Por
Eduardo Tagliaferro
En política hay un antes y un después del escándalo
por las presuntas coimas en el Senado, suele repetir el vicepresidente
Carlos Alvarez. El terremoto que provocó su embestida no sólo
desorienta a sus aliados del radicalismo sino que también está
llamado a cambiar los mandos y las líneas internas en su propio
partido. Luego de haber apoyado casi todas las iniciativas presidenciales,
Alvarez, reposicionado ante la sociedad al impulsar el esclarecimiento
de la presunta corrupción en el Senado, empujó al ministro
de Trabajo, Alberto Flamarique, hacia los bordes partidarios. Por su parte,
Graciela Fernández Meijide comenzó un firme proceso de acercamiento
a Chacho. Lejos de ser las únicas modificaciones, la crisis lleva
a más de un dirigente a preguntarse: ¿hacia dónde
va el Frepaso?
Chacho no busca romper la Alianza, pero va a apostar fuerte para
esclarecer el tema del Senado. No descarta que en esa movida se produzcan
enfrentamientos con Fernando de la Rúa que pongan en riesgo la
existencia de la Alianza. Ese riesgo no lo detiene, afirmó
un dirigente muy cercano a Alvarez.
El mismo día que Flamarique se presentó ante los senadores
y les dijo que si conocen una transacción horrorosa para
aprobar la ley que me lo digan en la cara, uno de sus seguidores,
el diputado nacional Alberto Briosso, preguntaba a los diputados que participaban
de la reunión de bloque: ¿adónde nos quiere llevar
Chacho Alvarez?
Los memoriosos recuerdan que ese día el diputado rompió
su habitual mutismo y antes de entrar a la reunión repetía
una frase excluyente: No seamos tan infantiles, no se puede ser
oposición y oficialismo a la vez. No saben lo que es el poder.
Briosso, un ex bordonista que había ingresado al Frente de la mano
de Flamarique en el año 97, luego de que la Alianza triunfara
en las elecciones legislativas, era quien trabajaba en el armado de una
línea que respondiera al ministro en la provincia de Buenos Aires.
Línea para la que había logrado sumar los apoyos de los
diputados nacionales Alfredo Villalba y Ricardo Vago, provenientes del
grupo encabezado por el ex democristiano, Carlos Auyero.
De la mano de Briosso y del senador provincial, Pedro Courtial, Flamarique
había logrado algunos adeptos en la denominada segunda sección
electoral, esa que aglutina los municipios de la zona norte bonaerense.
La movida incluyó la desactivación de un pequeño
foro de concejales que venía manteniendo posiciones independientes.
Se terminaron los partidos de masa, es hora de los partidos de cuadros,
solía repetir el ministro en los encuentros partidarios. En verdad
eran tiempos en los que Flamarique estaba en el punto más alto
de su estrella política durante el gobierno aliancista, por eso
no dudaba en calificar a los rebeldes que se oponían
a la ley de Reforma Laboral como extraviados.
Pero si una actividad es cambiante por definición, ésa es
la política. Así es que hoy los hombres más cercanos
al vicepresidente no dudan en decir que en esta lucha los rebeldes
están de este lado. La lucha a la que se refieren los chachistas
es la de la honestidad, valor que un importante dirigente del Frente Grande
no duda en calificarlo como la línea divisoria que se trazó
luego de la crisis del Senado.
Flamarique se fue alejando de Chacho continúa el frepasista
cuando se dio cuenta de que podía crecer políticamente siendo
funcional a De la Rúa. Por eso creo que luego de los cambios ministeriales,
Alberto (Flamarique) continuará vinculado al Presidente. Tal vez
asesorándolo.
La gestión es precisamente el talón de Aquiles del frepasismo.
Algunos compañeros se fueron acomodando a la comodidad del
poder. Son quienes dicen que sin dinero ni estructura política
no se puede hacer política, afirma un dirigente del chachismo.
Chacho sostiene que ésta es una lógica perversa porque
no sólo conviven con lo peor de la política sino que nopodrán
superar el tercer puesto, por la ventaja que le llevarían los dos
partidos tradicionales.
