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Por Mario Wainfeld

El síndrome de Walter Samuel

�Llach nunca pudo zafar de las críticas a su pasado. Para hacer una transformación de la educación, forzando a la CTERA y a Franja Morada a admitir ciertos cambios, hacía falta alguien �del palo�. Un progresista aggiornado, que reconociera la necesidad de modernizar, en mi lenguaje. Supongo que usted diría un converso�, jaranea ante Página/12 un funcionario, que quiere bien a Juan José Llach pero que asume que su nombramiento fue un error desde el vamos.
No hace falta compartir su análisis para admitir su conclusión básica. La primera baja ministerial de la Alianza alude a la falta de iniciativa y de cintura de Llach pero tiene también responsables más mediatos: aquellos que lo impulsaron, los integrantes de la fórmula presidencial quienes le asignaron una misión imposible que, como Dios manda, fracasó. Las dificultades de libro que tenía Llach, por su chapa de cavallista, se agravaron porque el presidente De la Rúa le añadió el gravamen de tener a sus números dos y tres peleándole desde el vamos y desde adentro.
�Lo que falló es el Dream Team �metaforiza en clave deportiva otro miembro del gabinete que se siente a salvo de los próximos cambios�, la idea de que un conjunto de individualidades prestigiosas garantizaba un buen equipo de gobierno.� �No hubo solidaridades internas, sobró divismo y escasearon defensores públicos de la gestión�, lapida luego.
Todas las lecturas externas e internas coinciden: el primer gabinete aliancista fue. Y fue con más pena que gloria. El Presidente se obstinó en demorar su cambio, desoyendo los consejos de �entre otros� Carlos Alvarez, Federico Storani y Cecilia Felgueras. Privilegió, sobre el discurso político de esos interlocutores, el enfoque publicitario que le propusieron su hijo Antonio y el secretario de Medios Darío Lopérfido: el Presidente no debía dejarse imponer los tiempos por los medios o por otros dirigentes. Debía evitar aparecer dominado por otros. Esa lectura no ponderaba que una administración no discurre en el vacío ni en el micromundo alienante que es una campaña electoral. Se inscribe en el fragor de una sociedad en ebullición. Ese error derivó en un fuerte desgaste padecido en estos días, que ahondó lo que se quería impedir: la imagen de irresolución y lentitud que pesa sobre el principal inquilino de la Casa Rosada.
Como fuera, los cambios están en la gatera, sí que pendientes de los peculiares tiempos del Presidente. Las decisiones o no están tomadas o están guardadas bajo siete llaves. Las versiones, como es de rigor en estos casos, pululan y todas cargan con la sospecha de estar condimentadas con algún interés. De esa trama se pueden extractar algunos datos e hipótesis dominantes.
Parecen estar muy firmes José Luis Machinea, Adalberto Rodríguez Giavarini (seguramente el ministro que más conforma a De la Rúa, si no el único), Nicolás Gallo y Héctor Lombardo. Y �coinciden tres fuentes de primer nivel� �nadie habla de tocar a Graciela�.
Fernando de Santibañes y Alberto Flamarique tienen su suerte sellada. Y es una fija que Rodolfo Terragno (acaso la antípoda del canciller, el más cuestionado en voz alta por el Presidente) volverá por un tiempo al llano, acaso a construir una candidatura a senador por la Capital en el 2001. Para reemplazarlo la mayoría de los interlocutores señala a Storani. La idea es poner al jefe de Gabinete en una relación más estrecha y cotidiana con el Parlamento, una articulación política para la que el perfil de �Fredi� va bien. Storani no es el más entusiasmado con la movida �comentan sus íntimos�, se siente a gusto en Interior y la ve más como un recorte de poder que como un ascenso. Pero, desde luego, será el Presidente quien decida.
Ricardo López Murphy podría protagonizar un enroque ligado a un hecho resonante. Pedro Pou, el presidente del Banco Central, que goza de estabilidad propia, estaría dispuesto a renunciar. El actual ministro de Defensa podría, entonces, mudarse al Central. Para sucederlo suena el nombre del actual embajador en Uruguay, Juan Manuel �Cachi� Casella que �datos a favor� sigue siendo un hombre de bajo perfil bien conceptuado por todas las líneas del radicalismo. El dato en contra es la mínima ambición política del candidato quien asegura, a quien quiera oírlo, estar más que cómodo en Uruguay, país cuyas costumbres e historia conoce y ama.
El recambio abarcará segundas y terceras líneas. Se da por cierto que servirá para ajustar cuentas con algunos secretarios que padecen un síndrome similar al de Walter Samuel en la Selección: no sólo perdieron goles hechos, también se marcaron imposibles goles en contra. Es el caso de Antonio �Pacheco� Berhongaray (por el rebrote de aftosa), Dante Caputo (que generó un frente anti Alianza en un territorio más que afín) y Melchor Posse. 
El Presidente maquina la posibilidad de reformular la Ley de Ministerios, en parte para darle más fuerza al �relanzamiento� de su gestión, en parte para readecuarlo a algunas necesidades que percibe acuciantes. La primera es potenciar toda el área de recaudación (AFIP, Aduana especialmente) recategorizándola. El nombre del actual presidente del Banco Nación, Chrystian Colombo, suele asociarse a la iniciativa. Pero el cambio de la Ley de Ministerios sólo se efectivizaría si hubiera un preacuerdo con ambas Cámaras del Congreso para aprobarlo en un par de días, un logro que en las actuales condiciones pinta como utópico. 
Enrique Olivera y Cecilia Felgueras son otros dos posibles candidatos a senadores que también suenan para el gabinete nacional. Pero más de un consejero le susurra a De la Rúa algo que hace un par de meses nadie hubiera mencionado: �No hay que dejarle toda la Capital al Frepaso�. La desconfianza, vale aclararlo, no se refiere al jefe de Gobierno porteño Aníbal Ibarra sino al líder mismo del Frepaso, Carlos �Chacho� Alvarez.

