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EXCLUSIVO: HABLA UN MIEMBRO DE LA BANDA DE VALOR
�Ya los van a descubrir, los milicos son tarados�

En el más estricto anonimato confirma que se les pagó 260.000 a �milicos� (policías) para permitir la fuga. Los fondos son del asalto a un blindado en el sanatorio Mater Dei, �una entrega�.

Pago: �Esto no se arregla con un cabo de la puerta. Si investigan se van a dar cuenta de que un par de milicos cobraron 50.000 pesos cada uno, por adelantado�.

El Departamento Central de Policía, escena de la fuga de �Tractorcito� Cabrera y los dos paraguayos.


Por Raúl Kollmann

t.gif (862 bytes) �La fuga la pagamos con el dinero que �hicimos� (robamos) en la clínica Mater Dei. Se pagaron 260.000 pesos.� El hombre se acomoda en la silla plástica del bar de una estación de servicio del sur del Gran Buenos Aires. Asusta. Tiene tajos en los brazos, tatuajes y otros recuerdos de las cárceles más duras: Sierra Chica, Batán, La Plata. No abre bien la boca �tal vez por alguna pelea en la prisión� y por eso cuesta entender lo que dice este experimentado integrante de la banda del Gordo Valor. �El robo del Mater Dei estuvo arreglado y también lo de la fuga. Se venía hablando desde hace un tiempo. Primero se iba a hacer en un traslado del Tractorcito (Cabrera), pero después se arregló ahí adentro. La prueba es que afuera los estuvo esperando un auto para llevárselos: un Escort. Hoy, el Tractorcito anda por el Sur haciendo de turista. Ya sabemos que lo buscan en la zona donde vivía antes con su familia, en Villa Ballester. Pero ahí no va a ir ni en pedo. La banda lo banca.�
Los diálogos con Leandro �el integrante de la banda del Gordo Valor� empezaron hace casi un año, cuando le explicó a este diario la llamada masacre de Sierra Chica, aquella pelea entre bandas que terminó con varios hombres dentro del horno del penal. Página/12 adelantó en exclusiva detalles increíbles de ese motín y por entonces Leandro �procesado� quería demostrar que la matanza fue en realidad planeada por el Servicio Penitenciario, que puso en la misma cárcel a bandas enfrentadas sabiendo que, tarde o temprano, iba acabar en un baño de sangre. El juicio pareció darle la razón: hasta la jueza que actuó en el caso pidió una investigación sobre el Servicio Penitenciario. Esta vez Leandro alardea: quiere dejar en claro que la fuga del Departamento Central fue planeada, ejecutada y pagada por la banda del Gordo Valor.
�¿Por qué Cabrera se llevó también a los dos paraguayos?
�Porque eran imprescindibles para la fuga. Fueron la mano de obra. Pero además, esperamos cobrar unos buenos pesos por haberlos sacado.
�¿Cómo es posible? Los dos paraguayos no tienen dinero.
�No sé. A mí no me explican todo. Lo único que le puedo decir es que están esperando �un paquete� de plata. Eso sí. No bien salieron, los llevaron en el Escort, pero después los paraguayos se fueron por su lado. Seguro que van a hacer cagadas. Por eso no pueden andar con nosotros. Rojas es un tarado, que no sirve para nada. El otro (Vega Barrios) piensa un poco, pero no mucho. El de la banda se fue para el Sur haciendo de turista. Así no llama la atención.
�Eso debe ser una mentira para desviar la búsqueda.
�Piense lo que quiera. Nosotros sabemos que lo están buscando en la zona en la que andaba antes, Villa Ballester. Ahí no va a ir ni en pedo. Está de turista y la banda lo banca. Es un código. Además, con Tractorcito afuera, seguro que la banda va a dar algún golpe importante dentro de un tiempo.
