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El misterio de la familia donde todos se envenenan

En menos de un año, dos hermanas de 16 años se suicidaron en Catamarca tomando insecticida. Y a una tercera, de 13, lograron salvarla. La primera esposa del padre de las chicas murió de igual forma. Un experto advierte sobre el aumento de suicidios en pueblos del interior del país.

María Vega, una madre con
 dos hijas adolescentes suicidadas.


Por Andrés Osojnik

t.gif (862 bytes) Primero fue una de las hermanas. Tenía 16 años y en noviembre del año pasado se suicidó tomando insecticida. En marzo de este año, otra de ellas, de 13, intentó lo mismo, con igual método. Los médicos lograron salvarla. Pero el domingo, una tercera hermana, también de 16, volvió a instalar la tragedia en esa familia de un humildísimo pueblo catamarqueño: tomó veneno para ratas y murió, ahogando a los Vega en una tristeza insondable. El padre de la familia ya había pasado por lo mismo: su primera esposa se mató de la misma manera, 21 años atrás. Ahora, la policía, la Justicia y los mil vecinos de Siján ensayan explicaciones para el absurdo de una familia cuyos miembros se van matando sucesivamente y con idéntico método. Hasta ahora, nadie logró resolver el misterio.
�El suicidio es un fenómeno de las ciudades, pero desde unos años se viene produciendo un aumento en pueblos recónditos y chicos del interior del país�, alerta el psicólogo Carlos Boronat, coordinador del Centro de Asistencia al Suicida. El especialista señala que �la falta de horizontes y una profunda desesperanza agudizan en esos lugares la apatía y el hastío� que muchas veces desembocan en suicidios.
Siján es un pueblo dedicado a las tareas agrícolas, alejado unos 180 kilómetros al oeste de la capital provincial. Hay un solo teléfono, instalado en una cabina en el centro del pueblo. Ni comisaría tiene: la investigación sobre los suicidios está en manos del destacamento policial de Saujil, la cabecera del departamento de Pomán.
Los Vega viven �a la orilla del pueblo�, cuenta un policía de ese destacamento. La orilla queda a cinco cuadras del centro. La casa tiene tres ambientes y un patio grande, donde hay una pequeña granja. Allí vive toda la familia, que hasta los suicidios tenía diez integrantes: Mariano Vega, el padre, de 46 años; María, la mujer, de unos 40; y ocho chicos, de entre 18 años y uno y medio. El hombre es empleado en la Dirección provincial de Hidráulica: su trabajo es limpiar los canales de riego. Su sueldo, 300 pesos por mes.
En esa misma casa, Mariano vivía con su primera esposa, Rosa Toledo, con quien se había casado a los 18 años. Pero en 1979, Rosa se suicidó: el método que eligió fue tomar veneno para zorros. En el pueblo, quedó un nunca aclarado rumor, pregonado por la familia de Rosa: que Mariano Vega había instigado el suicidio. El hombre siempre lo negó y en la investigación no se encontró nada que sustentara esas dudas.
Veinte años después, la tragedia regresó a la casa. El 18 de noviembre de 1999, Juana María, una de las hijas de los Vega se mató bebiendo veneno para hormigas. En una carta que dejó, mencionó un supuesto maltrato familiar como disparador del suicidio. Incluso, en el escrito, la chica había mencionado una discusión nunca saldada con los padres. La imagen de la chica de 16 años muriendo quedó instalada como un fantasma en la familia. Una de sus hermanas, Mariana Nancy, por entonces que 15 años, presenció la agonía.
Poco después, en marzo de este años, llegó el episodio de la otra hermana, la de 13. Ella también tomó veneno, pero los padres la vieron a tiempo. El traslado al puesto médico fue rápido y allí lograron salvarla. Por ese entonces, la policía recomendó a los Vega que eliminaran los venenos de la casa.
Pero insecticidas y raticidas siguieron en su lugar. El domingo, padre y madre decidieron ir al bingo que funcionaba en la escuela, uno de los pocos entretenimientos de la gente del lugar. Dejaron a Mariana Nancy al cuidado de los hermanos más chicos. �En realidad, ella misma dijo que no quería ir, que no tenía ganas�, cuenta Rafael Albarracín, oficial subinspector a cargo de la investigación. Mariana venía repitiendo cuadros depresivos desde el suicidio de su hermana Juana María. Incluso, después de aquel hecho tuvo una crisis y terminó atendida por especialistas en Buenos Aires. El domingo a la noche, llegó una nueva crisis. Que iba a serla última: Mariana tomó veneno para hormigas. Cuando volvieron los padres, la chica estaba agonizando.
�Tenemos datos que indican que ya venía planeando esta decisión�, revela Albarracín: se trata del testimonio de una amiga de Mariana, que en marzo pasado le pidió que la acompañara al cementerio, a visitar la tumba de su hermana. Allí le dejó una carta que le había escrito, en la que le decía que �pronto iba a estar con ella en el cielo�. Mariana y Juanita hasta iban juntas al octavo año de la escuela Daniel de Jesús Ovejero: Juanita se había atrasado un año y por eso compartían el curso.
El domingo, Mariana había tomado recaudos: escribió tres cartas en su cuaderno, para explicar los motivos de su decisión: una para sus padres, otra para sus amigas y una tercera para que fuera leída en la FM El Sol, la radio del pueblo. En todas se encargaba de aclarar que la razón de su suicidio tenía que ver con la tristeza que le había producido la muerte de su hermana. �Lo de la radio lo hizo para que no hubiese comentarios como los que surgieron en noviembre del año pasado, cuando se suicidó la hermana�, explicó Albarracín. Se trata de los comentarios en torno de supuestos problemas con los padres.
Ahora, después de la nueva muerte, se especuló incluso con la posible existencia de un instigador. �Hasta ahora no hay nada de eso �aclara el policía�. Por todos los testimonios que tenemos, la relación en la familia era buena. Todos los vecinos y amigos dicen que no había problemas en la casa�. La policía ya citó a declarar a esos vecinos y amigos de la casa. Sobre todo, a las amigas mencionadas en la carta de Mariana, que aún no fue leída en la radio local porque está en manos de la Justicia. De todos modos, los especialistas recomiendan no hacerlo (ver aparte). Ahora toda la familia deberá encarar un tratamiento psicológico. El pueblo, en tanto, se debate en un misterio sobre el que sobran rumores. Y en la provincia, hay alarma porque el número de suicidios crece: el Centro de Asistencia al Suicida en Buenos Aires ya recibió una consulta desde Catamarca en torno de la posibilidad de crear allí un servicio similar.

