Por
Romina Calderaro
Operarios (50) para importante papelera. Armado y reparto de sobres,
buen sueldo y Obra Social. Paraguay 4032, 5º piso. Sr. Alvarez.
El aviso apareció ayer en la sección clasificados de Clarín.
Y la dirección no era otra que la del vicepresidente Carlos Chacho
Alvarez, quien amaneció con la noticia de que en la puerta de su
edificio estaban haciendo cola cincuenta interesados en el falso trabajo.
Hasta anoche el Gobierno no tenía siquiera una hipótesis
sobre el origen de la supuesta broma.
Si me quieren agredir a mí, que me agredan verbalmente, pero
que no agredan a la pobre gente que encima de no tener trabajo tiene que
venir acá, dijo Alvarez. Y después cargó contra
su enemigo del último mes: Pero ya sabemos la imaginación
que tienen algunos en el Senado para hacer determinadas cosas, dijo
el vicepresidente.
Los bromistas también publicaron, debajo del de Alvarez,
un aviso pidiendo operarios para la supuesta empresa Trafmerc,
o sea tráfico de merca, es decir droga. En la dirección
señalada, Belgrano 1613, 4º piso, los interesados debían
pedir por la señora Coca Purita.
A esa altura de la calle Belgrano se encuentra la Superintendencia de
Drogas Peligrosas del Departamento Central de la Policía Federal.
El jefe de Inteligencia de ese organismo se llama Roque. Y se apellida
Purita.
Si, como parece, los falsos avisos fueron pergeñados por la misma
persona, pueden hacerse dos deducciones: que el que los dictó consiguió
la dirección particular del vicepresidente que no está
publicada en la guía y que conoce la estructura de la Policía
Federal lo suficiente como para permitirse formular un juego de palabras.
Ayer, en el Ministerio del Interior, nadie dio muestras de preocupación
por la tomada de pelo al vicepresidente. La verdad es que no nos
estuvimos ocupando del tema. El día fue muy complicado: Storani
estuvo con la asunción de Juri y el diálogo con Cavallo,
dijo a este diario la vocera del ministro.
Pero funcionarios del área de seguridad del Estado sugirieron mirar
hacia agentes de la Secretaría de Inteligencia, donde funcionan
más de 20 grupos distintos.
Alvarez se enteró de que tenía visitas cerca de las nueve
de la mañana. Se lo dijo el productor de Nelson Castro, que lo
despertó con la noticia. Me sorprende... Es indignante ¿no?
Es indignante que hagan esto porque ¿se da cuenta? Yo tengo ahora
que... Le voy a explicar a la gente, pero la pobre gente, que no sabemos
de dónde ha venido no tiene la culpa. Es perverso. Nadie sabe ni
siquiera si existe o no el lugar donde se solicita el trabajo, dijo
el vicepresidente.
Y agregó: Me parece que es una broma, pero bueno, broma me
parece que no se puede denominar. No se puede especular con el sufrimiento
de la gente. A la hora de señalar por dónde hay que
buscar a los autores de la picardía, Alvarez fue el que recomendó
apuntar hacia la imaginación que tienen algunos en el Senado.
A la mañana, los que hacían cola en la puerta de la casa
del vicepresidente buscaban un trabajo. Y a la tarde, el edificio se llenó
de curiosos y de vecinos que, enterados de lo que había pasado,
quisieron ver el lugar de los hechos con sus propios ojos.
La esposa de Alvarez, Liliana Chiernajowsky, fue más allá
que su marido y consideró que se trató de un mensaje
mafioso. Opinó que además de ser de mal gusto, es
irresponsable y perverso. Hay cincuenta desocupados
víctima de una broma, dijo, y sugirió que podrían
elegir otros métodos para discutir la coyuntura y situaciones que
generan este tipo de respuesta. No es la primera vez que sufrimos una
campaña. Ya estoy acostumbrada, pero igual me molesta.
La publicación de un aviso como el que salió ayer cuesta
cinco pesos con sesenta centavos más IVA por línea. El aviso
que convoca a la casa de Alvarez tiene tres líneas y el que llama
a presentarse al edificio de la Superintendencia de Drogas Peligrosas
de la Policía Federal, tres. Las condiciones para publicar un clasificado
son laxas, y también la forma de pago. Los investigadores aseguran
que una pesquisa es posible, pero no será de resultado certero.
El miércoles 13, dos avisos clasificados similares aparecieron
en el mismo diario. En ambos las direcciones correspondían a dependencias
de la Policía Federal.
Una cosa es segura sobre el que pergeñó los avisos: no inventó
nada nuevo. En diciembre de 1995 el entonces secretario legislativo del
Concejo Deliberante, Roberto Clienti, tuvo que desmentir el texto de un
aviso clasificado en el que solicitaba un empleado transitorio para ese
sector. Y en junio de 1996, la sede del PJ porteño fue desbordada
por cientos de llamados telefónicos que respondieron a un aviso
en el que se ofrecía trabajo para el día de la elección
a jefe de Gobierno.
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