Por
Cristian Alarcón
Con la mochila al hombro y bajo los 40 grados a la sombra que en estos
días son normales para Zaragoza, un joven argentino toca a las
puertas de un paraíso perdido de antemano. Llegan hasta acá
mismo buscando un empleo, recibimos cientos de llamadas, cartas, mails,
ya estamos colapsados, le dice a Página/12 Luis Bricio, el
alcalde del pequeño pueblo de Aguaviva que ofreció 13 puestos
de trabajo para argentinos con nacionalidad de la Comunidad Económica
Europea. Esos lugares ya fueron ocupados hace dos semanas por quienes
superaron una selección de entre cinco mil postulantes. Desde entonces,
en los teléfonos del Ayuntamiento y en el de la casa de los Bricio
tengo a mis niñas hartas se suceden las
voces rioplatenses que buscan una salida española a la recesión
nacional. Por eso, ayer el alcalde salió a ponerle freno al aluvión
argentino: Hago un llamamiento para que por favor no se arriesguen
a venirse sin garantías porque van a tener que volverse y perderán
el pasaje.
Aguaviva, un clásico pueblo español de 605 habitantes, 400
kilómetros al nordeste de Madrid, era desconocido hasta que su
intendente encontró en la mano de obra argentina una solución
para la crisis poblacional que viven.
Bricio llegó a estar orgulloso de que su lugar se haya transformado
en el más famoso rincón ibérico en la Argentina.
Como la mayoría de los pueblos aragoneses de la provincia de Teruel,
Aguaviva lucha contra la falta de gente que amenaza a sus escuelas y a
sus empresas. En 1930 tenía 1600 habitantes y la merma nunca se
detuvo. Agobiado por ese vacío poblacional, al alcalde se le antojó
una solución que hizo pública por radio: Hacen falta
trabajadores que lleguen con sus familias, hay trabajo y posibilidades.
La solución que estaba incubando pronto tuvo sus bemoles. Los requisitos
que debieron llenar los hombres que fueron seleccionados para mudarse
a Teruel fueron varios: ser descendientes de españoles, tener doble
nacionalidad, menos de cuarenta años, por lo menos dos hijos y
un oficio. El 22 de agosto llegó la cabeza de playa del grupo,
Néstor Martínez Turmiez, un porteño hijo de gallegos.
El 12 de septiembre lo hicieron otros cinco avanzados. En estos días
llega otro, y en octubre un padre de ocho chicos. Todos tienen garantizado
un contrato de trabajo por tres meses y si deciden quedarse pueden llevar
a sus familias. Los mayores tienen que firmar un documento en el que se
comprometen a vivir por lo menos cinco años en Aguaviva, lo que
los habilita primero al alquiler de una casa y pasado un año y
medio más al acceso a un crédito especial de vivienda. Con
sueldos de entre 600 y 700 dólares, salud, seguridad social y educación
garantizados, Aguaviva se convirtió de pronto en El Dorado.
Es que esta historia les ha gustado a los medios que no han parado
de repetirla aquí, allá y en el mundo, explica el
alcalde, elegido por tercera vez como candidato del Partido Popular, sobre
la trascendencia de sus ideas. Así, la imagen del joven argentino
desocupado entrando por las callejas medievales del pueblo en busca de
un nuevo hogar se fue haciendo recurrente para los viejos de Aguaviva
nada habituados a esas novedades.
Los que lo estaban pasando mal y se enteraron, desesperados se vinieron
para acá, o vía Barcelona o vía Madrid, el asunto
es que llegaron. La mayoría jóvenes, pero también
ha venido un hombre mayor con familia, cuenta. Para los encargados
de recibir a los aventureros resulta doloroso y desagradable
desilusionarlos al decirles que no hay posibilidades. La mayoría
de ellos llega a la orilla del río Bergantes sin permiso de residencia
y sin nacionalidad europea. Sólo les queda como alternativa ser
temporeros en el recogido de fruta. El melocotón
abunda en la zona. La súper presencia argentina se nota en cuanto
se habla con algún habitante del pueblo. De entrada, y antes de
poder explicar el motivo de la llamada, la aclaración es que no
quedan más lugares. En la casa familiar del alcalde, donde vive
con su mujer y sus dos hijas de 21 y 16 años, la insistencia es
peor. El número se puede conseguir por la operadora internacional
y eso implica que a diario los Bricio debenatender entre 10 y 20 llamadas
de larga distancia. Es así, hace dos meses que mi familia
está totalmente desbordada. Tengo a mis niñas hartas, como
locas de tanto atender el télefono.
¿Y cómo están intentando frenar esta ola migratoria
que les golpea la puerta? preguntó este diario.
Pues, mire: cuando se comunica un medio, introducimos la cuña
de que el programa de contratación ya está completo, que
la gente se abstenga de venirse sin garantías. Esto es un llamamiento:
argentinos, no vengan.
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