 

 

�Se repite el modelo�

�No existe una predisposición genética al suicidio: lo que se repite es el modelo�, aclara el psicólogo Carlos Boronat en torno de la sucesión de suicidios en la familia del pequeño pueblo catamarqueño. �Cuando ocurre un hecho �señala�, muchas veces el tema se va transmitiendo, se habla del asunto, a veces valorizándolo. Esa persona pasó a ser importante dentro del modelo familiar. Y suele ser la motivación para que algún otro miembro, con el propósito de connotarse, lo haga del mismo modo�.
El esquema sería el siguiente: �El que se suicidó actúa como alguien valorado dentro de la familia que ha dado un permiso para repetir el modelo�, explica.
Mariana, la última de las hermanas Vega que tomó esa decisión, era, por añadidura, �una de las chicas más vistosas del pueblo�, según dicen en Siján. Conocida por todos, Mariana decidió que una de las cartas de despedida fuera leída en la radio local. �Eso está absolutamente contraindicado �advierte Boronat�. No debe hacerse: puede generar conductas de ese tipo en otra gente�.
�¿Por qué cree que un suicida pide que su mensaje sea leído a todo un pueblo?
�Hay muchos factores posibles. A veces se busca trascender como una persona incomprendida, no ayudada. Y tal vez culpabilizar a quienes no lo hicieron. Por eso es desaconsejable leerlo por radio. Lo que debe transmitirse es un mensaje esperanzador, demostrar que el suicidio no es una alternativa válida.

 

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