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BUENOS AIRES, EN LA CUMBRE DE ALCALDES DE GRANDES CIUDADES DEL MUNDO 
Pekín jugó a seducir a Ibarra


Ibarra, con el secretario general del PC de Pekín, Jia Quinglin.
En octubre, autoridades chinas visitarán Latinoamérica. 

El jefe de Gobierno porteño recorrió las superpobladas calles de Pekín fuera del protocolo.
�Debemos orientar el crecimiento con un fuerte sentido de equilibrio y de justicia�, dijo en la Cumbre.


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en China

Por Sergio Moreno
Desde Beijing, China
@�Debemos orientar este proceso de crecimiento con un fuerte sentido de equilibrio y de justicia. Porque no es legítimo buscar el crecimiento a cualquier costo. Este hecho es particularmente importante para quienes tenemos el compromiso, asumido ante nuestros conciudadanos, de llevar adelante una gestión progresista en el gobierno de nuestras ciudades.� Así se presentó ayer, en la apertura de la Sexta Cumbre de Grandes Ciudades del Mundo, el jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra. Habló casi al mediodía, rodeado de sus pares de otras 26 metrópolis que lo escuchaban traducción simultánea de por medio. Antes había desayunado con el secretario general del Partido Comunista de Beijing y miembro permanente del Comité Central del PC Chino, Jia Quinglin, quien le ofreció un agasajo más que deferente y le refrescó lo interesados que están en su país de abrirse al comercio con la Argentina, tema que, recordó, había sido extensamente hablado con Fernando de la Rúa en la visita que realizó aquí hace apenas 15 días.
Ibarra se muestra sorprendido. Además de los agasajos �fastuosos, imperiales, exquisitos�, las autoridades chinas le han ofrendado un tratamiento especial. Además del desayuno privado que mantuvo con Quinglin (la máxima autoridad de esta ciudad), al mediodía recibió, y aceptó, una invitación a almorzar de Feng Junke, vicealcalde de la ciudad, y de Li Binghua, asesor del jefe de gobierno. Ambos participarán de una gira que el gobierno chino prepara para octubre por Latinoamérica. La Argentina será una escala que, según dijeron, justificaría su viaje.
En las dos tenidas gastronómicas, los temas fueron similares. Ibarra debió responder sobre los asuntos que más preocupan a los jefes de esta ciudad: seguridad, agua potable, migración interna, reciclaje de residuos y, un asunto más que recurrente para los chinos, el fútbol argentino, su desarrollo y sus jugadores.
Los dirigentes chinos dijeron saber que Ibarra �había sido magistrado�, por su pasado como fiscal, y se metieron en el tema de la seguridad, preocupados por el aumento de los robos en la metrópolis. Ellos sostuvieron que el problema se incrementaba debido a la migración interna, de grandes masas de habitantes que se trasladaban a Beijing atraídas por su desenfrenado desarrollo y sus altos salarios en comparación con los que se pagan en el interior (el promedio en la capital es de 300 dólares mensuales, mientras que en el interior apenas alcanza a 50). Y requirieron por los índices de criminalidad en Buenos Aires. Ibarra respondió que ese índice es de 7 homicidios cada 100 mil habitantes, mayor que el de París, pero menor que el de cualquier capital latinoamericana y que el mayor problema en la capital argentina es el aumento de los robos y la violencia con que se desarrollan.
El jefe de Gobierno porteño les dijo que dentro de 15 días su gobierno lanzará un plan de seguridad, con el cual piensa atenuar los índices que anteriormente había descripto.
En medio de un desfile de mozos que no paraban de traer y recoger platos típicos, y en el séptimo piso del Hotel Beijing, que mira a los jardines de la Ciudad Prohibida y ofrece un imponente panorama de la ciudad, los chinos preguntaban cómo era la situación del agua en Buenos Aires. Su preocupación: el agua en esta métropoli no es potable y, además, es escasa. Ibarra comentó que Buenos Aires está bordeada por ríos con menor o mayor grado de contaminación y surcada por arroyos. Luego se dio a explicar sobre los procesos de potabilización, despertando la envidia de sus contertulios.
No se habló de política, una forma que los chinos tienen de hacer política. Y hubo momentos de distensión: fueron bastantes porque no pararon de preguntar y hablar de fútbol, un asunto que Ibarra maneja confluidez. Pero el jefe de Gobierno no las tuvo todas consigo. Entregó, en ambos encuentros, un prolijo CD con datos sobre la ciudad, imágenes, historia, indicadores económicos, cultura. A la hora de la pasión futbolera, las imágenes del CD muestran la cancha de River �el cuadro de Ibarra�, pero para mostrar el fervor de la hinchada, los editores del compact se entregaron largamente a mostrar a La 12 de Boca.
La noche anterior �en rigor de verdad y gracias a los husos horarios, martes en China�, Ibarra y los otros alcaldes recién llegados a la ciudad de los emperadores fueron recibidos oficialmente. Los gobernantes de Beijing no se privaron de abrir un ala de la Ciudad Prohibida y ofrecer un lunch seguido de un espectáculo a los invitados. Fue en el Templo de los Ancestros Imperiales, también llamado Palacio Cultural de los Trabajadores. En la explanada del templo, un batallón de chinas vestidas a la usanza típica hicieron las veces de mozas y sirvieron manjares de la región, cervezas nacionales y vinos locales. Allí, los intendentes cruzaron saludos. Ibarra lo hizo con una de las vicealcaldesas de Beijing, a quien había conocido en el encuentro de alcaldes de Berlín.
Media hora después, el intendente de la capital china invitó a ingresar al palacio. Imponente. Sostenido por inmensas columnas de madera, el techo laboriosamente trabajado reproducía imágenes de dragones y motivos característicos. En el medio de la inabarcable habitación, un escenario tenía preparado los instrumentos: cientos de campanas de diversos tamaños y formatos, de viento y de cuerdas similares a clavicordios sin martillos. Los músicos, ataviados según la época, comenzaron a tocar las mismas melodías que hacían sonar sus ancestros hace 400 años. El remate de la presentación estuvo a cargo de una decena de chinas que desfilaron ropa, una mezcla avant garde de diseño y sedas trabajadas, bordadas con motivos chinos aggiornados. Una buena metáfora de los tiempos que corren en este país que ensaya un comunismo sincretizado con la fiebre inversora del más puro capitalismo occidental. 

