Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


KIOSCO12

EL ARGENTINO QUE SOBREVIVIO AL BARCO HUNDIDO
Un “Titanic” en el mar griego

Un buque que había salido de Atenas con 500 personas chocó con un peñón. El capitán estaba mirando tevé. Hubo 69 muertos. El relato del argentino que se salvó nadando tres horas a oscuras.

t.gif (862 bytes)  “Había ocho botes de emergencia y solamente funcionaron dos. Tuvimos que saltar del barco al agua, y nadar y nadar y nadar. Fue como lo del ‘Titanic’.” Diego Santillán, de 27 años, oriundo de Pinamar, y de vacaciones en Grecia, fue uno de los sobrevivientes del peor accidente marítimo ocurrido en ese país desde hace más de 30 años. El ferry en el que viajaba, el “Express Samina”, de la empresa Hellas Ferries, había partido del puerto de Pireo, Atenas, hacia las islas Naxos, Paros y Santorini, con más de medio millar de personas a bordo. Alrededor de las diez de la noche local, el buque se estrelló contra un peñón frente al puerto de Paros. Al menos 69 personas murieron ahogadas, en medio del caos y la falta de órdenes de parte de la tripulación. Según declaraciones de los sobrevivientes, en el momento del choque el capitán de la nave, Vassilis Yannakis, miraba por tevé el encuentro entre el Panatinaikos y el Hamburgo, por la Liga Europea de Campeones. El ministro de Justicia griego, Nikos Stathopoulos, aseguró que “hubo un error criminal”, ordenó la detención de Yannakis y cuatro oficiales y abrió una investigación para establecer las responsabilidades del siniestro. El argentino Santillán nadó durante tres horas, pensando sólo en sobrevivir y en las recomendaciones de su instructor de natación, hasta ser rescatado por un buque británico.
“Viejita, está todo bien, no tengo ni un rasguño”, fue lo primero que escuchó Graciela Deluchi, la madre de Diego Santillán, ayer a las 7 de la mañana. Ya habían pasado 15 horas desde que el “Express Samina” se incrustara contra el peñón, ya habían pasado los 20 minutos que demoró el buque en transformarse en un inmenso ataúd bajo el agua, y ya Santillán había superado las tres interminables horas de nadar al azar en la oscuridad y el frío. Su primera preocupación al llegar a tierra firme y ser albergado por una familia en la isla de Paros fue la de avisar a sus familiares. “No quería que se enteraran por los diarios”, le confesó a su madre.
Según el relato de Santillán y otros sobrevivientes, el capitán del barco, Vassilis Yannakis, miraba por tevé el encuentro entre el Panatinaikos, el equipo más popular de Grecia, con el Hamburgo, por la Liga Europea de Campeones. Posteriormente, el capitán aceptó que no se encontraba en el puente de mando en el momento de la catástrofe. Yannakis, su adjunto Anastassios Psychogios y tres oficiales del transbordador quedaron detenidos en la Capitanía del puerto del Pireo.
“Todo fue como lo del ‘Titanic’”, recordó Santillán, poco después de recibir albergue en una casa de familia en la misma isla de Paros. “Por suerte estoy vivo, hay muchas personas muertas. Los botes de emergencia no funcionaron. Había ocho y solamente funcionaron dos”, aseguró durante una conversación con Radio Continental. “El barco chocó contra un peñón enorme. Era un caos total. Nadie daba órdenes.” Santillán viajaba junto a su novia australiana. Ambos se colocaron un salvavidas y se arrojaron al agua. Durante tres horas nadaron, bajo pésimas condiciones climáticas. “Me dijo que mientras estaba en el agua pensaba en Marcelo (Demarco), su instructor del curso de salvavidas y que le estaba muy agradecido”, confesó Deluchi a Página/12.
Santillán vive en Pinamar, es dueño de una fábrica de churros y hace dos años siguió un curso de natación para guardavidas. Demarco, jefe de los guardavidas de Pinamar, fue su instructor. “Cuando vino empezó de cero. No sabía nadar –aseguró Demarco a este diario–. Le costó mucho y hasta llegó a querer abandonar el curso. Yo se lo prohibí.” El curso lleva dos horas, tres veces por semana durante seis meses. “Fue la confianza lo que lo ayudó y le transmitió a su novia. Es muy desconcertante nadar en la oscuridad, con el agua helada, después del caos por el que pasó según lo que él contó. Uno no se enfrenta sólo a sus nervios sino de los que lo están rodeando, que se tratan de aferrar a algo para salvarse.”
“Yo siempre le inculqué que se fijara en las salidas de emergencia –aseguró Sergio Santillán, su padre–. Y él me dijo que había estado viendolos salvavidas unos momentos antes de chocar.” “Diego estaba de vacaciones –recordó su madre–. Viajó en abril a España, y en Ibiza consiguió trabajo en una posada. Le fue muy bien, estaban muy contentos con él y hasta le ofrecieron seguir trabajando. Juntó mucha plata y llegó a firmar un precontrato para seguir el año que viene. En noviembre venía para acá. Me dijo: ‘Mamá, voy a volver más pelado que una papa, porque me voy a gastar todo viajando por Roma y después por Grecia’.”
Antes de viajar, Santillán tuvo algunas demoras con el pasaporte. “Hice una promesa a la virgen del Rosario –confesó su madre–, para que pudiera viajar. Me llamó cuatro veces y lo escuché tan contento, tan feliz de lo que le estaba pasando, que el domingo pasado cumplí la promesa, fui a San Nicolás el día de la Virgen y le pedí que lo protegiera. Jamás pensé que unos días después le iba a pasar esto.”