Remolinos 

El Presidente y el vice insisten en señalar que sus relaciones son óptimas. Pero algunos gestos y voces sugieren que la luna de miel es (¡ay!) un remoto recuerdo. �Cuanto más calma parece el agua más peligrosos son los remolinos�, poetiza un funcionario que conoce bien a ambos sobre su actual relación y luego se permite ser algo menos sutil �cuando el Presidente está cerca de Chacho su embole se huele�. Otro radical, que no es de los que militan contra Chacho, profetiza �se terminó la etapa de la vicepresidencia fuerte. Por un tiempo los dos se complementaron, ahora chocan y eso deteriora al Presidente�.
Nadie relata una discusión pública o privada entre ambos pero De la Rúa recibe a diario cien voces del radicalismo que le recitan las peores sospechas y diatribas contra Alvarez. Imaginan, o relatan, la formación de algún frente político liderado por el vice que incluye a Antonio Cafiero, Silvia Sapag, acaso Guillermo Francos. Algunos suman a Domingo Cavallo a esa �por lo que se sabe� virtual fuerza por nacer.
En las tiendas cercanas a Alvarez sólo se reconoce una buena relación con la senadora Sapag que creció en estos días pero que se remonta a años atrás cuando Alvarez sumó al caudillo neuquino (y padre de la senadora) Felipe Sapag para hacer el apagón antimenemista.
Alvarez insiste en que la batalla que está dando es para robustecer a la Alianza. Lo hace en público (ver páginas 2 y 3) y también lo hizo en la cena que compartieron con De la Rúa, José Luis Machinea, Storani y Raúl Alfonsín el lunes en la casa Rosada. En ella hubo apenas un episodio de bronca. Fue cuando Alfonsín deslizó �Chacho está convencido de que hubo sobornos. Yo tengo muchas dudas�. Alvarez, por un instante, montó en cólera. Luego recuperó su habitual buen trato con el ex presidente con quien se reunió a solas el viernes.
La anécdota refleja acaso bien la compleja situación que atraviesa Alfonsín. Un dirigente radical que recoge sus confidencias asegura que �le cuesta saber dónde pararse, para dónde ir. El reconoce que jamás estuvo tan desconcertado en toda su carrera política. Ni siquiera en los momentos más duros. En el �87, cuando perdió las elecciones, sufrió un mazazo pero sabía lo que debía hacer: conservar la mayor cantidad de poder posible hasta el �89. Ahora está abrumado, tironeado�. No es para menos. El ex presidente es un aliancista convencido y necesita la bandera de la coalición para competir electoralmente en la provincia de Buenos Aires. Y lo liga a Alvarez una corriente de afecto mutuo. Pero le cuesta aceptar como válidas las premisas de necesidad de cambios en la política que Chacho ha elegido como bandera mística. Alvarez le asegura que son necesarias para subsistir y adereza esa visión con un consejo pragmático: a la Alianza y a Alfonsín mismo no les vendrá nada mal que la agenda de la campaña del 2001 incluya un debate sobre política, transparencia etc. que no retire de la escena pero al menos comparta cartel con la situación económica.
Alfonsín �dicen quienes lo conocen bien� confía en la agudeza política de Chacho pero tiene recelos respecto de sus acometidas sobre el Senado y de sus críticas al funcionamiento de los partidos. Como poco, le gustaría saber que esos embates reconocen un límite. Así y todo, sigue fungiendo de amortiguador entre un radicalismo cada vez más abroquelado y un vice que no mitiga su ofensiva por cambiar las reglas que rigen la relación entre los partidos políticos y el dinero.

Pasatiempo y telón

De la Rúa recibió a Carlos Menem en la Casa Rosada porque:
a) quiere demostrarle a Alvarez que tiene muchos otros interlocutores de primer nivel en el sistema político;
b) intentó de ese modo �blanquear� una supuesta reunión anterior en Olivos mencionada en algunos medios y negada por el Presidente, que incordió al vice;
c) cree que los consensos institucionales sirven para diluir los malos humores colectivos.
Las tres hipótesis fueron formuladas por distintos integrantes del Gobierno, con escasa convicción. Tache el lector la que le parece que no corresponda y, en cualquier caso, advierta que:
Las dos primeras asumen que el Presidente hizo lo que hizo para enfrentar a su compañero de fórmula.
La tercera supone que eligió un camino que a Alvarez le parece �por decir lo menos� poco estimulante.
Ninguna exegesis sugiere que el rédito del cónclave compense el deterioro y el desprestigio que le irroga al Presidente fotografiarse junto a su antecesor.
La jugada, a falta de mejor explicación que nadie ha propuesto, parece inscribirse en el marco de desconcierto de un gobierno y un Presidente que aparecen muy a la zaga de los hechos. Un gol en contra, un error no forzado por el adversario de un Dream Team aquejado por el síndrome de Walter Samuel.


 

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