Casi nadie duda de que uno de los primeros lugares en el que los realineamientos
se modificarán sustancialmente será la provincia de Buenos
Aires. Por caso, la semana pasada un grupo importante de diputados provinciales
desconoció la conducción del jefe del cuerpo, Alejandro
Mosquera, y formó un bloque aparte. Mosquera quedó en el
centro de los cuestionamientos luego de que Chacho lo descalificara públicamente
en un reportaje concedido a este diario.
El cuestionamiento se acentuó luego de que Página/12 revelara
que, merced a una ley secreta (10.370), existía en la Legislatura
un financiamiento paralelo de la actividad política. Financiamiento
que era posible por la cordial connivencia de todos los partidos. Los
fondos especiales comprometían más de 40 millones
para los bloques y aproximadamente otros 20 millones en subsidios, becas
y otras contribuciones.
A pesar de que nos haya criticado, estoy de acuerdo con la embestida
de Chacho para transparentar la política. Me anoto ahí,
dijo Mosquera a este diario. Para el dirigente bonaerense, no sólo
se debe atacar la corrupción sino también escuchar las demandas
sociales.
Hombres cercanos a Mosquera comentaron a Página/12 que luego de
que éste impulsara la derogación de la ley secreta, está
en el centro de las críticas. En la defensa de la ley secreta,
radicales y peronistas se unen contra Mosquera, afirmó un
asesor.
Dentro del Frente Grande bonaerense conviven tres grandes lineamientos,
con sus respectivos subgrupos. El mayoritario y responsable de la conducción
partidaria lo integra la asociación de los seguidores del diputado
Rodolfo Rodil y de Alejandro Mosquera, la denominada lista celeste, dirigida
por Mary Sánchez, y los seguidores del vicepresidente de la Cámara
de Diputados, Juan Pablo Cafiero.
En los ámbitos cercanos a Chacho Alvarez se especula que el grupo
conducido por Juampi está llamado a tener un mayor
protagonismo. Incluso sostienen que el único diputado que puede
disputarle el liderazgo a Mosquera es Guillermo Oliver, un dirigente identificado
con Cafiero.
Además de los reacomodamientos internos, la conducción frepasista
tiene un ojo puesto en nuevas alianzas y acuerdos que les permitan insertarse
en algunos puntos del país. En San Luis, el Frepaso está
impulsando la conformación de un gran frente contra los Rodríguez
Saá; por ese motivo, son constantes los encuentros entre Darío
Alessandro y el intendente de San Luis, Carlos Ponce, un ex peronista
que rompió con el gobernador puntano y que en la última
elección se alzó con casi el 70 por ciento de los votos.
En Neuquén, el Frepaso respalda a Oscar Massei y apuesta a la buena
llegada que éste tiene con la senadora Silvia Sapag, con la que
compartió más de uno de los difíciles momentos de
los años 70.
En Río Negro, el Frente incorporó orgánicamente al
actual intendente de Cipolletti, Julio Arriaga, un ex radical que integró
el Movimiento Patagónico Popular, a quien las encuestas de intención
de voto para gobernador le resultan muy favorables. Similar es la situación
de la ciudad de Bariloche, donde Leonardo de Ferraris, presidente del
Instituto de Investigaciones Aplicadas (Invap), creó un partido
vecinal que se incorporó formalmente al Frepaso.
Todas las conversaciones que venimos manteniendo con dirigentes
provinciales son para lograr un crecimiento lícito del Frepaso
dentro de la Alianza, afirmó a Página/12 el jefe del
bloque de diputados, Darío Alessandro. Si bien la forma de crecimiento
no es ortodoxa, ése fue también su nacimiento
como fuerza política. De hecho, la transversalidad es uno de los
habituales argumentos del discurso de su líder. Antes de que se
iniciara el escándalo del Senado, en una charla sobre la
gobernabilidad y el papel de los partidos políticos, Chacho
Alvarez -hablando sobre la necesidad de construir un nuevo tipo de Estado
dijo que hay muchos dirigentes que trascienden las fronteras de
la Alianza, que están pensando en estos consensos y ésa
es una agenda que nosotros tenemos que abrir al diálogo, pero no
a una política defensiva sino a una política ofensiva que
diseñe un modelo de país.
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