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ENTREVISTA A ALFREDO ALCON QUE VUELVE A SHAKESPEARE CON �LA TEMPESTAD�
�La información puede llegar a domesticarte�

El actor cuenta cómo abordará a partir de mañana, en el San Martín, con dirección del español Lluís Pasqual, el personaje de Próspero, el tirano depuesto que, en una isla, junto a su hija, piensa cómo regresar al poder.

�No se puede ir a ver una obra de Shakespeare con cara de almidón�, sostiene Alcón.


Por Hilda Cabrera

t.gif (862 bytes) Suele decir que no le da el cuero para hacer más de un trabajo por vez, y que le gustaría mucho dejar que las horas pasen como pajaritos delante de una ventana. Mantenerse en un estado contemplativo que, por ahora, no es más que una fabulación, porque Alfredo Alcón es un actor disciplinado en su oficio. Dejó a mediados de año la televisión (donde fue uno de los analizados de �Vulnerables�) para ocuparse de su protagónico Próspero, el duque desterrado de La tempestad, comedia de 1611 de William Shakespeare repleta de alegorías �utilizadas con un propósito deliberado�. Considerada por algunos estudiosos como la despedida de Shakespeare (1564-1616) a su vida de actor y dramaturgo, podrá verse a partir de mañana en el Teatro San Martín, en una singular puesta del catalán Lluís Pasqual, para quien el teatro del bardo inglés �es una suerte de teatro realista, pero con cuarenta grados de fiebre�. 
Este es el quinto trabajo de Alcón con Pasqual, a cargo también de la escenografía y la iluminación, cuyos inicios fueron como actor en el grupo La Tartana, de Reus, donde nació en 1951. En 1976 fundó el Teatre Lliure de Barcelona y fue director del Centro Dramático Nacional de España, el Théâtre de l�Europe, en el Odeón de París, y de la sección teatro de la Bienal de Venecia. Los títulos anteriores junto a Alcón fueron La vida del rey Eduardo II de Inglaterra, de Christopher Marlowe, en la versión de Bertolt Brecht; El público, de Federico García Lorca; Los caminos de Federico, Haciendo Lorca y ahora esta Tempestad, que una vez finalizada su temporada en Buenos Aires saldrá de gira por España. 
�Lluís marca un antes y un después en mi trabajo de actor�, apunta Alcón a propósito de ese encuentro artístico. �Crea un clima donde a uno le parece que intentar volar no es tan difícil�, sostiene en diálogo con Página/12, memorando los ensayos de El público en el Piccolo de Milán, donde la censurada obra de Lorca fue estreno mundial. �Pasqual había hecho una puesta maravillosa, con esculturas de telones que pesaban 500 kilos cada una. Un día vino Giorgio Strehler (entonces director del Piccolo), y en tono muy operístico empezó a modificar las luces. Los telones cambiaban de color y siempre había uno más, ocultando alguna verdad. Cuando estaban bajos llegaban hasta el piso, pero a él se le ocurrió que no, que debían quedar un poco más arriba para que se vieran los pies de los actores antes de entrar a escena. Fue un hallazgo. Yo, que escuchaba esas indicaciones hechas a los gritos, pensé �¡qué mal momento debe estar pasando Lluís!�, y me fui para adentro. Al día siguiente, cuando ya se había ido Strehler, Lluís me retó porque me había ido. �Es un maestro�, dijo. A Lluís no le molestan las indicaciones cuando el que las hace sabe muchísimo.� 
�¿Coincide con Pasqual en relacionar el abandono de Próspero y su hija en una barca con una situación de desaparición de personas?
�Próspero es un rey que fue expulsado de su país, y metido en una barca junto con su hija Miranda (de apenas tres años) para que se ahogara. Se lo quiso desaparecer. Que se haya salvado es otra cosa. Este es un personaje con poderes mentales y capacidad para elaborar un plan que le permite no quedar atado a la necesidad de vengarse de los que le usurparon el poder: su hermano Antonio y Alonso (rey de Nápoles y cómplice). Se libera del odio a través del amor que siente Miranda por Fernando, el hijo enamorado de su enemigo Alonso. Parece una anécdota muy liviana, casi un cuento de hadas, pero está llena de sugerencias filosóficas y de coincidencias que dan lugar a nuevas miradas. Dentro de esa arquitectura, Shakespeare refleja pensamientos profundos por medio de Ariel y Próspero, de frases como esa tan famosa que dice que estamos hechos de la misma materia que los sueños, y nuestra corta vida se cierra con un sueño.
�¿El plan de Próspero plantea el problema de la conciencia ante el daño? 
�Próspero quisiera ser San Francisco de Asís. Frenar sus propias pasiones y llegar a la comprensión del otro, incluido quien le hizo un daño. Sabe que en la isla a la que llegó con su hija, aquellos que dominó y le sirven no son todos amigos. Es posible que esa isla sea él mismo, un estado mental. 
�¿Por eso también los cambios de estilo en la obra?
�En parte sí. El segundo acto parece un sainete barato. A nosotros nos cuesta entender esto. Como todos los grandes poetas, sus palabras son como la música, con dos compases te ponen en un estado, te modifican, te producen un movimiento interior, pero también es capaz de contar las cosas más bajas. Por eso digo que no se puede ir a ver una obra de Shakespeare con cara de almidón, y que hay que darse libertad para interpretarlo. Cuando hicimos Final de partida, de Samuel Beckett, las opiniones del público eran siempre distintas. Las grandes obras son como personas: demasiado complejas para definirlas. Tendemos a clasificar porque tenemos miedo del caos que es la vida.
�¿Se informa sobre la obra mientras está ensayando?
�No, ése es un trabajo anterior, porque pienso, por ejemplo, que a uno no le pasa lo mismo cuando lee algún estudio sobre Kafka que cuando lo lee a él. Lo primero es un descuartizamiento, lo otro es un latido detrás del cual se encuentra a una persona. Un actor tiene que separar bien esos estados, porque la información puede llegar a domesticarte y a veces te hace perder individualidad. 
�¿Por qué el público argentino no acepta �cosas bajas� en Shakespeare?
�No sé explicarlo, pero seguimos siendo muy formales para algunas cosas, aunque sepamos que el ser humano es capaz de maravillas, de chabacanerías y de grandes maldades. La solemnidad es a veces una defensa ante la tragedia, que Shakespeare toma por momentos con humor filosófico. La conocida escena entre el sepulturero y Hamlet, por ejemplo, en la que éste le pregunta cuánto tarda un hombre en pudrirse y el otro le responde que depende de cómo era antes de morir. Cuando tenemos ese público solemne, pintado, me pregunto qué pasaría si me adelantara y con una hojita de afeitar comenzara a cortarme las venas. ¿Gritaría? 
�¿Qué papel juegan los jóvenes en �La Tempestad�?
�Miranda y Fernando son imprescindibles en el plan de Próspero. Si ellos no se hubieran enamorado a primera vista (y sin que supieran que sus padres son enemigos), Próspero habría quedado atado a su deseo de venganza. Son ellos, libres de odios, los que lo salvan. En la puesta de Lluís, Próspero es semejante a un director de escena, y el poeta Ariel, un utilero, un maquinista. El público me va a ver en la platea, ante una mesa de trabajo, diciéndole también a la pequeña Miranda asustada cuándo termina la tempestad. 

