OPINION
De
Sócrates al duque de Concordia
Por Martín Granovsky
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El
presidente José Genoud invitó a que el senador de turno
izara la bandera. Los presentes, como indicó el presidente,
se pusieron de pie.
Después el presidente dijo que los jefes de bloque habían
acordado rendir un homenaje a la Justicia.
¡Es ciega, señor presidente!, gritó
el senador justicialista por Santiago del Estero Omar Vaquir en un
aporte histórico.
El señor presidente dio la palabra a un señor senador.
(Los lectores pueden hacer sus apuestas mientras siguen leyendo).
Siguió entonces un discurso corto, el único que se pronunció
ayer en el homenaje, sobre las veces en que la Justicia terminó
incriminando a inocentes.
En la historia existieron casos como el de Sócrates,
como el de Galileo, de Jesucristo o de Sacco y Vanzetti, como el del
poeta maldito Baudelaire y como el de Oscar Wilde, quienes
fueron condenados sin que existiera nada que fundara sus condenas,
dijo el señor senador.
Antes, para que no quedaran dudas de que el suyo no era solo el discurso
de un historiador, había relacionado esos casos de injusticia
evidente con otros, más recientes, que ocurren aquí
mismo, en la Argentina. Allí mismo, en la cámara alta:
No hay que olvidar dijo el senador por ahora misterioso
que este Senado está en el banquillo de los acusados no
estamos ocho, diez o quince senadores sino el Senado de la Nación;
y creo más: la que está en el banquillo de los acusados
es la política, como herramienta capaz de alcanzar el consenso,
como diálogo, como lo que debe ser, es decir, con la capacidad
de ceder para, así, conseguir dialécticamente una instancia
superior que sintetice deseos, expresiones o convicciones.
O sea:
u No hay delitos ni delincuentes, no hay sospechosos e inocentes,
sino un cuerpo entero que debe defenderse como una corporación
feudal.
u Nadie debe salvarse solo: la acusada es nada menos que la política.
u La política consta, en esta versión noble, de consenso,
diálogo y concesiones. Pero es más correcto traducir
esta visión como un enaltecimiento del toma y daca por debajo
de la mesa.
u El problema no es la justicia, entonces, sino el Senado. Son los
senadores sospechados.
u El discurso no apuntó al rescate de la Justicia como poder,
ni de la justicia como objetivo, sino a la defensa del Senado.
u No solo estaría mal la incriminación falsa. No cabe
la incriminación lisa y llana. No hay lugar ni siquiera para
las acusaciones y las suspicacias políticas más razonables.
El señor senador también mencionó largamente
a Sócrates. Dijo que entonces, como ahora, el último
en hablar era el acusado. Y recordó: Fue en ese
juicio donde Sócrates pronunció una de las frases que
lo hicieron inmortal, cuando dijo: Anduve preguntando por todos
lados, todos me dijeron que sabían algo y vi que no sabían
nada; yo soy más sabio, porque sé que no sé nada.
Y ahí quedó la enseñanza para la Humanidad.
Después Sócrates, en lugar de defenderse, los
atacó a los jueces y les dijo: Qué bueno sería
que solamente yo haya corrompido a la juventud y ustedes no.
El senador socrático fue, hasta hace poco, presidente del bloque
del PJ. Es miembro del Consejo de la Magistratura y ya era un legislador
importante cuando Carlos Menem inundó la Corte Suprema con
una mayoría designada en un solo día. Figura entre los
imputados por el juez Carlos Liporaci y hasta incorporó a su
ingreso personal fondos de su bloque.
Desde ayer quizás haya que llamarlo Augusto Alasino, Duque
de Concordia, Señor del Senado.
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