Por Alejandra Dandan
Los prefectos hablan de �tiempo táctico�. También de �hora táctica real�. Se complica cuando por �búho� se refieren al vigía ubicado en un lugar estratégico, pero lo peligroso será oírlos gritar varias veces que hay que salvar al �referente real�: el �ahogado� podría hundirse antes de la decodificación. Todos estos códigos quedaron expuestos ayer: la Prefectura sacó su artillería al agua para mostrar cómo actuará su gente cuando a algún ladrón porteño se le ocurra tomar un barco y 35 pasajeros de rehenes en plena altamar. El simulacro se llamó �Caballo de Troya�. Hubo helicópteros, buzos tácticos y nadadores a las órdenes de un negociador con capacidades restringidas: podía ofrecer de todo a los captores, menos alcohol, drogas o armamento. Su misión: preservar la vida de rehenes y ladrones. Pero el ensayo terminó con cuatro de los cinco asaltantes muertos y siete rehenes heridos. Aunque el resultado traducido al idioma prefecto se evaluó como �satisfactorio�.
El prefecto que organizaba el ejercicio lo aclaró de entrada: �Acá hoy no habrá negociaciones: estaríamos demasiado tiempo y �admitió� todos tenemos muchas cosas que hacer�. Así las cosas, sólo se habló entonces de cómo supuestamente deberían hacerse los diálogos con los virtuales bandidos. En ese nivel, Juan José Bertritti, jefe del Equipo de Control Incidental, aclaró que estadísticamente las negociaciones pueden demorarse desde cuatro o cinco horas a tres días.
Pero para la fuerza, lo importante será siempre controlar un dato: el tiempo. No tienen en mente acelerarlo, más bien al revés. Como entre los héroes del rescate hay buzos, el negociador debe dilatar los tiempos hasta la hora táctica real. Esa hora no tiene nada que ver con lógicas científicas: �Es la noche �aclaran�, porque no hay otra forma de que no se vean las cabezas de los buzos�.
Hasta la hora táctica, entonces, el negociador intenta convencer a los captores de que a la Prefectura no le gustan los vicios: ni alcohol, ni drogas, ni armas serán negociadas porque, explican, aumentan el poder ofensivo. Existen excepciones, según Bertritti, en un eventual canje: �Habrá que ver si aceptamos mujeres embarazadas o niños�. Y avanza en sus conjeturas sobre el terreno de operaciones:
�El cambio de rehenes �adoctrina� desestabiliza el escenario. El trabajo que se viene realizando cuidadosamente puede venirse abajo.
Para prevenir indeseables brotes psicóticos, el negociador contará de todos modos con un psicólogo y un psiquiatra. Entre otros menesteres deberán desactivar por ejemplo, el insurrecto síndrome de Estocolmo, analizado por el grupo de prefectos como �conductas psicopáticas en los rehenes�.
Pero los grupos concentrados en el rescate deben seguir trabajando. Hay dos operativos principales que intentarán recuperar el barco: uno de aire y otro en agua. Son dos grupos de hombres en helicópteros y a nado o como buzos, que asaltarán el barco al mismo tiempo, a la orden de ULSU que no es un canto africano sino la última zona de reunión. �Tienen ocho segundos para nuclearse tácticamente los dos operativos y tomar el barco�, dice el comandante. El método lo definen ellos:
�Se trata de una irrupción �traducen�: es quebrar la voluntad del delito por medio de la fuerza.
En la recuperación no han trabajado sólo ellos. Existe un hombre al que llaman sniper, encargado de controlar desde un puesto externo todos los movimientos de los bandidos. Sniper es un francotirador, que a la hora del rescate cambia su arma por un buen teleobjetivo. Viaja escondido en algunos de los dos barcos que durante el rescate cercan al secuestrado. Hacia él se dirige ahora el comandante cuando por handy repite �Búho/Búho comandante táctico�. Búho no responde, pero el comandante no se irrita. Repite: �Búho/Búho ¿me escucha?�. Lo dice a su aparato de handy y mientras tanto, recuerda que: �Convengamos... esto es una práctica�.