 

 

Un argentino por España

�¿Qué expectativas tiene, Alcón, con respecto a la gira de esta obra por España?
�Cuando trabajo fuera de la Argentina, mi única expectativa es qué les parece: si bueno o malo. Pero nada más. Yo sé que aquello que haga no le va a ayudar a mirar a nadie. ¿Qué le puedo decir a los españoles? Ese plus sólo se da, cuando se da, en el propio país. Siempre que estuve en España encontré respeto y cariño, pero me pasa que no puedo estar más de cinco meses lejos de la Argentina. Cuando no tengo otra alternativa que quedarme, hago las valijas, y guardo casi todo, muy doblado, muy prolijo. No importa que no me vaya al día siguiente. Eso me ayuda a dormir tranquilo, como si estuviera en mi casa. En cambio, cuando trabajo acá es diferente. El motivo que me empuja a �decir� un texto no es solamente el de tener una opinión sobre lo que hago sino saber si soy capaz de �ayudar a mirar�, como dice Eduardo Galeano, �descubrir� la palabra y lograr que el público la haga suya. 

 

 

Internet, el gran archivo

Internet conectará todos los archivos nacionales del mundo en un plazo de diez años. Esa es una de las conclusiones del XIV Congreso Internacional de Archivos, que se clausuró ayer en Sevilla. En el acto de cierre, el secretario de Cultura de España, Luis Alberto de Cuenca, definió la situación actual de archivos mundiales como �una torre de Babel� que debe ser organizada con un lenguaje común, haciendo que �una palabra represente el mismo concepto para todo el mundo�. �No hay futuro si el presente ignora el pasado�, dijo a la vez la subdirectora general de los Archivos Estatales españoles, Elena Carolina de Santos, quien señaló que �es necesario reforzar la formación de los archiveros, de manera que esta actividad no quede ceñida a lo meramente humanista de los estudios de historia, y ofrezca también un servicio a las empresas que demanden información�. El encuentro, calificado como �una de las citas primordiales de la cultura mundial�, concentró a cerca de dos mil archiveros que debatieron durante cinco días en el Palacio de Exposiciones y Congresos.

 

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