Había ocho botes de emergencia y solamente funcionaron
dos. Tuvimos que saltar del barco al agua, y nadar y nadar y nadar. Fue
como lo del Titanic. Diego Santillán, de 27 años,
oriundo de Pinamar, y de vacaciones en Grecia, fue uno de los sobrevivientes
del peor accidente marítimo ocurrido en ese país desde hace
más de 30 años. El ferry en el que viajaba, el Express
Samina, de la empresa Hellas Ferries, había partido del puerto
de Pireo, Atenas, hacia las islas Naxos, Paros y Santorini, con más
de medio millar de personas a bordo. Alrededor de las diez de la noche local,
el buque se estrelló contra un peñón frente al puerto
de Paros. Al menos 69 personas murieron ahogadas, en medio del caos y la
falta de órdenes de parte de la tripulación. Según
declaraciones de los sobrevivientes, en el momento del choque el capitán
de la nave, Vassilis Yannakis, miraba por tevé el encuentro entre
el Panatinaikos y el Hamburgo, por la Liga Europea de Campeones. El ministro
de Justicia griego, Nikos Stathopoulos, aseguró que hubo un
error criminal, ordenó la detención de Yannakis y cuatro
oficiales y abrió una investigación para establecer las responsabilidades
del siniestro. El argentino Santillán nadó durante tres horas,
pensando sólo en sobrevivir y en las recomendaciones de su instructor
de natación, hasta ser rescatado por un buque británico.
Viejita, está todo bien, no tengo ni un rasguño,
fue lo primero que escuchó Graciela Deluchi, la madre de Diego Santillán,
ayer a las 7 de la mañana. Ya habían pasado 15 horas desde
que el Express Samina se incrustara contra el peñón,
ya habían pasado los 20 minutos que demoró el buque en transformarse
en un inmenso ataúd bajo el agua, y ya Santillán había
superado las tres interminables horas de nadar al azar en la oscuridad y
el frío. Su primera preocupación al llegar a tierra firme
y ser albergado por una familia en la isla de Paros fue la de avisar a sus
familiares. No quería que se enteraran por los diarios,
le confesó a su madre.
Según el relato de Santillán y otros sobrevivientes, el capitán
del barco, Vassilis Yannakis, miraba por tevé el encuentro entre
el Panatinaikos, el equipo más popular de Grecia, con el Hamburgo,
por la Liga Europea de Campeones. Posteriormente, el capitán aceptó
que no se encontraba en el puente de mando en el momento de la catástrofe.
Yannakis, su adjunto Anastassios Psychogios y tres oficiales del transbordador
quedaron detenidos en la Capitanía del puerto del Pireo.
Todo fue como lo del Titanic, recordó Santillán,
poco después de recibir albergue en una casa de familia en la misma
isla de Paros. Por suerte estoy vivo, hay muchas personas muertas.
Los botes de emergencia no funcionaron. Había ocho y solamente funcionaron
dos, aseguró durante una conversación con Radio Continental.
El barco chocó contra un peñón enorme. Era un
caos total. Nadie daba órdenes. Santillán viajaba junto
a su novia australiana. Ambos se colocaron un salvavidas y se arrojaron
al agua. Durante tres horas nadaron, bajo pésimas condiciones climáticas.
Me dijo que mientras estaba en el agua pensaba en Marcelo (Demarco),
su instructor del curso de salvavidas y que le estaba muy agradecido,
confesó Deluchi a Página/12.
Santillán vive en Pinamar, es dueño de una fábrica
de churros y hace dos años siguió un curso de natación
para guardavidas. Demarco, jefe de los guardavidas de Pinamar, fue su instructor.
Cuando vino empezó de cero. No sabía nadar aseguró
Demarco a este diario. Le costó mucho y hasta llegó
a querer abandonar el curso. Yo se lo prohibí. El curso lleva
dos horas, tres veces por semana durante seis meses. Fue la confianza
lo que lo ayudó y le transmitió a su novia. Es muy desconcertante
nadar en la oscuridad, con el agua helada, después del caos por el
que pasó según lo que él contó. Uno no se enfrenta
sólo a sus nervios sino de los que lo están rodeando, que
se tratan de aferrar a algo para salvarse.
