Por
Horacio Cecchi
La primera fue el 8 de abril del 99. Pará... que te
vamos a matar, a vos, a tu hijo y a tu marido, la amenazó
una mujer antes de golpearla. La segunda, el 5 de agosto del mismo año.
Acá no se pegan afiches, dijeron los tipos, apuntando
con sus armas al grupo de pegatineros. La tercera fue una amenaza de bomba,
el 4 de mayo pasado. El martes último, aumentó la secuencia:
una corona de flores apareció colgada en la puerta de entrada del
local. Llevaba cruzada una banda en la que se leía muerte
a los bastardos. Debajo, dejaron un muñeco de plástico,
sin ojos y con el tórax abierto del que salían vísceras.
Carmen Larrosa, presidenta de la Asociación de Hijos No Reconocidos,
no tiene la esperanza de que la amenaza sea la última de la serie:
más de 700 casos de hijos que piden el reconocimiento de su padre
o madre se desarrollan entre las cuatro paredes del local de la agrupación.
Entre ellos, el suyo propio, ya resuelto pero con derivaciones familiares
en un tribunal civil. No cualquiera puede pagar semejante corona
y depositarla sin que nadie se entere, aseguró a Página/12.
Carmen ya tiene su DNI, ordenado por la Justicia, con el apellido Larrosa.
En febrero de este año, el ex concejal radical Roberto Larrosa,
con poder en la zona de Villa Lugano, la aceptó como hija, después
del riguroso trámite de ADN. La aceptación no significó
puertas abiertas. No puedo obligar a que me quieran, sostiene
ella. Pero, además, el apellido trajo aparejado un pedido de amparo
por parte de su hermana. Pide que no mencione su nombre porque dice
que le provoca un daño. El 11 de noviembre pasado, el juez
civil Víctor Liberman respondió al pedido de amparo preventivo,
entre otras cuestiones, que no aparece tan claro en su verosimilitud
del derecho. En términos coloquiales: no tiene asidero legal.
El magistrado decidió rechazar el amparo.
El propio caso de la presidenta de la AHNR no fue el único que
circuló por las puertas de la asociación: en poco más
de un año, superaron con creces los 700 pedidos de hijos no reconocidos.
Hace poco que somos internacionales sostiene Larrosa.
Llegó un pedido de filiación desde Estados Unidos.
Entre semejante fárrago de carpetas y archivos, descubrir el origen
de las amenazas es una tarea de peinado fino.
El 8 de abril del 99, frente a la puerta de la casa de Larrosa,
una mujer la golpeó. Antes le sugirió: Pará,
porque te vamos a matar a vos, a tu marido y a tu hijo. En ese momento,
hundida en las preocupaciones de su propia causa, la AHNR aún no
existía en la mente de Carmen, que por entonces llevaba el apellido
Cuñarro. Cuatro meses después, en Villa Lugano y a una cuadra
de la comisaría, mientras un grupo de la asociación pegaba
afiches en los que se leía la firma de la AHNR y la leyenda
Reconoceme papá, de un Ford blanco bajaron unos
personajes con caras de pocos amigos, desenfundaron armas y soltaron una
recomendación: Acá no se pegan afiches, y arrancaron
los 800 carteles pegados con la cara de Carmen.
El 4 de mayo pasado, diez días antes de que este diario publicara
una nota sobre la asociación en la que su presidenta ventilaba
su caso y muchos otros, pero un día después de haberse realizado
la entrevista, Carmen ya con el apellido Larrosa recibía
una amenaza telefónica: Te pusimos una bomba. A partir
de allí, tomó la decisión de mudarse. El nuevo local,
ubicado en Murguiondo y Alberdi, llevaba cuatro meses sin novedad. Hasta
que el martes pasado, a las 9 de la mañana, hora en que abre sus
puertas, una de las voluntarias descubrió la corona, el lema y
el muñeco despanzurrado.
La denuncia fue presentada en la comisaría 42, y la causa recayó
en el juzgado correccional 31, de Omar Facciutto. Un día después,
Carmen Larrosa recibía una nueva cédula judicial por su
diferendo familiar.
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