�¿Por qué se pagó una cifra monumental como la que usted dice, 260.000 pesos?
�Esto no se arregla con un cabo de la puerta. Si investigan un poco se van a dar cuenta de que un par de milicos (policías) cobraron 50.000 pesos cada uno. Además, se paga por adelantado y en efectivo. Seguramente se entregó el dinero la mañana misma del sábado o el día anterior. Mire: ahí el milico se acercó a las celdas cuando escuchó los gritos. Nunca en mis años de cárcel vi que un milico haga eso. Primero, porque son cagones. Y segundo porque avisan primero a la guardia y en lo que piensan enseguida es en cuidarse. Cuando una fuga no está arreglada, hay muertos. Y esta vez no hubo. Le digo una cosa: ya los van a descubrir, porque los milicos son tarados. Se equivocan, dejan pruebas, gastan plata. 
�¿Quién hace los arreglos? 
�Aunque usted no lo crea, los arreglos se hacen desde adentro de la cárcel. Además, le digo una cosa: el jefe sigue siendo Valor. En la cárcel es el que manda. Cualquiera que entra sabe que los más respetados son los que �hicieron� bancos y más todavía si �voltearon un patrullero� (mataron a un policía). Por eso Valor es el que manda y los arreglos llegan desde afuera, pero llegan a la cárcel. Las visitas son muy importantes para todo eso. Los que están afuera respetan absolutamente al jefe que está adentro. Es un código que no se rompe jamás. Además, la banda que está afuera se hace cargo de los que están adentro. Y en la cárcel se arreglan no sólo las fugas. 
�¿Y eso qué significa?
�¿Usted cree que un trabajo como la clínica esa (Mater Dei) no estuvo arreglado? Está claro que ahí entregaron el dato y todo lo demás. La gente que hizo ese laburo sabía por qué médico preguntar y cada detalle sobre la forma en la que llegaba la plata. Esos son trabajos fáciles, recontra arreglados. Vienen a ofrecer el arreglo, no es que uno lo va a buscar. 
�¿Y en ese caso fue con gente de la clínica o con gente de la transportadora de caudales?
�No sé. Ni se lo diría. Pero para el juez y los milicos, investigar eso es un caramelo. No es difícil averiguar con quién se hizo el arreglo. Las empresas, además, tienen seguro. Y a veces hasta usan eso para esconder algo. 
�¿Cómo fue posible hacer el arreglo en el Departamento Central si Daniel (Tractorcito) Cabrera recién llegó ahí diez días antes?
�Mire. Cuando denunció al Servicio Penitenciario Nacional (SPN), diciendo que le cobraron 100.000 pesos por la fuga anterior, la de Devoto, ya se sabía que no lo iban a trasladar a ninguna cárcel. El Servicio lo quería matar. Así que las posibilidades eran pocas: el Departamento de la Federal, la Gendarmería o un lugar más. En algún momento se pensó en organizar la fuga en algún traslado, pero después, cuando se supo que iba al Departamento, quedaron en que era mejor ahí. Era más fácil de hacer. 
El hombre de los tajos, los tatuajes y la boca extraña agota la charla. Se despide: �Yo lo llamo, Don�, concluye. No está claro si sonríe, pero da toda la impresión que sí, que sonríe. ¿Será una especie de tic? ¿O es que tiene una sonrisa canchera? En el fondo, uno se queda con la impresión de que el delincuente está diciendo: �No ves, gil, que todo está arreglado. Las fugas están arregladas, los robos están arreglados y nosotros y una parte de los de uniforme somos todos de la misma banda. A ver si te avivás, gil�.