La paciencia del prefecto mayor da resultado. Al otro lado hay una voz: �Acá Búho a base/base�. Y pasa su parte: �En estos momentos se encuentra rehén sentado, rehén sentado �repite� captores un poco nerviosos, nerviosos�. Búho no es tartamudo, la repetición se trata de otro código prefecto. De pronto no es más el Búho quien aparece en el aire del handy durante el ejercicio. Son los helicópteros.
El jefe del operativo les avisa que deben llevar adelante la �disciplina farro� que nada tiene que ver aquí con prácticas míticas: sólo deben tirarse ya sobre el barco. Es que ha llegado, ahora sí, la hora táctica real. Donde no sólo se ingresa al barco, también aparecen los resultados del ensayo: �Cuatro muertos, siete heridos�, avisan por un radio. Después del resultado dice: CQL. Acá se trata de la despedida.
TUVO QUE CONDUCIR A SUS CAPTORES A SU CASA
El viaje infernal de una rehén
Lorena Schioppa, psicóloga de 29 años, desde el lunes a la noche pasó a engrosar la lista de rehenes después de que tres jóvenes, uno de ellos de 14 años, la asaltaron en la localidad de Martínez y la obligaron a conducir su propio auto hasta su casa, en Belgrano R. Durante el viaje, mientras ella intentaba calmarlos, al menor se le escapó un disparo que pegó en el respaldo del asiento de la rehén. Al llegar al edificio, después de dominar al custodio, se introdujeron en el departamento de Schioppa, maniataron a sus padres y se dedicaron a embolsar dinero y joyas. Un hermano de la joven logró escabullirse y avisar a la policía. Al bajar con la psicóloga, el trío fue sorprendido por los uniformados. Schioppa aprovechó para escapar a la calle, mientras se desataba un tiroteo en el mismo hall de entrada. Uno de los asaltantes resultó herido. Otro escapó a través de un vidrio y fue herido mientras tomaba como rehenes a los pasajeros de un colectivo de la línea 44. El menor de edad se encuentra prófugo.
El lunes, alrededor de las 21.30, Lorena Schioppa llegó a la casa de su novio, en Las Heras y Libertador, de Martínez. Mientras aguardaba en su Ford Escort que abrieran el garaje, tres jóvenes armados treparon al auto. Instintivamente, Schioppa fingió un desmayo. �Despertate porque sos boleta�, le dijo uno, y Schioppa decidió recuperarse. La obligaron a llevarlos a su casa, en una torre de Virrey del Pino y Superí. Durante el viaje �intenté calmarlos �aseguró la joven�. Estaban muy nerviosos, especialmente el más chico, que se sentó detrás mío. En un momento, se le escapó un tiro�. La bala, milagrosamente, se incrustó en su respaldo.
En todo momento, Schioppa intentó ganar la confianza del grupo. �Cuando paraba en un semáforo, nos miraban desde los otros autos, y yo me adelantaba para que ellos no se pusieran nerviosos.� Al llegar al edificio, el custodio reconoció a la joven, abrió la puerta de calle y también él pasó a engrosar la lista de rehenes. El trío con el custodio y Lorena, subieron hasta el piso de la familia. No les resultó difícil dominar a sus padres, atarlos con corbatas junto al custodio, y dedicarse a desvalijar la casa. Pero no advirtieron a Sebastián, hermano de Lorena, quien descalzo salió por la puerta de servicio. Corrió hasta la embajada de Japón, y pidió ayuda. Veinte minutos después, cuando el trío bajó con Lorena, el edificio estaba rodeado.
�Vi un patrullero �relató Lorena�, pensé �que sea lo que Dios quiera� y salí corriendo a la calle.� Al mismo tiempo, se desataba un tiroteo. Uno de los asaltantes cayó herido en el hall. Otro, corrió por Superí y subió a un colectivo de la línea 44, donde amenazó al chofer. Varias cuadras después, fue herido por la policía. El tercero, un menor, de 14 años, logró escapar. �Es el que me amenazó: �Si sale algo mal, sos boleta��, recordó Lorena.
|