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�Hay que ponerle el hombro al cine independiente�

Pepe Soriano y Esther Goris actúan en �Angel, la diva y yo�, film de Pablo Nisenson sobre un libro de José Pablo Feinmann. Los atrapó, dicen, �una película que habla sobre la memoria y el olvido�.

Por Patricia Chaina

t.gif (862 bytes)  ”Estamos frente a una película que costó mucho esfuerzo, como todo el cine nacional, salvo que la produzcan canales como Telefé o Canal 13”, sostiene Pepe Soriano a propósito del estreno de Angel, la diva y yo. “Una producción independiente donde tenemos que poner el hombro, hasta donde podemos, todos”, agrega Soriano en la entrevista con Página/12, sentado a la mesa de un bar junto a Esther Goris, otra de las protagonistas del film dirigido por Pablo Nisenson –El inquietante caso de José Blum y Los espíritus patrióticos–, sobre un libro de José Pablo Feinmann.
Los dos actores se conocían desde que Goris era una joven inquieta y tenía su grupo de teatro “en la sociedad de fomento de Banfield –cuenta la actriz– y era amiga de los hijos de Pepe. Por eso, compartir rubro con él era, para mí, el sueño de la piba. Pepe es un grande. Porque hay actores buenos, pero no todos grandes”, dice. Entonces explica: “Hay algo que me sirvió de ejemplo y también a los demás actores que laburamos aquí: esta película se rodó en invierno, hacía muchísimo frío, estábamos en un mercado del pescado a las cuatro de la mañana. Habíamos filmado 12, 14 horas y Pepe Soriano, que ha hecho tantas pero tantas películas, estaba ahí, y para que dos compañeros pudieran hacer su escena, Pepe no se fue a su casa, se quedó y dijo: ‘Vamos a hacerlo una vez más’, para ayudarlos, y lo hizo, con fervor y energía”.
–¿Por qué aceptaron participar en esta película?
Pepe Soriano: –Empecemos por el guión, que es de José Pablo Feinmann, con el que Esther ya tenía experiencia por Eva Perón. Yo no. Pero acaba de escribir una novela, El mandato, que no dudo que también será película. Y para los que laburamos todo es difícil. No tenemos empleados, ni infraestructura, somos nosotros con nuestro cuerpo y nuestra voz, laburando y el día que paramos, para nuestra producción, o sea que no usufructuamos el trabajo de otro y decimos que es nuestro.
Esther Goris: –La vida debería ser la búsqueda permanente de la belleza. Y estar en contacto con el cine es una manera de intentarlo. De ahí que lo que me atrapó, además del guión, era hacer una película que hablara de la memoria y del olvido. De la memoria no sólo de nuestros grandes artistas, sino también de algunos acontecimientos que sucedieron en nuestro país, pero lo que me interesó es que lo hace a través del humor.
–La composición justamente de su personaje, Diva, linda con el grotesco, desde el prototipo de las divas de antaño...
E.G.: –Mi personaje transita una vuelta de rosca sobre la realidad, hay un sobredimensionamiento en la actuación, casi expresionista. Y tiene toques de realismo mágico. Porque el personaje de Angel Ferreira ha filmado Las aguas bajan turbias, Crónica de un niño solo, La guerra gaucha, etcétera. Todo lo filmó él. Del mismo modo esta diva que fue la mujer que él eligió para convertirla en estrella es una síntesis de las grandes Divas y esto me resultaba enternecedor, porque ella dice que es poderosa como los astros del firmamento y en realidad es muy vulnerable. Y entrañablemente ridícula. Desde esa mirada, se tornan muy queribles los personajes.
P.S.: –Yo además llevo tantos años en el cine argentino que parte de mi vida está invertida ahí y por eso un homenaje al cine argentino no me lo podía perder. Laburé con gente que sufrió mucho. Cuando se hizo La guerra gaucha tenían que cuatreriar para morfar. Cuando hicimos La Patagonia rebelde las condiciones no eran mejores. Eso te curte y te permite entender que trabajás en una realidad que, de momento, en tiempos de vida no va a ser modificada. Será modificada en tiempo de historia. Yo tengo claro que arranqué así y así voy a terminar, laburando en las condiciones inimaginables. Pero, o lo hacemos o nos vamos a laburar a un banco.
