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El color del petróleo no es rojo, verde ni rosa

La crisis del combustible desintegró la solidaridad de la centroizquierda europea y fortalece un resurgir de la derecha.

La policía española dispersa un bloqueo por granjeros en protesta del precio del combustible. 


THE GUARDIAN De Gran Bretaña
Por David Walker

Una consecuencia de la crisis del combustible en Europa fue acabar con todo sentimiento de solidaridad entre los líderes de centroizquierda que gobiernan en la mayor parte del continente. Las grandes esperanzas de una reconfiguración política europea, que se escucharon en la cumbre socialista en Malmo poco después de que Tony Blair asumiera como premier en Gran Bretaña, y en alegres encuentros en Francia e Italia desde entonces, se han evaporado. La camaradería de la Tercera Vía terminó. Y terminó porque la caída más importante no tiene que ver con las encuestas, sino que es intelectual. La confusión es evidente en toda Europa. En Francia, la izquierda apoyó los bloqueos como un rechazo a la globalización, pero al mismo tiempo identificó la revuelta como el comienzo del retorno a la hegemonía derechista. En Alemania, aunque la coalición Verde-Socialdemócrata que dirige Gerhard Schroder se mantiene asombrosamente firme, la �ecología de izquierda� está entrando en pánico.
La crisis del combustible dejó un cadáver evidente: la cooperación dentro de la Unión Europea (UE). Ahora el bilateralismo está en su apogeo. El otro día Schroder y el premier italiano Giulano Amato acordaron profundizar la �integración� vía una nueva conferencia constitucional. Eso no estaba en el guión de Francia, que actualmente ocupa la presidencia rotativa de la UE. Pero la última contribución francesa a la solidaridad socialista fue rechazar los pedidos desde la UE en pos de mantenerse firme sobre el combustible. Mientras tanto, Tony Blair y el premier sueco, Goran Persson, acaban de lanzar su versión de una Europa de naciones, menos fraternal, como respuesta a la visión federalista alemana.
Mientras tanto, cada gobierno socialista lidia de manera distinta con la crisis energética y el resurgir de la derecha. En Italia, la coalición de centroizquierda Olivo que dirige Giuliano Amato ya había disminuido los impuestos al combustible a comienzos de este año, y promete rebajas futuras, lo que evitó los bloqueos que se avecinaban. Pero todavía parece probable que será la derecha de Silvio Berlusconi la que gane las elecciones generales del año que viene. Esto es porque acaparará gran parte del voto anti-inmigración, y, ante todo, porque la centroizquierda está escasamente unida. Fue sólo esta semana que Amato se reconcilió finalmente a despejar el camino libre para que el clon italiano de Blair, Francesco Rutelli, alcalde de Roma, sea el candidato del Olivo. 
En Holanda, la coalición de Wim Kok logró pagarles a los camioneros con, hasta ahora, un costo político mínimo. El compinche portugués de Tony Blair, Antonio Guterres, sufrió un revés a pesar del congelamiento del precio del petróleo (ya que los impuestos habían subido en marzo). El gobierno sueco planea recortar el impuesto a los ingresos por unos 1.400 millones de dólares, esto mientras aumenta el gasto social y en educación. No obstante, los gastos del Estado sueco, acorde con los tiempos, están disminuyendo en relación con el PBI. Ya está en marcha un aumento del impuesto al diesel, ya que Persson depende del voto de los verdes para legislar. 
En Alemania, los socialdemócratas se están salvando. Sin embargo, y aun tomando en cuenta la impasible opinión pública germana, el hecho de que la popularidad del canciller Gerhard Schroder haya caído tan sólo un dos por ciento no es asombroso. Primero, porque los democristianos sigue acechados por los escándalos de corrupción del ex canciller Helmut Kohl. Segundo, y mucho más importante, porque los verdes absorbieron la ira por el costo energético. De hecho, no han ganado una elección desde que prometieron aumentar el precio del combustible a 2,20 dólares por litro. Por otra parte, para formar coalición los socialdemócratas habían tenido que gravar un impuesto ecológico sobre el combustible. Y ahora es un elemento central del esquema fiscal alemán y aumentará nuevamente en los próximos tresmeses. Schroder dice que no lo abolirá, pero sería más honesto decir que no puede hacerlo, ya que los 7.500 millones de dólares que produce financiarán el aumento en las jubilaciones que prometió en enero. 
En Francia la situación es más compleja. Antes de que comenzara la crisis, y a pesar de perder a su ministro del Interior Jean-Pierre Chevenement por las concesiones a los separatistas corsos, el premier Lionel Jospin estaba alto en las encuestas. Desde entonces, ha perdido 20 puntos en las encuestas de popularidad. Pero los sondeos de intención de voto todavía favorecen a la izquierda, y Jospin, después de tres años de gobierno, anda bastante mejor que su último predecesor socialista, Pierre Mauroy. Quizás más debilitante que las encuestas es la inseguridad ideológica que enfrenta la izquierda pan-europea (que incluye al partido laborista británico). Tomemos el caso de cómo un Estado gobernado por la izquierda responde ante las huelgas. La izquierda francesa se alarma, las huelgas fueron un instrumento comunista contra los gobiernos socialistas, pero la semana pasada Jean-Claude Gayssot, el ministro de Transporte comunista, estaba entregando concesiones a los patrones. En París, la memoria colectiva todavía recuerda cómo en 1995 una huelga de transporte llevó a la caída del gobierno de centroderecha de Alain Juppe. 
Otro problema es la ambigüedad ideológica que rodea el espectáculo de un gobierno de izquierda bajando impuestos mientras la desigualdades y distorsiones de una sociedad capitalista permanecen evidentes. El ministro de Finanzas británico Gordon Brown no está solo en tener sus arcas a reventar con los réditos del crecimiento económico y la licitación de licencias para los teléfonos celulares. Su colega francés, Laurent Fabius, quiere que el impuesto a los ingresos baje un promedio de 10 por ciento para el 2003. Pero, como se preguntan en París, ¿no alentará esto una mentalidad anti-estatista que se niega por completo a pagar los impuestos, que dice que lo podemos tener todo salvo impuestos, más gasto y más crecimiento?
Es este último problema el que dificulta cada vez más el alineamiento entre los socialdemócratas y los verdes, que recelan la expansión económica. Quizás, por ejemplo, fueron sólo las ambiciones por la presidencia que lograron mantener en el gobierno a la ministra verde de Ecología Dominique Voynet mientras que Jospin hacía sendas concesiones a los camioneros. Sin embargo, si abandonaba el gobierno habría dividido el voto de la izquierda y abriría la puerta a la derecha. Este aspecto trae a colación un factor hasta ahora ignorado. En toda Europa �el Reino Unido es todavía una excepción� la derecha no logró capitalizar las dificultades de los gobiernos de centroizquierda. ¿Pero por cuánto tiempo? Traducción: Celita Doyambéhère

 

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