Por
Eduardo Fabregat
Desde Londres, Inglaterra
Todos los relatos coinciden: Londres es una ciudad muy propensa al gris,
el frío y la lluvia en dosis diarias. Por eso debe entenderse como
un pequeño milagro que la delegación del Argentine Music
& Film Festival haya disfrutado de dos días a pleno sol, una
despedida del verano ante el largo otoño/invierno que se avecina.
Pero después del inesperado gesto de amistad climática hacia
los artistas argentinos, la capital británica volvió a las
fuentes, y el domingo al mediodía Sunday bloody Sunday
el escenario ya fue el habitual. Justo en ese momento terminaba la peregrinación
al monumento londinense que más interesa a quienes ponen a la música
en un lugar central: el barrio de St. Johns Wood, más precisamente
en el número 3 de Abbey Road. Sólo una sencilla placa anuncia
que esos son los estudios de EMI, pero ni hace falta verla: la pared está
cubierta de graffiti, realizados por manos de todo el planeta, y sí,
el rasgo argentino se advierte en la frase Narigón del siglo
Divididos también grabó aquí, y el clásico
Luca not dead. Los conductores tienen la cortesía de
frenar para que el turistaje se saque la foto más obvia, la réplica
de los Beatles cruzando la calle, pero seguramente no tienen idea de quiénes
son León Gieco, Víctor Heredia, Dante Spinetta Zalazar,
Emmanuel Horvilleur, Juan Carlos Baglietto, los mismos Divididos, algunos
de los peregrinos de Abbey Road que protagonizan el Festival del Barbican
Centre.
El festival, que podrá verse resumido en dos horas pasado mañana
en Canal 7, ya está dando las hurras. Anoche, los recientes ganadores
del Grammy, Juan Carlos Baglietto y Lito Vitale; el Quinteto Piazzolla
y Adriana Varela cerraban la jornada más esperada por los británicos:
quienes se acercaron al Barbican Hall el sábado, estimulados por
las notas periodísticas que ponían el acento en el tango,
pudieron descubrir que Jaime Torres, Soledad y Gieco/Heredia se dedicaban
a otra cosa... y aun así lo festejaron. Pero la segunda fecha musical
del festival (que continúa toda esta semana con la muestra fílmica,
ver aparte) sí tuvo suficiente como para conformar a los argentinos
que residen aquí y a los ingleses con interés en el 2x4,
en el escenario gratuito y en el Barbican Hall. En el primero, Gabriela
Torres se encargó de dejar claro que el tango también es
cosa de jóvenes, con un show altamente efectivo y un caudal de
voz que dejó extasiados a todos los presentes. Una sensación
que se potenció con la personalísima presencia de Liliana
Herrero, encargada de liquidar ese segmento. Pero no todo fue tango o
folklore, claro. También estuvieron los Kuryaki.
En Londres, Illya Kuryaki & The Valderramas pudo agregar otro capítulo
glorioso a su ya respetable historia: cualquiera podía inferir
que, de los artistas presentes, IKV era el que menos podía sorprender
al público local, dado su fluido manejo de lenguajes musicales
muy conocidos entre los anglosajones. Pero ese análisis no tenía
en cuenta dos detalles: uno, que los Kuryaki tienen las virtudes musicales
necesarias para semejante desafío. Y dos, que con el grupo sobre
el escenario puede suceder cualquier cosa. Y así fue. Promediando
Coolo, el grupo tenía sobre el escenario a un trío
de bailarines espontáneos conformado por una mujer británica
enfundada en un vestido rojo furioso, con aspecto de estrella porno en
decadencia y contoneándose salvajemente. A su lado bailaba un extraño
personaje muy, pero muy parecido a Carlos Santana. Y como si eso fuera
poco, cerraba el trío otro inglés de notoria peluca color
caoba, lentes, pantalones de vestir ajustados y camisa igualmente ajustada
y al tono. Y aunque no llegó al escenario, entre el público
pudo verse a un anciano de cerca de 80 años largos, con saco a
cuadros y moviéndose al ritmo de Chaco. Demasiado como
para no hacer rendir a todos, argentinos, latinos e ingleses, que concedieron
una cerrada ovación cuando Dante yEmmanuel liquidaron a todo trapo
un show seductor y potente a la vez, con baile y un furioso pogo en Remisero.
