dos pesos pesado de �Chiquititas�, acreedores de todas las miradas de las fans, una garantía de rating, aullidos y venta de stickers, posters y figuritas. Quizá por eso la revista del programa los pone en su tapa del último número, vestidos con poca ropa �una camiseta sin mangas�, tatuados y con los brazos cruzados, mirando fijo a la lente. �Chiquititas� (que promedia 10 puntos todas las tardes en Telefé) se dirige a una franja mayoritaria entre los 5 y los 12 años. A todas ellas, asume la tira, les interesa ver niños bellos además de sufridos �son huérfanos de padres� y por eso se los selecciona a la medida de esa preferencia: rubios de ojos azules (Bautista y Sebastián), muy simpáticos (todos los demás) y �sobre todo� nobles. �No me gusta que gastes dinero en mí�, dice Felipe, y marca el tono. Salvo la muy mala (Olivia), todos los otros siempre están preocupados por ayudar, dar, compartir, amar, proteger, contener, consolar, regalar... y la lista sigue... A la par, son torturados por archivillanos (los adultos) dedicados a hacer el mal porque sí: Patricia Sosa, como Paula, e Iván Espeche, como el fantasma. 
�En esta televisión �explica Hugo Midón, director teatral y maestro de niños actores� no promuevo la participación de mis alumnos en las tiras. No me parece que los ayude a pasar por un proceso interesante de actuación. Siempre inventan cosas más perversas y oscuras para seguir atrayendo audiencia. El medio apunta a una actuación superficial, con poco tiempo y resultados rápidos.� 
Los chicos �agrandadytos� (11.9 puntos de rating esta semana) saben cómo ser muy graciosos. Clara Belén, por caso, es una experta imitadora a los 4. Dice: �Me llaman la Pipistrela..�, y ensaya una coreografía de Tita Merello, saturada de tules. Cristian Muriño, uno de los más festejados, es indiscreto por naturaleza. Enuncia todo lo que se le aparece, sin filtro: la trastienda del casting, un reto a un compañero, una queja que involucra a la producción. Improvisa definiciones tiradas de los pelos: �Sintética es una tela que tiene dos colores�, responde a la pregunta del conductor. 
�En el casting de �Agrandadytos� �señala Annabella Sbrissa, productora periodística del programa� nadie tiene que esperar porque se los cita con horario asignado. No manejamos ninguna forma del maltrato del medio: les tenemos paciencia, no les damos guión, no los hacemos ensayar y les brindamos una charla con dos psicopedagogas para que estén tranquilos.� Cerca de 400 chicos (en su mayoría de 3 a 6 años) concurren semanalmente a esa cita. La escena es repetida; cambian los personajes. Mantienen una charla con Dady Brieva que dispara a tópicos insólitos. 
Ese cuadro �que una primera lectura sólo calificaría de �simpático�� tiene críticos y detractores. �En �Agrandadytos� �ejemplifica Cacace� a veces se festeja la exposición del trauma del chico. Cuando �como, de hecho, sucedió� un niño habla todo el tiempo de las tetas y el culo de Graciela Alfano aparece el discurso de un adulto dicho por el chico. Es un excedente de sexualización; el chico no sabe muy bien qué hacer con eso. El público no ríe de lo infantil; ríe del niño que está �siendo hablado por un adulto�. Y, mientras tanto, la actitud del chico tiene un ribete tenso: ojos muy abiertos, postura rígida...�.
Según la psicóloga Graciela Peyrou, �en el programa se juega con la ingenuidad de los chicos: ellos caen en las bromas que les tienden los adultos. Parece un juego inocente, pero es una tomada de pelo�. En cualquier caso, Peyrou es bastante cautelosa a la hora de recomendar la participación de chicos en la TV: �En la vida de un niño, ser actor debería ser un momento, un incidente, pero no puede ser una carrera. Todos acordamos con los derechos de los niños y afirmamos que no deben trabajar. Parecería que en la tele ellos están jugando, pero en realidad es un trabajo pesado y una base de lucro para los adultos�.
Quizá, conscientes de ello, en �Agrandadytos� no se concibe al rol de los chicos como un trabajo. No reciben paga ni viáticos por estar allí y son libres de interrumpir su participación cuando les plazca. ¿Cuál sería, entonces, el incentivo? Tal vez, sólo la irresistible tentación de �aparecer�. Apenas �el acceso a un lugar de status social, una felicidad transitoria� (según analiza Cacace). O el ejercicio de una temprana vocación por las preguntas incisivas en el reportaje. Una vez, los chicos espantaron a Flavia Palmiero, cuando preguntaron, con sonrisa ingenua: ¿Dormís junto con Macri? Ella denunció que todo estaba armado. �Fue la única entrevistada que tuvo algún problema�, se excusa la producción.
Lo de �Chiquititas� es distinto: su �star system� sí consagra ídolos juveniles bien remunerados, con contratos diferenciados, y todo un andamiaje de marketing detrás de sus rostros. Sebastián Franccini es uno de los nombres que más resuena: un pequeño galán joven que llegó a la pantalla grande �como hijo de Guillermo Francella en Papá es un ídolo� y encabeza el staff del programa con una imagen angelical y un pasaje por varios momentos dramáticos que lo pusieron a prueba. De todos salió airoso, y por eso suele recorrer otros canales en representación del ciclo: a los 9, llegó a compartir con Mirtha los almuerzos del mediodía. 
Sabe que su presencia en �Chiquititas� convoca multitudes y debe intuir que otros canales lo disputan. A varios de esos chicos los cruzó algún movilero con la pregunta que otras veces se dirige a colegas más crecidos: �¿El año que viene seguís en �Chiquititas�?�. Ellos, en tanto, se saben requeridos y aprendieron (de otros galanes y heroínas) una respuesta que siempre funciona y, en realidad, no dice nada. Contestan cuando aparecen en �Rumores� o en �Telepasillo�: �Lo estamos conversando�. 

