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Por Claudio Uriarte

Hacer lo correcto

Alejandro Toledo es el líder político peruano del futuro y lo seguirá siendo. De un solo golpe, Fujimori acaba de lograr lo que más quería: aval norteamericano y de la OEA para el dilatadísimo cronograma electoral y de traspaso del mando que se concedió a sí mismo, y que fija las nuevas elecciones en marzo y la transferencia del poder recién en julio de 2001. Viniendo a la zaga de unas elecciones ampliamente consideradas como fraudulentas, de cuya segunda vuelta el candidato opositor decidió no participar por falta de garantías y que desembocaron en el videoescándalo que mostró al ¿ex? jefe de Inteligencia Vladimiro Montesinos sobornando a un congresista, este cronograma deja todo el tiempo del mundo para que Fujimori recomponga su posición interna sin necesidad de dar cuentas a nadie: Estados Unidos, por lo menos, estará paralizado durante un buen tiempo por las elecciones presidenciales de noviembre y su propio traspaso del mundo y ni la secretaria de Estado, Madeleine Albright, ni el asesor de Seguridad Nacional, Sandy Berger, estarán en la próxima administración para recordarle sus promesas al político más mentiroso de la historia peruana.
¿Cómo lo hizo? En principio, alentando por lo bajo rumores de un golpe por parte de la cúpula militar, integrada en su totalidad por incondicionales de Montesinos. Después, Fujimori viajó sorpresivamente a Washington. Es difícil saber si el golpe tuvo alguna posibilidad seria, pero su espectro tuvo el paradójico efecto de unir a la clase política peruana, oficialista como de oposición, detrás de Fujimori, convertido de la noche a la mañana en estandarte de la democracia y el civilismo. Ahora Fujimori tiene seis meses para diseñar el modo en que incumplirá su promesa de no presentarse como candidato a las nuevas elecciones, o para cumplirla de manera tramposa, o para cancelar las elecciones. Seis meses en política son un plazo larguísimo, y en la dinámica política peruana, tan acelerada como semiclandestina y repleta de prestidigitaciones y golpes de teatro, se parecen a la eternidad. Con la amenaza de golpe queda también asegurada la impunidad de Montesinos, que no volverá a Perú para ser juzgado ni será detenido por un trámite de extradición porque eso no se encuentra en el interés de ninguno de los países de la zona y menos aún de Estados Unidos, que por un tiempo lo tuvo como agente y que colaboró intensamente con él durante los 10 años del fujimorato. Un círculo se cierra y la misma secretaria de Estado que hace dos meses dejó fuera a Perú de una gira en protesta por el fraude dijo ayer a Fujimori: �Usted hizo lo correcto�.


 

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