 


 

COMO FUE EL ROBO EN EL MATER DEI
Comedia con ametralladoras

Tal vez ahora puedan descifrarse los perfiles. El asalto a la clínica Mater Dei fue definido como perfecto golpe comando. Cinco hombres con una ametralladora y armas cortas lograron en tres minutos un botín de 250 mil dólares. El robo ocurrió durante la madrugada del viernes 15 de septiembre. El dinero en billetes de a cien fue tomado del camión blindado de Juncadella que debía abastecer el cajero automático de la clínica. Los ladrones inmovilizaron a seis personas, sin disparar un tiro. Para los investigadores actuaron con el dato entregado.
Fue una comedia perfecta. Cuando el reloj daba las 0.30 en el sanatorio de Palermo, dos pacientes golpearon la puerta. �Buenas noches �dijo uno� necesito un traumatólogo�. A continuación, dio el nombre del médico que supuestamente lo había atendido esa tarde por un esguince y dijo que esperaría a un médico de guardia para revisarse. La explicación evitó las sospechas del empleado de recepción y del único guardia de seguridad del sanatorio. Los dos pasaron así al hall de entrada y esperaron tranquilamente una hora y cuarto. 
Fue entonces que los dos hombres facilitaron la entrada a otras tres personas, lo que alteró al recepcionista y al hombre de Alega, la empresa de seguridad. Era tarde: los dos fueron encerrados en una oficina de la clínica. En ese momento entraba el blindado de Juncadella por la playa de estacionamiento del Mater Dei. Tenía que reponer el dinero del cajero que está en el primer subsuelo. Dos hombres de vigilancia y el repositor de la transportadora entraron en la clínica. Caminaron hasta el subsuelo y allí fueron frenados por los ladrones. Una nueve milímetros y una ametralladora bastaron como amenaza y lograron las dos sacas con el dinero. El robo resultó un trámite de tres minutos. La banda recogió a otro integrante que hacía de campana y huyó a bordo de un VW Printer y un Fiat Fiorino. 
Para los investigadores, existió alguien que entregó el dato de la reposición. Para indagar esa línea se tomaron declaraciones a empleados de la clínica, de la empresa de seguridad contratada por el Mater Dei y de Juncadella. Habitualmente y como medida de seguridad la empresa indica su recorrido a los empleados diez minutos antes de la partida. El Mater Dei, fue el segundo punto de ese turno. 
Ahora es el juzgado 23 el que continúa las investigaciones iniciadas por la seccional 53. Allí se estudian los identikits reconstruidos en base a las declaraciones de los cinco testigos. �Con seis testigos, los identikits que se lograron son lo suficientemente claros como para identificar a los culpables�, aseguró a este diario el comisario Daniel Rodríguez. Por eso adelantó: �No queremos que sepan que estamos tras la pista�.

 


 

CITARIAN AL JEFE DE SEGURIDAD METROPOLITANA
Cavallo quiere ver a Galvarino

Por Carlos Rodríguez

La investigación de la extraña fuga del Departamento Central de la Policía Federal sigue escalando la cadena de mandos: el juez federal Gabriel Cavallo citaría, posiblemente como imputado, al superintendente de Seguridad Metropolitana, el comisario general Roberto Galvarino, por su presunta responsabilidad en el encubrimiento de la gigantesca operación que posibilitó el escape de tres presos. Fuentes judiciales confiaron que el magistrado tiene �la firme sospecha� de que Galvarino podría ser, por acción u omisión, el �máximo responsable� de la suma de mentiras que intentaron desviar la investigación. El propio Galvarino, en dos ocasiones, dijo en la causa que la fuga de Luis Rojas, Fidencio Vega Barrios y Daniel �Tractorcito� Cabrera, miembro de la banda de Luis �El Gordo� Valor, se había producido por una serie de �negligencias�, cuando el juez está convencido de que todo fue orquestado con premeditación y hasta con cierta alevosía. 
Si Galvarino llega a la instancia de una indagatoria como sospechoso, la investigación ya estaría a la altura de un funcionario policial que integra la mismísima cúpula de la Federal, cuyo titular, comisario Rubén Santos, ayer volvió a ser respaldado por el ministro del Interior, Federico Storani. El funcionario dijo que Santos �ha iniciado un proceso de reforma positivo, en distintos aspectos que han dado resultados� y que determinaron, según Storani, que en la Capital Federal �se haya producido una disminución de los delitos�. 
Cerca de la medianoche de ayer, el juez Cavallo seguía trabajando en la causa. Pasadas las 18 comenzó a indagar en forma sucesiva a la cúpula de la Comisaría 6ª, con jurisdicción en la zona donde se encuentra la Alcaidía del Departamento Central de Policía. Los detenidos son el ex jefe de la seccional comisario Gustavo Carca, los subcomisarios José Mur y Ricardo Orsi, el inspector Darío Montaña, y los principales Adalberto Rosa y Pedro De Rui. Todos están sospechados de haber �liberado� la zona aledaña a la Alcaidía para facilitar el gran escape. 
Lo que dijo cada uno por separado iba a ser analizado minuciosamente para buscar contradicciones que corroboren lo que se sospecha: que los seis sabían de la fuga y miraron para otro lado. En la volteada también podrían caer el segundo de Galvarino, el comisario Guillermo Calviño, y el jefe de la Circunscripción 1ª, comisario José Laino, responsable de la supervisión de varias comisarías, entre ellas la sexta. Ayer circularon insistentes versiones sobre la posibilidad de que pase a disponibilidad todo el personal de la 6ª, además de la cúpula, y todos los miembros de la custodia de la Alcaidía, aun los que estaban de franco el día de los hechos. La purga parece no tener fin. 