 

Dragones en mutación

Por S. M.
Desde Beijing, China

Beijing. O Pekín. La capital de un país que se ha puesto en mente ser la primera potencia económica mundial dentro de 10 años. Para ello, apelan al sincretismo ecléctico y pragmático que resulta de mezclar una conducción política férrea y centralizada (por si alguien lo olvida, el comunismo) con la apertura regulada del mercado. China atrajo inversiones por miles de millones de dólares, y su producción alcanza dimensiones de disparate en el mundo globalizado. Crece, desde hace diez años, a un promedio del ocho por ciento anual, batiendo los records mundiales en el área. Y Beijing �o Pekín, como guste el lector� es un claro ejemplo de eso.
Calles atestadas, ya no sólo de bicicletas sino de lujosos automóviles importados, caos en el tránsito, demolición precipitada de los viejos hutongs �antiguos barrios de casuchas grises y amuralladas, esparcidas en callejuelas serpenteantes como el lomo de un dragón, donde vive la clase trabajadora, base del Estado comunista� que da lugar a faraónicos y ultramodernos edificios de oficinas y shoppings, han mutado la fisonomía entre maoísta e imperial de una de las más viejas ciudades del mundo.
Caminar por Beijing hoy no difiere a hacerlo por ninguna otra ciudad en desarrollo de Asia. Los matices: las 109 banderas rojas que flamean en el Parlamento y el Museo de Historia de China, alrededor de la Plaza Tiananmen, frente a la Ciudad Prohibida; el retrato de Mao, ese �hombre que cometió muchos errores� al decir del discurso oficial imperante; uno que otro anciano vistiendo aquel icónico traje Mao. Y no mucho más.
Fiebre de consumo, taxistas apurados, teléfonos celulares, prisa y poca paciencia china. Ya no hay tai chi chuán en las plazas �la aparición de una secta y su posterior represión por parte del gobierno hizo desaparecer esta actividad ancestral de los parques públicos�, pero sí hay smog. Sigue habiendo, eso sí, miles de uniformados, soldados vestidos de verde, gris, azul, negro, marrón, y así... 
Beijing �o Pekín, como prefiera el lector� crece y estalla en cada mole que construye y eleva al cielo que vio a los barones de la guerra, a los emperadores, a los nacionalistas, a Mao, a la Gran Marcha, a la Revolución, a la Joven Guarda, a Deng Xiao Ping y al capital, la gran capital. Grande, como Beijing, como China.