Y hasta el sol volvió a asomarse.
Si ese fue el highlight de lo visto en las primeras horas de música
del domingo, el cierre del sábado tuvo ese momento de hondo e inevitable
dramatismo que, de una forma u otra, todos esperaban que sucediera: el
show de León Gieco y Víctor Heredia se venía desarrollando
en los carriles esperados, pero bastó que León se calzara
la guitarra para Sólo le pido a Dios para que corriera
un rumor sofocado entre los visitantes. El crédito de Cañada
Rosquín no sólo se dio un gusto enorme y postergado (en
1984 no pudo tocar en un festival en homenaje a Víctor Jara en
Londres, por argentino y por cantar semejantes cosas) sino que además
pronunció sobre el escenario del imponente Barbican Hall su habitual
dedicatoria a todos los pibes que murieron en la guerra de Malvinas.
El acto fue mucho más que simbólico, y aun aquellos que
suelen tener el espíritu curtido sintieron algo muy parecido a
un nudo en la garganta. Fue, ciertamente, una especie de momento cumbre
de este festival impensable hace un tiempo, tres días en una Londres
que le regaló su esquivo sol a la delegación argentina.
La gente de las pampas, en el corazón del imperio.
No
todas fueron rosas
El sábado por la noche, en los dos hoteles que concentraban
a la delegación, volaban broncas de un lado a otro, concentradas
específicamente en los organizadores londinenses y las autoridades
del Barbican. Suele hablarse de la puntualidad y el rigor organizativo
de los británicos, pero en este encuentro artístico
estuvieron lejos de hacer honor a la leyenda: el trato a los músicos
fue por lo menos descortés, y todo problema terminaba resolviéndose
en detrimento de las necesidades de los artistas. Eso, sin embargo,
no fue lo más grave: buena parte de los músicos sufrió
algún tipo de hurto en el aeropuerto (cuya seguridad con
respecto a las valijas deja bastante que desear), y no precisamente
menores: al equipo de Soledad le faltó una guitarra, a Lucho
González le hicieron otra, una flauta aquí, un bolso
por allí... Los únicos que parecieron avisados al
respecto fueron Ricardo Mollo y Diego Arnedo, que llevaron sus instrumentos
consigo. Todos hicieron las correspondientes denuncias, aunque con
poca esperanza. Y por una vez, lo que suele decirse de los aeropuertos
argentinos sucedió en el mismísimo Heathrow.
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Cine
de exportación
La música fue lo que produjo mayor revuelo, pero el festival
de cine dejó más que conforme a José Miguel
Onaindia, director del Incaa. Para el Festival del Barbican, el
Incaa envió 25 películas, de las cuales los británicos
eligieron ocho: El mismo amor, la misma lluvia, Garage Olimpo, Los
libros y la noche, Manuelita, Mundo grúa, Pizza, birra, faso,
Yepeto y el preestreno de ¿Sabés nadar?, más
cuatro de Carlos Gardel (Luces de Buenos Aires, Melodía de
arrabal, Cuesta abajo y El día que me quieras). El
abanico de películas es una demostración de la pluralidad
que tiene el cine argentino actual, que va de películas independientes
como Mundo grúa a otras de alto presupuesto como El mismo
amor, la misma lluvia, dijo Onaindia a Página/12 mientras
la sala de cine se llenaba para una nueva función de Garage
Olimpo, el film que mayor atención concentró en el
centro cultural británico. Me sorprendió la
sala llena de europeos que se bancaron una película tan dura
como ésa y la celebraron, dice Onaindia, que confía
en una nueva percepción del cine argentino en Europa. Tuvimos
una presencia muy fuerte en los festivales, con cinco películas
en Montreal, tres en Toronto, tres en Venecia. De aquí me
voy a Biarritz, donde hay cuatro, y a San Sebastián, donde
hay tres en muestras paralelas y 76 89 03 compite en el premio por
opera prima. El nuevo paso de afirmación en Europa
será una muestra de 26 films de la última década
que pasarán por Bolonia, Milán y Génova, y
una serie de acuerdos con emisoras de TV europeas para generar
una familiarización del público con el cine argentino.
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