 

El arte de la fuga

Por Cristian Alarcón
Hablamos de hombres que han pensado más en fugarse que en asaltos millonarios, y eso que ese rubro lo han practicado como nadie; hombres cercanos a la banda de Luis �El Gordo� Valor, conocedores viejos del arte de la fuga. Este, el que está sentado en un bar de Tribunales, va con traje de abogado, igual que cuando en 1998 seis ladrones escaparon con el uniforme de cuervos cruzando cuatro puertas como si salieran de un garito cualquiera y no de la cárcel de Devoto. Uno de ellos era el ahora famoso Daniel �Tractorcito� Cabrera. El fue el ideólogo de aquel escape, el que coimeó, según su propia y reciente confesión ante el juez Alberto Baños, por cien mil dólares a los penitenciarios que le abrieron la puerta en esa ocasión. Al hombre que habla con este diario, fugado dos veces y sin tiros en su carrera, con una experiencia de décadas en el �camino del delito�, los arreglos como ése le parecen un detalle miserable. Según su visión lo importante es la persistente intención de huir que tiene un hombre �jugado�, la inteligencia para improvisar, la virtud para rodearse de los esbirros necesarios, el propio azar al que se debe hacer jugar como comodín del escape, para que no golpee desde el bando contrario. Aunque nada sea gratis.
�Si estaba todo tan arreglado, hubieran tenido fierros adentro. Y menos mal que no tenían, porque si no capaz que se iban del cuartel con la recaudación de los muchachos�, ironiza el del traje y le saca las baterías a su celular. Cuida una peligrosa libertad condicional: siente en la nuca el aliento de una larguísima condena en suspenso que con un mínimo error le puede quebrar el cuello. Sabe que las condiciones de los escapes han cambiado. Ya es imposible hacer como antes. El mismo caminaba siempre con un pedazo de bombilla de mate en el bolsillo, una llave perfecta para abrir las viejas esposas policiales. �Con la parte de la rosca podías. También usábamos una maquinita de afeitar. Hace años que trajeron unas esposas americanas en las que no podés llegar al agujerito con tu propia mano�, cuenta. El, uno de los lugartenientes del mítico �Tato� Ruiz, el capo que inició en los ochenta lo que se conoció como la superbanda, escapó sólo dos veces, aunque supo de cárceles como de mujeres. 
Una fue en una comisaría de provincia. �Unos giles, la pavada; me tenían trabajando, me dejaron una puerta abierta al patio, y apenas pude salté un paredón. No me vieron más.� La otra fue �a lo Copperfield�, dice. Esperaba solo para declarar en una sala de Tribunales cuando descubrió una falla argentinísima en la cadena que clausuraba con un candado la puerta. �Tenía una parte rota y la habían arreglado con alambre duro. Me lo puse a desenrollar despacito hasta que salió todo, despacio agarré la cadena, apoyé el candado en el piso y abrí. En el cuarto que seguía había un espacio entre el techo y la pared, me fui por ahí, gateando.�
Las dos grandes fugas del vasto grupo de ladrones conocidos hoy como banda del Gordo Valor �con todas las divisiones que el tiempo, la cárcel, los traslados, las delaciones y los desacuerdos económicos han causado� han sido la histórica huida de Devoto del propio jefe en setiembre de 1994, y la de Tractorcito y compañía en 1998. La de Tractorcito es una gran historia de sobornos y penitenciarios corruptos investigados por la Justicia después de las confesiones del propio ladrón suelto. En junio, tras un juicio oral, cuatro de los fugados fueron condenados por un tribunal oral a entre 5 y 7 años de cárcel. Faltaron en el pupitre de los acusados dos de los evadidos: Maximiliano Gastón Noguera y Cabrera. 