�¿Qué hago? ¿Voy?�

Será porque el mes que viene viaja una delegación china a Buenos Aires; será porque Fernando de la Rúa dejó esta ciudad hace apenas 15 días y ya hay otro funcionario argentino aquí; será ¿enamoramiento? Los motivos aún no están claros, ni siquiera para el propio Aníbal Ibarra, abrumado por las atenciones y deferencias que, notoriamente, tienen para con él las autoridades chinas. �¿Qué hago? ¿Voy?�, preguntó el jefe de Gobierno porteño. �Claro, hombre. No lo dudes�, le respondió Joan Clos, alcalde de Barcelona. Es que la máxima autoridad de esta ciudad, jefe del PC de Beijing y miembro del Comité Central del PC Chino, Jia Quinglin, lo había invitado, después de la cena que cerró la jornada de ayer, a jugar al tenis. A la noche. Ibarra fue, entregado. Había comido, como un náufrago, los diez platos y postres del fenomenal banquete que los chinos sirvieron a los alcaldes participantes de la Cumbre. �No tengo ropa deportiva, sólo zapatillas�, atinó a excusarse Ibarra. �No importa, eso se soluciona�, dijo el traductor que dijo Quinglin. En el mismo monumental Palacio de Huéspedes donde fue la cena estaba el estadio. Estadio. Dos canchas de tenis sobre cemento, tribunas, vestuarios, sirvientes que traían las toallas hasta el borde de las canchas para que los jugadores sequen su transpiración. Cada una hizo pareja con un hombre. Se jugaron dos sets: el primero fue ganado por Ibarra 6-4; el segundo por Quinglin 7-5. Después de haber desayunado con él, cenado y jugado al tenis, el chino se despidió: �Nos vemos el sábado, ¿no?�. �Es que a un tío cómo éste no se le dice que no�, segun diría Clos, el alcalde de Barcelona.

 


SOLO FALTO EL NEOYORKINO GIULIANI
Seguridad e integración

Por S. M.
Desde Beijing, China
Desde 1985, por impulso del Gobernador de Tokio, Japón, la Cumbre de las Grandes Ciudades del mundo se viene realizando en alguna capital de las 31 que la integran. En esta oportunidad, en Beijing, faltó solamente Rudolph Giuliani, el jefe de gobierno de Nueva York. Los otros están todos o han mandado a sus delegados. 
En uno de los fastuosos salones del Hotel Beijing, lindero a la Ciudad Prohibida, sobre la avenida principal de esta ciudad, los alcaldes de Atenas, Madrid, Berlín, Montreal, Barcelona, Yakarta, Bangkok, Tokyo, Bucarest, Kiev, Moscú, Nairobi, París, Lisboa, Estambul, Estocolmo, El Cairo, Lima, Santiago de Chile, Viena, Varsovia, Abidjian, Kuala Lumpur, Nueva Delhi, Seúl, Beijing y Buenos Aires expusieron y debatieron sobre los asuntos que los preocupan, mostrando las diferencias propias del mayor o menor grado de desarrollo de sus ciudades pero coincidiendo en los asuntos que se podrían llamar básicos: qué hacer con la basura, cómo integrarse al mundo, cómo mejorar la seguridad, cómo solucionar el tránsito.
Ibarra armó su speech en base a dos ejes: el conocimiento como motor del desarrollo económico y las obligaciones de un gobernante progresista para con sus conciudadanos. Estos fueron algunos de sus conceptos:
u �En tanto administra recursos que afectan la vida de la gente, la política económica de una ciudad tiene características de una política social�.
u �Las grandes metrópolis comienzan a competir por ser centros de decisión y de localización de inversiones. También nos preocupa la dimensión estratégica del desarrollo. Debemos orientar este proceso de crecimiento con un fuerte sentido de equilibrio y justicia. Porque no es legítimo buscar el crecimiento a cualquier costo. Este hecho es particularmente importante para quienes tenemos el compromiso de llevar adelante una gestión progresista en el gobierno de nuestras ciudades�.

 

 

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