José Luis Machinea lamentó ayer que los argentinos no
confíen en la política económica. Tanto el ministro
como el FMI comparten el diagnóstico: la reactivación se
demora por un problema anímico. Los inversores extranjeros
van con mucho entusiasmo al país, pero al llegar hablan con la
gente y se desalientan, describió el jefe del Palacio de
Hacienda desde Praga. Y remarcó que afuera nos ven mejor
de lo que nos vemos nosotros mismos. Que los argentinos creamos
en Argentina es fundamental, completó. Tomás Raichmann,
uno de los auditores del FMI para la Argentina, también había
opinado que el estancamiento económico obedece a un problema de
psicología social. En función de esa lectura,
Machinea insistió en que mantendrá el rumbo que le imprimió
a su gestión, lo cual le valió la aprobación de las
máximas autoridades del FMI, Horst Köehler y Stanley Fischer,
con quienes se entrevistó ayer.
En esas reuniones cosechó el respaldo formal del organismo, aunque
en su interior hay visiones contradictorias sobre las perspectivas económicas
a corto plazo. El economista jefe del FMI, Michael Mussa, considera que
aún es lejana la posibilidad de consolidar un crecimiento sostenido.
Y más allá de que Köehler y Fischer manifiesten en
público su confianza en la política económica, el
FMI es remiso a incluir a la Argentina entre los países que merecerían
el premio de la concesión de un crédito contingente.
Esa nueva línea financiera que está terminando de delinear
el Fondo estará destinada a naciones con economías florecientes.
El equipo económico aspiraba a que sus negociaciones en Praga con
la cúpula del FMI allanara el camino para acceder a los créditos
contingentes. Pero no obtuvo la respuesta que esperaba. El beneficio de
contar con un colchón financiero cercano a los 10 mil millones
de dólares sería despejar el eventual temor de los acreedores
al incumplimiento de los pagos de la deuda, y desalentar un ataque especulativo
contra el peso. Machinea declaró ayer que por el momento
Argentina no pretende conseguir esos fondos, que estimó en 7400
millones de dólares de acuerdo a la cuota que el país aporta
al FMI.
No existen problemas de financiamiento, dijo el ministro,
y subrayó que son muchas las ofertas que tenemos de distintos
bancos de inversión para la emisión (y la compra) de bonos
globales, pero por el momento estamos diciendo que no. No obstante,
esas colocaciones son considerablemente más costosas que el crédito
contingente del FMI, con el que por ahora Machinea no podrá contar.
Al referirse a la situación interna, el ministro dijo que ahora
es el momento de echar a andar la rueda, porque todo el esfuerzo que hemos
hecho nos hace tener una visión moderadamente optimista, con una
suba del nivel de actividad muy razonable. Lo manifestó durante
un desayuno organizado en Praga por la poderosa Asociación de Bancos
de la Argentina la que, al igual que el FMI, reafirmó su confianza
en la política económica. Como le ha ocurrido en eventos
similares anteriores, el jefe de Economía obtiene en foros internacionales
la aprobación que le cuesta conseguir en el país. En efecto,
Carlos Chacho Alvarez le reclamó ayer cambios
en su gestión para ganarse la confianza de la población
(ver página 2).
El propio Machinea expresó que la visión del país
en el exterior es hoy bastante mejor que antes de la Asamblea
del FMI y el Banco Mundial. La comprensión de la situación
argentina es mejor que hace 30 días. Ya no existen los rumores
anteriores, indicó, en referencia a la inquietud que existía
en inversores internacionales sobre la capacidad de pago de la deuda.
El ministro también se entrevistó con Tomás Raichmann
y Teresa Ter Minassian. Según dijo, el encuentro sirvió
para informarles los últimos datos sobre la marcha de la economía.
Registramos un aumento del crédito al sector privado, una
recuperación de la actividad de la construcción y en general
una buena perspectiva, aseguró. Pero también admitió
que no hay margen fiscal para empujar la demanda y por eso se retarda
la reacción de la economía. Ese factor, sumado al
psicológico sobre la falta de confianza de los argentinos,
son las respuestas que por ahora encuentra el ministro al pobre desempeño
económico.
Si critican, nos
deprimen
Un grupo de diputados de la Alianza y el justicialismo
le reprochó ayer a Tomás Raichmann, auditor del
FMI para Argentina, sus pronósticos alarmistas,
y le pidió que no omita opiniones sin sustento objetivo.
El funcionario del organismo de crédito había dicho
que el problema de la Argentina es psicológico
y que se siente defraudado por la falta de reacción
de la economía. José Luis Machinea también
le pidió ayer explicaciones a Raichmann por este punto
y, según afirmó, le dijo que lo habían
sacado de contexto. La respuesta resulta llamativa, dado
que el técnico del FMI formuló esas declaraciones
en la publicación oficial del organismo sobre la Asamblea
Anual. Lo que dicen los calificadores de la Argentina influye
en el estado psicológico de la gente y las notas que emite
el FMI están influidas por ellos mismos, se quejó
el diputado Raúl Baglini (Alianza). Su par Oscar Lamberto
(PJ) añadió que acá hay una responsabilidad
muy directa de los autores del libreto, en alusión
a las recetas que le dicta el FMI a la Argentina, y que tanto
éste como el anterior gobierno aceptan. Jorge Remes Lenicov
(PJ), en cambio, dijo que el objetivo central de la reunión
fue ratificar que no nos vamos a apartar de los parámetros
de la ley de responsabilidad fiscal.
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