Página/12 en Australia Por Eduardo Febbro Desde Sydney La selección femenina de hockey no pudo hacer mucho para desbaratar ayer la implacable relojería australiana. La primera final en la que participa el equipo nacional quedó definida en los minutos inaugurales cuando la velocidad de las acciones australianas, la presión constante ejercida por las campeonas del mundo y los desaciertos argentinos abrieron el camino para el primer gol local marcado a los 10 minutos por la mejor jugadora del mundo, Alyson Annan. El cuarto de hora inicial fue una ofensiva australiana en todos los frentes. Los ataques venían por el mar, la tierra y el agua. La argentina dio muestras de evidente nerviosismo perdiendo innumerables bochas. Lo que en algunos partidos anteriores había forzado la admiración del público ayer no funcionó. Durante media hora la Argentina jugó un hockey desencontrado que las australianas aprovecharon al máximo: Allen marcó el gol inicial luego de que Magdalena Aicega y Jorgelina Reimoldi fallaran un despeje. La presión australiana era tal que a menudo daba la impresión de que las australianas eran más numerosas que sus adversarias. El segundo gol vino a los 26 minutos, luego de una serie de ataques australianos que concluyó con el gol de Nikki Hudson. Los 15.0000 hinchas que colmaban el estadio no presenciaron un partido �de igual a igual�. El hockey que expuso ayer la Argentina estaba muy lejos del que jugó en los encuentros precedentes y no tenía nada que ver con la actuación que brindó ante Nueva Zelanda. Australia supo esperar a su rival con los dientes afilados: Vanina Onetono podía desplazarse libremente: la implacable sombra de Kate Allen la perseguía donde fuera, al igual que Soledad García, custodiada por Lisa Carruther. La selección argentina recién empezó a liberarse ya bastante entrado el segundo tiempo. Su juego se hizo más claro; los pases y las combinaciones fueron más precisos, pero siempre insuficientes como para hacer temblar la ciudadela australiana. La perfección del funcionamiento colectivo y la eficacia de las individualidades estaban del otro lado. El tercer gol marcado por Jenny Morris a los 39 minutos fue una prolongación natural del dominio australiano. Vanina Oneto recién descontó a los 45 minutos tras un impecable centro de Karina Massota. Con el partido recién terminado, Mariela Antoniska reconoció que �recién en el segundo tiempo nos empezamos a soltar y jugamos como sabíamos que podíamos hacerlo. Pero no nos alcanzó�. Así fue una derrota digna de un equipo nervioso ante una gran potencia segura de su hockey que no borra -porque es literalmente imborrable� la notable campaña de la selección. Las chicas habían venido por el oro y se quedaron con la doble sensación de la pena y la alegría: pena por el partido perdido, alegría por la medalla de plata ganada. �Se nos vinieron con todo y nosotros no estábamos muy precisas todavía�, contó Cecilia Rognoni. En medio de la fiesta, las canciones populares australianas que entonaba el público y las banderas argentinas, Cecilia Rognoni dio la mejor síntesis del torneo olímpico de hockey: �Nosotros salimos a ganar la de oro y nos vamos con la sensación de que ganamos la de plata; no es que perdimos. Ya está, la medalla la tenemos igual y ahora hay que seguir festejando�.
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