Yo siempre le inculqué que se fijara en las salidas de emergencia
aseguró Sergio Santillán, su padre. Y él
me dijo que había estado viendolos salvavidas unos momentos antes
de chocar. Diego estaba de vacaciones recordó su
madre. Viajó en abril a España, y en Ibiza consiguió
trabajo en una posada. Le fue muy bien, estaban muy contentos con él
y hasta le ofrecieron seguir trabajando. Juntó mucha plata y llegó
a firmar un precontrato para seguir el año que viene. En noviembre
venía para acá. Me dijo: Mamá, voy a volver más
pelado que una papa, porque me voy a gastar todo viajando por Roma y después
por Grecia.
Antes de viajar, Santillán tuvo algunas demoras con el pasaporte.
Hice una promesa a la virgen del Rosario confesó su madre,
para que pudiera viajar. Me llamó cuatro veces y lo escuché
tan contento, tan feliz de lo que le estaba pasando, que el domingo pasado
cumplí la promesa, fui a San Nicolás el día de la Virgen
y le pedí que lo protegiera. Jamás pensé que unos días
después le iba a pasar esto.
CRONICA DEL
INCREIBLE CHOQUE DEL BUQUE CONTRA UN PEÑON
Sólo
un ciego no lo vería
The
Guardian
de Gran Bretaña
Por
Rory Carroll
Desde Atenas

Se hacía de noche y los pasajeros se acostumbraban al ruido
de los motores. Algunos estaban sentados en el bar, otros se habían
retirado a sus literas. Era hora de tranquilizarse. El caos del
embarque en el puerto Pireo en Atenas, cuando aquellos que tenían
cabinas reservadas se mezclaban con los que no las tenían,
se había olvidado para unos 500 pasajeros, concentrados
en pasar unas buenas vacaciones o, en el caso de algunos isleños
griegos, regresar a sus hogares. Ráfagas de viento golpeaban
las olas contra el casco, pero el Express Samina, de 115 metros,
navegaba firmemente hacia el sur a 18 nudos por el mar Egeo.
Desde las 9.45 de la noche, la televisión del bar mostraba
un partido entre Hamburgo y el equipo griego Panathinaikos. La
visión no era clara, pero eso no impedía que los
miembros de la tripulación se reunieran para verlo. Todos
miraban el partido. Le hice un chiste a mi marido ¿Quién
está conduciendo el barco?, dijo Christa Liczbinski,
de 37 años.
Habían pasado cinco horas desde que partieron de Pireo
e iba a ser una larga noche. Harían seis paradas en las
islas Cícladas antes de llegar a destino, la isla de Lipsi,
cerca de la costa turca.
Sucedió a las 10.07. Un crujido llenó el ferry.
Aquellos que iban sobre la derecha pudieron oír ruidos
de astillas y roturas. El sacudón repercutió en
los pisos y en segundos el barco comenzó a inclinarse.
Nos estábamos preparando para dormir, cuando sentimos
el tremendo sacudón, contó Marianne Richards,
de 47 años, una quiropráctica de Inglaterra.
A dos millas de Paros, el Express Samina chocó
en la isleta Portes, un montículo rocoso marcado en las
cartas marítimas, con luz de navegación. Hay
que ser ciego para no verlo, dijo Andreas Sirigos, el jefe
de los guardacostas en Atenas. El pánico se adueñó
de los pasajeros que salían de las cabinas y chocaban con
los que corrían por los corredores. No parecía haber
un lugar en especial hacia el cual correr. Un hombre apareció
con un salvavidas y todos comenzaron a gritar pidiendo uno. Pero
nadie podía decirnos dónde encontrarlos, era un
griterío en distintos idiomas. Todos gritaban, relató
otra mujer. Los empujones se hicieron más violentos a medida
que crecía el pánico. Nadie nos dijo qué
hacer. Sólo gritaban y empujaban, dijo Heidi Hart,
una contadora de Seattle.
A medida que el barco se inclinaba más, comenzaron a caer
los objetos sobre la cabeza de la gente. Algunos muy viejos o
muy jóvenes se encontraron atrapados cuando un grupo comenzó
a trepar hacia arriba. Los ruidos de rotura seguían y era
obvio que el barco se rompía y naufragaba.
Trece minutos después del impacto, las autoridades de rescate
de Pireo fueron notificadas. A las 10.52, el barco se deslizó
bajo el agua. Un testigo cuenta que el barco se quebró
cuando se hundió.
Traducción: Celita Doyhambéhère
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