Noguera había sido asesinado en su celda de Caseros porque, según denunciaron sus familiares a este diario, sabía demasiado sobre las salidas de los presos a robar para el Servicio Penitenciario Federal. Cabrera, en cambio, había tardado lo suficiente en caer como para zafar de ser incluido en el proceso y se le sigue una causa complementaria. En las audiencias del juicio oral quedó claro que fue imposible que salieran sinla venia de una lista de agentes. Tractorcito declaró hace semanas ante el juez Baños que pagó cien mil pesos. La ayuda de los penitenciarios fue tal que un guardia que solía no estar nunca vigilando una de las cuatro puertas que cruzaron, ese día estuvo especialmente allí para darles el pase. En el juicio quedó claro que uno de los cuatro evadidos no iba vestido de abogado: llevaba, extrañamente, el uniforme beige que usan los presos que limpian. Tractorcito tenía tan allanado el camino que ni siquiera tuvo que disfrazarse. 
Fue tan raro ese escape como el de junio del �94, cuando Valor, Hugo �La Garza� Sosa Aguirre, Daniel Paulillo, Emilio Nielsen y Julio Pacheco, otro experto en el tema, se fueron a los tiros y disfrazados de enfermeros y carceleros del piso quinto de Devoto. No hubo túneles ni boquetes pero sí tiros en abundancia. Armados nadie sabe cómo, neutralizaron al guardia de la sala de abogados, detalle que se repite, y enseguida a otro. En dos minutos coparon la enfermería del penal y desnudaron al personal para vestirse con sus uniformes. Como una patrulla de rescate de médicos y polis, disparando sin recibir un tiro, cruzaron un patio para alcanzar el muro de la calle Bermúdez. El guardia de la garita de seguridad panóptica que podría haberles disparado desde su puesto, donde se vigila las 24 horas, simplemente no estaba. 
Con sogas y un sistema de roldanas, deslizándose como los actores de De La Guarda, se tiraron a la calle. Afuera, un 505 con los vidrios molidos por los tiros sacó de la zona a un par; los otros desaparecieron en un Escort. Llegaron a la provincia, pero en Tropezón hicieron honor al sitio y se encontraron con la Bonaerense. Zafaron y los perdieron por unos meses. Así ocurrió siempre: los ladrones piensan en liberarse y no tardan demasiado en volver a caer para otra vez pensar en liberarse. Los hombres de Valor se han fugado decenas de veces y, el que menos carga dos escapes en su prontuario. La policía y los penitenciarios les han frustrado fugas con históricas camas y se han quedado con armas, sogas y roldanas listas. El Gordo Valor, existencialista al fin y al cabo, lo dijo hace cinco años en un reportaje a Crónica, a diez meses de su lucida fuga: �Las cosas no ocurren por casualidad ni por el destino. Si me hubiera quedado tomando mate en el pabellón, las paredes no se iban a caer para que saliera. Mi libertad ocurrió porque yo la busqué con alma, corazón, sangre y vida�. 

 

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