 

CRONICA DEL INCREIBLE CHOQUE DEL BUQUE CONTRA UN PEÑON
“Sólo un ciego no lo vería”

The Guardian
de Gran Bretaña

Por Rory Carroll
Desde Atenas

Se hacía de noche y los pasajeros se acostumbraban al ruido de los motores. Algunos estaban sentados en el bar, otros se habían retirado a sus literas. Era hora de tranquilizarse. El caos del embarque en el puerto Pireo en Atenas, cuando aquellos que tenían cabinas reservadas se mezclaban con los que no las tenían, se había olvidado para unos 500 pasajeros, concentrados en pasar unas buenas vacaciones o, en el caso de algunos isleños griegos, regresar a sus hogares. Ráfagas de viento golpeaban las olas contra el casco, pero el Express Samina, de 115 metros, navegaba firmemente hacia el sur a 18 nudos por el mar Egeo.
Desde las 9.45 de la noche, la televisión del bar mostraba un partido entre Hamburgo y el equipo griego Panathinaikos. La visión no era clara, pero eso no impedía que los miembros de la tripulación se reunieran para verlo. “Todos miraban el partido. Le hice un chiste a mi marido ¿Quién está conduciendo el barco?”, dijo Christa Liczbinski, de 37 años.
Habían pasado cinco horas desde que partieron de Pireo e iba a ser una larga noche. Harían seis paradas en las islas Cícladas antes de llegar a destino, la isla de Lipsi, cerca de la costa turca.
Sucedió a las 10.07. Un crujido llenó el ferry. Aquellos que iban sobre la derecha pudieron oír ruidos de astillas y roturas. El sacudón repercutió en los pisos y en segundos el barco comenzó a inclinarse. “Nos estábamos preparando para dormir, cuando sentimos el tremendo sacudón”, contó Marianne Richards, de 47 años, una quiropráctica de Inglaterra.
A dos millas de Paros, el “Express Samina” chocó en la isleta Portes, un montículo rocoso marcado en las cartas marítimas, con luz de navegación. “Hay que ser ciego para no verlo”, dijo Andreas Sirigos, el jefe de los guardacostas en Atenas. El pánico se adueñó de los pasajeros que salían de las cabinas y chocaban con los que corrían por los corredores. No parecía haber un lugar en especial hacia el cual correr. Un hombre apareció con un salvavidas y todos comenzaron a gritar pidiendo uno. “Pero nadie podía decirnos dónde encontrarlos, era un griterío en distintos idiomas. Todos gritaban”, relató otra mujer. Los empujones se hicieron más violentos a medida que crecía el pánico. “Nadie nos dijo qué hacer. Sólo gritaban y empujaban”, dijo Heidi Hart, una contadora de Seattle.
A medida que el barco se inclinaba más, comenzaron a caer los objetos sobre la cabeza de la gente. Algunos muy viejos o muy jóvenes se encontraron atrapados cuando un grupo comenzó a trepar hacia arriba. Los ruidos de rotura seguían y era obvio que el barco se rompía y naufragaba.
Trece minutos después del impacto, las autoridades de rescate de Pireo fueron notificadas. A las 10.52, el barco se deslizó bajo el agua. Un testigo cuenta que el barco se quebró cuando se hundió.

Traducción: Celita Doyhambéhère

 

PRINCIPAL