 

El semillero televisivo

A falta de una industria cinematográfica fértil, los chicos actores de la Argentina se forman en los teleteatros, se foguean en las tiras y los unitarios, y en general siguen dedicando el grueso de sus horas laborales a la pantalla chica. Decenas de famosos de hoy provienen de dos novelas juveniles que marcaron un tiempo. �Pelito� mostró, muy pequeños y casi recitadores de texto, a Pablo Rago, José María Monje, Gustavo Bermúdez y nada menos que a Adrián Suar, entre otros primerizos. Suar logró pasar al cine �costeándose �Poliladron�, �Cohen vs Rossi� y �Apariencias�� pero la constante de todos es la pertenencia a la tevé. Rago fue un �Gasolero� y ahora es un �obrero de la tinta y el papel� en �Primicias�. Y Monje circula en roles secundarios de comedias y unitarios. El otro programa con entidad de mito fue �Clave de Sol�. Dieron sus primeros pasos: Leonardo Sbaraglia, Cecilia Dopazo, Julián Weich, entre otros. En todos los casos, pese a nutridas trayectorias en cine y TV, ninguno se desprendió de la imagen de esos personajes adolescentes. Sbaraglia era Diego; Dopazo, Julieta; Weich, Beto: y a todos se les sigue mencionando �en diversas entrevistas� su pasado, marcado a fuego, en una de las dos tiras juveniles pioneras de la pantalla chica.

Los artistas achicaditos

Iván Espeche fue un becario con rendimiento destacado en los Estados Unidos; �Chiquititas� lo contrató para representar a quien apodan �el fantasma�, temible villano que �se sospecha� en el fondo es bueno. Su caso es el reflejo de una tendencia: actores reconocidos, jóvenes meritorios que (en el contexto argentino) quedan relegados como soporte para el lucimiento de los chicos. Por �Chiquititas� han pasado desde Fernán Mirás y Darío Grandinetti hasta Patricia Sosa, que actualmente representa a la villana Paula. Todos tienen una trayectoria en lo suyo, y aquí cultivan el bajo perfil que da pie al lanzamiento de las estrellas precoces. Hasta Norma Aleandro habría recibido, hace un tiempo, la oferta de formar parte de ese elenco, que rechazó amablemente. Hay dos variables que explican esta invasión de consagrados en tiras juveniles: la voluntad del programa por revestirse de prestigio (además del rating seguro) y �del otro lado� la escasez de trabajo que, muchas veces, suprime la palabra �elegir� del vocabulario de los intérpretes.

 

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