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Un viaje relámpago a los años dorados del tango

El espectáculo �Patio de Tango� le dio colorido y nostalgia al tercer recital del ciclo gratuito �Los viernes música�.

Patio de Tango, en un show organizado por Página/12 y el BAM.

Por Roque Casciero

t.gif (862 bytes)  Durante un intermedio de un reportaje con este diario, Esteban Morgado, guitarrista y director musical de Patio de Tango, confesaba su asombro por la repercusión que trajo su unión con los cantantes Lidia Borda y Brian Chambouleyrón. Lo que en principio iba a ser flor de un día (un concierto en San Pablo, Brasil, en mayo del año pasado) se ha multiplicado en una serie de presentaciones por el mundo y tomado forma de un recomendable disco. Algo extraño en estos tiempos: la propuesta de Patio de Tango no partió de los músicos, sino que les fue encomendada por Buenos Aires Música, un programa de promoción cultural que lleva adelante el gobierno porteño. “Nos convocaron, me pidieron que compusiera un tema instrumental, grabamos un álbum, tenemos actuaciones: esto parece Argentina año verde”, se entusiasmaba Morgado. Pues bien, aunque la básica formación de Patio de Tango dista mucho (en número) de aquellas orquestas imponentes de las décadas doradas del dos por cuatro, la presentación de BordaChambouleyron-Morgado en el ciclo “Los viernes, música” (que organizan Página/12 y el BAM) demostró que la calidad de su propuesta también puede hacer recordar los “años verdes” del tango.

El repertorio de Patio de Tango es clásico: “Callejón”, “Arrabal amargo”, “Nostalgia”, “Malena”, “Madreselva”, “Milonga sentimental”. En vivo, el cuarteto de Morgado agrega un par de composiciones de Astor Piazzolla (“Verano porteño” y “Milonga del Angel”), con arreglos que permiten el lucimiento de los músicos. Además de la digitación clara y precisa del líder, se destaca el violín del pelilargo Quique Condomí, que va con naturalidad de la sutileza al yeite más canyengue. El contrabajo de Diego Pojomovsky sostiene rítmicamente al cuarteto, pero el bandoneón de Horacio Romo -.tal vez por los esquemas de la banda– no tiene la soltura que debiera. Por ejemplo, en los temas de Piazzolla, muchas veces es Morgado quien lleva la voz cantante.

Con la alternancia entre los instrumentales, los temas que cantó cada uno de los vocalistas y los que hicieron a dúo, el show de Patio de Tango se hizo dinámico y entretenido. Lo agradeció el público, más tanguerotradicional y de mayor edad que en las fechas anteriores de “Los viernes, música” (en las que estuvieron Liliana Herrero y La Chicana). Cada vez que empezaba un tema, un murmullo de reconocimiento se mezclaba con las interpretaciones (¡también en las composiciones de Piazzolla!) y los aplausos premiaban tanto el festejo de “Siga el corso” como las íntimas e impecables versiones de “Callejón” y “Malena”. Borda demostró por qué se la considera la voz más importante entre las aparecidas en la última década: su garganta es poderosa y ha ganado en matices. Chambouleyrón, por su parte, llegó al público con su buen humor, sus gestos cómplices y su interpretación cálida y sincera, que evitó sabiamente las posturas de guapo tan recurrentes en los vocalistas tangueros.

El final, con los dos cantantes entreverados en una entusiasta “Milonga sentimental”, fue un cierre más que adecuado. “Yo canto pa’no llorar”, dice la letra de Homero Manzi. Claro, ¿cómo se van a quejar los Patio de Tango, si con su música se transportan, al menos por un rato, a aquellos años verdes de la música de Buenos Aires?

 

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