–¿Por eso aceptaron ponerle el hombro?
P.S.: –En mi caso, sí. Porque la industria americana está terminando con el cine. Hoy son todos monstruos que nos comen y que cualquier pibe sabe que se hacen por computadora, entonces queda en pie, todavía, el encuentro de los seres humanos y hablar de las personas. Pero la robotización es el tema con el que nos están invadiendo e imbecilizando, algo de lo cual, por supuesto, es cómplice la televisión.
–¿Como responsables de la industria cultural de este país?
P.S.: –No hay ninguna duda, pueden venir las excusas que elijan, pero si es un negocio que lo digan y no adhieran a ninguna pauta cultural. Es preferible que digan: “nosotros no somos parte de la cultura de este país, somos comerciantes, cagamos a medio mundo con tal de ganar un mango”. ¡Fenómeno! Ya sabemos quiénes somos. Ahora, si la nueva ley de radiodifusión del Comfer, que está hablando de otra cosa, se hace efectiva, vamos a tener que sentarnos a discutir, pero no de guita sino de qué país queremos. Son tan responsables los dueños de las multinacionales como los desgraciados que regentean los canales de TV. Pero que no sean capangas. Están pagando dos mangos y son cómplices de este cine que estamos viendo, en los complejos americanizados. No pido que estén de mi lado, pido que no tengan caretas.
E.G.: –Hay una anécdota de Hollywood que cuenta que a un director norteamericano le presentan a un colega italiano y el tipo dice: “Caramba, ustedes sí que hacen arte, nosotros hacemos cine”. Es cierto que el cine es una de esas artes que comete el pecadillo de tener que ser industria para poder existir, pero también es cierto que acá había una industria del cine y hoy una industria del mercado. Ya no se adora al becerro de oro sino al oro del becerro, por decirlo de alguna manera.
–¿Cuál es el parámetro con el que se pueden medir estas opiniones?
P.S.: –Es difícil, porque esto puede costarle a un actor no volver a trabajar en televisión, pero a mí no me parece bien que un canal invierta solo en películas como Mi papá es un ídolo, cuando podrían hacer cosas mejores con el mismo dinero. ¡Nos toman a todos por boludos! Paremos la mano, nuestra gente joven es joven, no es boluda, y necesita morfar, por eso aceptan ciertos trabajos, pero por favor, respétennos, porque esta película de Pablo (Nisenson), a un canal, no le interesaría.
E.G.: –Yo no estoy tan segura. Creo que también hay que tener en cuenta que sea un negocio, porque es lógico que un empresario, en el mundo hecho mercado, quiera recuperar su inversión. Y también es cierto que hubo grandes ciclos de televisión y buenas películas de los canales.
P.S.: –Pero son excepciones. Nosotros hicimos con esfuerzo una película, mientras ellos están pensando qué casa comprarse en Punta del Este. Para ellos somos nada y, aunque sean empresarios, se burlan de todos. Y abren el juego transformando todo en una máquina perversa. Que en los premios de la Sociedad de Autores, hace dos semanas, se le entregó un premio a Adrián Suar. ¿O yo estoy loco, o ese señor no escribió una sola línea en su vida?
–¿Cuáles pueden ser las vías para que la situación se revierta?
E.G.: –Mirar hacia países más avanzados. En Europa el cine está apoyado por la TV y por el Estado. En países como Suiza, la TV debe apoyar proyectos culturales obligatoriamente y las ganancias de eso proyectos se distribuyen a su vez en distintas fundaciones. Sería una posibilidad.

 

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